“Pido que me ayuden”: tiene 15 años, debía viajar a Miami para tratar su leucemia y no pudo por el coronavirus

El cierre de fronteras en Estados Unidos dejó sin tratamiento a Nacho González, un chico salteño que enfrenta una dura batalla. Hoy, ante la imposibilidad de viajar, su única esperanza es una moderna droga que cuesta millones de pesos. La pelea de su familia para obtener ayuda estatal

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Ignacio “Nacho” Gonzáez tiene 15 años y necesita viajar desesperadamente al exterior. Tiene leucemia linfoblástica aguda y, tras una infinidad de trámites, su padre había logrado conseguirle un lugar una clínica en Miami donde podría recibir un costoso tratamiento que le salvara la vida.

Como si la leucemia no fuera suficiente, ahora se le sumó un nuevo problema: el coronavirus desencadenó un bloqueo aéreo y terrestre en el mundo entero. Hoy, las opciones cada vez son menos.

Nacho fue diagnosticado en julio de 2018 y las trabas burocráticas ya habían puesto en riesgo su vida. El lunes 28 de octubre de 2019, un día después de las elecciones, el INCUCAI le informó a su familia que el ente no tenía los fondos necesarios y que la provincia de Salta debía hacerse cargo de todos los costos del trasplante. Hasta ese momento, los gastos se dividían con la Nación.

Tras difundir su caso en los medios, el INCUCAI aceptó cubrir todos los gastos y la operación de trasplante de médula ósea se agendó para el 22 de marzo. Pero Nacho tuvo una recaída y el procedimiento no puede hacerse si la enfermedad no está en remisión.

Como lleva dos años de quimioterapias y otros tratamientos agresivos, los médicos le explicaron que ya no puede seguir asimilando tantas drogas en su cuerpo. Por lo tanto, lograr la remisión es virtualmente imposible por las vías tradicionales. Y el tiempo se agota.

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“El 17 de febrero la gente del Hospital Posadas me dijo que ya no tenían más nada que hacer con Nacho, que me vuelva a Salta. Pero yo no me quedé quieto”, reveló José González, padre de Nacho, a Infobae

Ante este panorama, intentó todo, hasta se puso a buscar por Internet. Casi milagrosamente, en YouTube encontró un video de un médico que hablaba de un nuevo tratamiento de vanguardia. Solo se realiza en Europa y Estados Unidos. Otro detalle: cuesta millones. José incluso llegó a ponerse en contacto con la Fundación Messi en busca de fondos, pero no pudieron ayudarlo.

Mientras Nacho y su papá realizan el tratamiento en Buenos Aires. Su mamá y sus tres hermanos esperan en Salta. A pesar de la campaña que lanzaron en las redes sociales para recaudar fondos, la familia González enfrenta problemas económicos de todo tipo. Los tratamientos son caros; el alojamiento y los viajes, más aún. José tampoco puede trabajar ya que debe cuidarlo y ni siquiera reside en Buenos Aires. Se mantienen con sus ahorros y hasta tuvieron que vender algunas pertenencias para conseguir dinero.

Recientemente, el José logró contactarse con el doctor Guillermo de Angulo, el autor del video que vio en Internet y quien trabaja en el Nicklaus Children’s Hospital de Miami, donde inició los trámites para que el adolescente pueda hacerse un diagnóstico.

José vio luz al final del túnel y empezó con los trámites de la visa. Pero el cierre de fronteras volvió a complicar todo. Nacho se quedó sin viaje ni tratamiento.

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Por teléfono, el doctor De Angulo les explicó que la primera fase del tratamiento podría realizarse en Argentina. Necesitan una droga extremadamente cara llamada Blinatumomab. Las 56 ampollas cuestan $17.000.000. No obstante, la buena noticia es que existe en Argentina y hay en stock.

Pero, la provincia de Salta se negó al pedido. A José no le quedó otras que recorrer las oficinas del Ministerio de Desarrollo Social en busca de una solución. Se encontró muchas puertas cerradas, algunas por falta de voluntad, otras por la cuarentena del coronavirus.

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Sin bajar los brazos, logró iniciar el expediente y ahora necesita que el auditor médico del ministerio apruebe la solicitud. Si obtienen los fondos, la inmunoterapia podría poner en remisión la enfermedad y avanzaría con el trasplante que ya tenía programado.

“Tiene que empezar el nuevo tratamiento a más tardar la semana que viene, a lo sumo diez días”, explica con angustia José. Los tiempos de la burocracia pueden ser crueles, especialmente en medio de un brote que nadie había imaginado y cuyo final es imposible de pronosticar.

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