Dolores Blaquier presa: la causa narco que escandalizó a la aristocracia porteña en los años noventa

Hija de la empresaria Malena Nelson de Blaquier y ex esposa del automovilista italiano Andrea Vianini, fue detenida en su casa de Palermo Chico la tarde del 6 de noviembre de 1992. La investigaban por integrar una banda narco. El desmayo, los tres meses en la cárcel de Ezeiza y el hijo prófugo

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Izquierda, Dolores en noviembre de 1992, tras declarar en el juzgado de San Isidro. Derecha, en noviembre de 2017, durante el entierro de su madre, en el cementerio de la Recoleta.
Izquierda, Dolores en noviembre de 1992, tras declarar en el juzgado de San Isidro. Derecha, en noviembre de 2017, durante el entierro de su madre, en el cementerio de la Recoleta.

Fue a las siete y cuarto de la tarde del viernes 6 de noviembre de 1992. La policía se presentó en la casa de Dolores Blaquier con una orden de allanamiento, cuando ella estaba haciendo las valijas para viajar al casamiento de su sobrina en el campo familiar de Lobos. “¡Yo no hice nada!”, exclamó la cuarta hija de la empresaria agroganadera más rica y bella del siglo pasado, Malena Nelson de Blaquier. Cuando le pusieron las esposas, le taparon la cara y se disponían a trasladarla, Dolores se puso blanca, sufrió un pico de presión, palpitaciones y se desmayó. Entonces, en la calle Ramón Castilla al 3000, de Palermo Chico, se desataba uno de los grandes escándalos de la aristocracia porteña.

La detención y traslado al Hospital de Vicente López salió en revista GENTE, así como en la tapa de los principales matutinos de la época.
La detención y traslado al Hospital de Vicente López salió en revista GENTE, así como en la tapa de los principales matutinos de la época.

Hija de Malena Nelson y Juan José Silvestre Blaquier, Dolores nació en 1944 y tuvo ocho hermanos. Perdió a su padre a los 17 años y vio como su madre administraba con sabiduría la fortuna que había heredado de su marido. Entretenida y osada, pronto se convirtió en una de las mujeres más buscadas del jet set local. Se casó con el piloto de autos italiano, Andrea Vianini, en 1963, en la iglesia San Babila, de Milán, cuando ya estaba embarazada de Astrid. Después llegarían Andrea (1965), Paolo (1967) y Giuseppe (1968), mientras las infidelidades de su marido se hacían cada vez más frecuentes y la relación se tensaba. Pero en octubre de 1970 todo cambió su rumbo: Vianini sufrió un accidente automovilístico durante una competencia en Las Flores y quedó paralítico.

Se separaron un tiempo después y Dolores tuvo varios romances hasta que conoció al millonario brasileño de origen noble y británico, Lair Cochrane. Hombre que en 1984 se convirtió en el padre de su hija Concepción Cochrane Blaquier -hoy influencer y diseñadora de moda-. Por entonces, la droga y el alcohol hacían estragos en su vida y le traían disputas con la tenencia de sus hijos. En su autobiografía, Un hombre siempre es un hombre (Editorial Atlántida, 1996), Vianini -que falleció en 2016- contaba detalles de los problemas con las drogas de su ex mujer. Aseguraba que con sólo 13 años Giuseppe se drogaba con la cocaína que encontraba en el fondo del placard de su padrastro. Tal era el descalabro de Dolores en esa época, que los Blaquier no tenían por qué sorprenderse con la mediática detención de 1992.

Dolores (arriba con sombrero) junto a sus hermanas, en una foto actual del instagram de su hija, Concepción.
Dolores (arriba con sombrero) junto a sus hermanas, en una foto actual del instagram de su hija, Concepción.

Tras las rejas

Todo empezó un par de meses antes de los allanamientos. “Me pusieron éxtasis en la copa de champagne y terminé en la casa de Barrio Parque”, declaró una mujer de identidad reservada ante el juez federal de San Isidro, Roberto Marquevich, que actuó de oficio y ordenó intervenir el teléfono de Dolores Blaquier. “Necesito cincuenta más”, se escuchaba decir a Dolly -así la llamaban- en un pasaje de las escuchas que terminaron conformando los primeros 150 folios del expediente que derivaría en los allanamientos del 6 de noviembre. ¿La sospecha? Dolores y su hijo Giuseppe -de entonces 24 años- les vendían droga a sus amigos de la alta sociedad porteña. ¿Más? Estaban armando negocios inmobiliarios en Punta del Este y Pinamar para blanquear dinero del narcotráfico.

La tapa de noviembre de 1992 que hablaba del escándalo del momento.
La tapa de noviembre de 1992 que hablaba del escándalo del momento.

Por eso la policía entró a la casa de Dolores la tarde anterior al primer fin de semana de noviembre, mientras ella se preparaba para ir al casamiento de su sobrina, Malena Braun Blaquier, en La Concepción, el campo familiar. Y, según consta en la crónica publicada esa semana en revista Gente, el baúl del Peugeot 504 azul de Dolores no se abrió con las valijas de ropa en Lobos, como estaba previsto, sino como parte de las requisas a cargo del comisario Emilio Azzaro. A sea altura el sol ya había caído sobre Buenos Aires.

Cuenta la periodista Soledad Ferrari, autora de Las Blaquier (Sudamericana, 2012), que Paolo llegó a la casa de su madre cuando ella ya estaba esposada en el patrullero. Y que un rato más tarde lo hizo Andrea, que por ese entonces estaba de novio con la modelo Sol Acuña. Descompensada, a Dolores se la llevaron al Hospital Fernández. Después fue trasladada a la Clínica del Sol y finalmente, a las tres de la mañana del sábado, terminó en el Hospital de Vicente López. Claro que se perdió el casamiento de la hija de su hermana Agustina, que soportó una fiesta signada por los comentarios tras las detenciones de la noche anterior.

¿El resultado del allanamiento? En la casa de Dolores se encontraron un frasco de vidrio con 0,830 gramos de clorhidrato de cocaína mezclado con azúcar reductor, un inhalador, un cortaplumas, palitas plásticas y seis envoltorios de cocaína, además de agendas. Pero el procedimiento en su casa no fue el único, ni el primero. Esa misma tarde habían empezado en dos departamentos sobre la calle Peña, en Recoleta, y una casa en el country Tortugas, de Pilar. El fin de semana terminó con diez detenciones de integrantes de una supuesta banda narco en la que ella funcionaba como intermediaria. Sólo faltaba Giuseppe, que no aparecía y para quien se libró una orden de captura.

El 12 de noviembre de 1992, tras declarar en el juzgado de San Isidro.
El 12 de noviembre de 1992, tras declarar en el juzgado de San Isidro.

Un par de días después, entre sollozos y mientras reconocía su voz en las escuchas, Dolores prestó declaración en los Tribunales de San Isidro. Ante Marquevich confesó que sí consumía, pero juró que no vendía. Sin embargo, el magistrado le dictó la prisión preventiva mientras investigaba el “delito de tenencia de droga con fines de comercialización”. Y seis días después de los allanamientos, Dolores fue trasladada a la Unidad Número 3 de la cárcel de mujeres de Ezeiza. Más precisamente en el sector que se conoce como “El Tubo”.

En ese entonces, Marina Blaquier declaró: “Dolores, mi hermana, es una enferma, porque consume y toma alcohol. Trataremos de cuidarla y recuperarla. Pero de ahí a decir que vendía o distribuía droga en Punta del Este o la Costa Atlántida… Es algo que no merece. En todo caso, tenemos un problema familiar”.

El 15 de febrero de 1993, tres meses y una semana después de su detención, Dolores fue liberada. La Cámara Federal de San Martín consideró que “los argumentos del juez y del fiscal no alcanzan para considerarla traficante, sino responsable de suministro gratuito de drogas”. Entonces la causa pasó de comercialización a tenencia de estupefacientes.

Al ser trasladada a la Unidad Número 3 de la cárcel de mujeres de Ezeiza.
Al ser trasladada a la Unidad Número 3 de la cárcel de mujeres de Ezeiza.

Estoy en libertad porque se hizo justicia, porque soy inocente, porque nunca trafiqué. Soy una adicta, una enferma. Quiero dejar un mensaje positivo a todos los que son como yo. Lo que me pasó a mi fue una inmensa equivocación. Consideraron que era narcotraficante. ¡Gravísimo error! No lo soy, nunca fui. Y quiero decir que la droga se puede dejar. Uno le puede ganar, pero nunca solo. Hay que pedir ayuda”, le aseguraba Dolores a Mónica Cahen D’Anvers, periodista de “Telenoche”, unos días después de salir en libertad, en una entrevista cuyo zócalo decía: “Dolores Blaquier cuenta su verdad”.

Entonces aseguraba además que su familia había querido ayudarla, pero que ella “no lo quería admitir”. Se refería su hijo menor: “No tengo idea dónde está Giuse. Me tiene preocupadísima. Espero que se presente. Sé que está afuera del país… Y voy a hablar con él el lunes. Pero tampoco es traficante. Es igual que yo: un enfermo”. También contaba que en la cárcel había tenido mucho miedo. “No sabia qué me podía pasar. Me sentía muy mal, pero aprendí a convivir con gente de todo tipo. Encontré seres humanos que valen mucho y que, a pesar de haber cometido crímenes, me dieron una mano”, apuntaba sobre sus compañeras de prisión.

Con sombrero violeta, durante el entierro de su madre, en el cementerio de la Recoleta, en noviembre de 2017. (Nicolás stulberg)
Con sombrero violeta, durante el entierro de su madre, en el cementerio de la Recoleta, en noviembre de 2017. (Nicolás stulberg)

Todo para empezar una nueva vida: mucho más lejos de la noche, evitando la prensa y siempre cerca de sus hermanos. Su última aparición pública fue a fines de 2017, en el cementerio de la Recoleta, durante el entierro de su madre, que había muerto el 27 de noviembre, cuatro días después de cumplir cien años. Y a esta altura, aquella detención que escandalizó a buena parte de la alta sociedad porteña parece ser sólo un recuerdo de un tiempo al que ningún Blaquier quiere volver.

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