Cuando Inés Benson desaprobó su primera materia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) pensó en largar todo. “Entré en cortocircuito”, dijo a Infobae la joven de 26 años, quien por aquel entonces tenía 19 y decidió hacer una pausa y viajar por el mundo. “Me fui tres meses a Europa como mochilera. Había ahorrado y decidí viajar. Pero los tres meses se convirtieron en un año, porque conseguí un trabajo como niñera y extendí mi estadía”, recordó.
De regreso a Buenos Aires, retomó la carrera. Cursó dos años más en la UBA y por motivos personales debió ir a vivir a Nueva York por un año. “Cuando volví de Europa dije que no quería irme más. Era el lugar en el que necesitaba vivir. Había viajado, planeaba continuar estudiando, recibirme y trabajar acá”, explicó Inés, quien sin embargo decidió mudarse a Estados Unidos y trabajar como recepcionista en un restaurante.
“De trabajar en una agencia de comunicación pasé a recibir a los comensales. No me hallaba, pero tenía que trabajar. En mis ratos libres pensaba en una aplicación que fuera un autocorrector que contemplara el voseo argentino. Entonces anotaba palabras que se me iban ocurriendo en las notas del celular. Tenía un jefe coreano que me retaba por usar el celular y no entendía lo que quería decirle, pero pasó de ser una utopía a una idea concreta. Hace poco me habló por LinkedIn: ‘Escribías planes en las servilletas’, se acordó. Allá hablé con programadores, gente experimentada, busqué socios y socias que lograran ayudarme, pero no pasó nada”, explicó.
De allí -nuevamente por razones familiares- debió mudarse a México, donde utilizó sus ahorros para darle vida al proyecto. “Me di cuenta de que era una obsesiva de las palabras”, sostuvo. Acostumbrada a lidiar con el teclado original de su celular, en 2017 juntó sus fondos en invirtió en el desarrollo de Guará, un autocorrector argentino, tal como lo definió Benson durante su concepción. “Tuve todo el tiempo un equipo a mi lado que me complementaban: dos diseñadoras y una empresa de software que programó la app y yo hice las bases de datos, el marketing digital y el resto. Cuando hacés un proyecto a pulmón sos CEO y ‘che piba’: un día tenía que conjugar 500 verbos y hacer un posteo, el otro un modelo de negocios", explicó.
En Guará incorporó una base de datos de más de 40 mil palabras típicas del voseo y del dialecto argentino. “Escribí como hablás, no como te deje tu teclado”, rezaba el slogan. Había emojis personalizados, lenguaje inclusivo con 'x' y con 'e' y hasta la predicción de palabras en doble sentido para que queden expresadas de manera correcta. Nombres propios, lugares, comidas y cada costumbre argentina en un teclado.
En su regreso de México el teclado quedó atrás e Inés comenzó a postularse en diversos programas de todo el mundo para potenciar la idea de que la forma en que se hablaba en cada región de Latinoamérica debía verse plasmada en la tecnología. En 2018 ganó un fondo -aporte no reembolsable- en Start-Up Chile. “Lo gané después de aplicar durante un año y medio a distintas cosas. Lo estaban usando muchas personas pero no ganaba nada. Sentía que no iba a llegar nunca, estaba muy frustrada. Obtuve el programa en Chile: primero fueron USD 15 mil y después una extensión de USD 10 mil. Más tarde USD 45 mil y quizás a fin de año reciba otro monto similar. Es increíble como de golpe las piezas se acomodaron. Sin embargo esa plata no es para mí, sino para la empresa y que desarrolle la herramienta”.
“Quiero traer este producto, me parece importante para el país que esté acá. Es como una licitación de Gobierno, si te asignan los fondos es porque piensan que vale la pena. Entonces te dan oficinas, dinero, mentorías... Todo para que la desarrolles. Una startup puede pasar años sin dar plata y en algún momento volverse rentable. Los viajes, el alquiler, los gastos de comida y consumos diarios no lo podés pasar como parte del presupuesto. Lo tenés que sacar de tu sueldo, que también tiene un techo y te lo deben aprobar. Para cada cosa que quieras hacer, te lo tienen que aprobar”, reveló.
Y agregó: “Tenés dinero y oficinas. Hay auditorías técnicas: si quiero contratar un programador tengo que explicar por qué lo necesito. Un ejecutivo de cuentas te rechaza o acepta lo que esté en el manifiesto”.
El giro de Guará llevó a que ahora la aplicación sirva a grandes empresas, quienes reciben feedback sobre sus call centers. “Entregamos un diagnóstico con oportunidades de mejora en los call centers. Es un tablero que, mediante la inteligencia artificial, le permite a las empresas analizar las llamadas en tono, emoción, velocidad y tendencias. Lo están utilizando muchas empresas para mejorar sus servicios y que una persona no tenga que estar escuchando algunas de las llamadas. También lo pueden usar personas para practicar discursos u oratorias en una app que se llama Dora por Guará. La app entrega esa devolución para quienes precisen practicar presentaciones orales”, explicó Inés.
“Mucha gente me dice que quiere hacer una aplicación y ese entusiasmo decrece muy rápido porque les cuesta hacer el trabajo pasado. La idea es lo de menos: hay que lidiar con muchos imponderables. A un programador le tenés que decir exactamente lo que tiene que hacer y con qué tiempo. Las startups pivotean mucho. El primer Facebook no tiene nada que con el de ahora. Contás con una idea y luego el mercado te va corrigiendo. Donde vos veías valor quizá se modifica porque la gente ve valor en otro lado. Yo pensé la app para practicar discursos, por ejemplo. Pero luego, mediante reuniones, me aconsejaron que podía servir para empresas. Para dar este servicio”, contó la joven.
“Todo este tema de la barrera tecnológica tiene que ser un tema de Estado. Una vez adentro me di cuenta de que sería un gran valor agregado si se desarrollaran políticas para generar diccionarios y datasets en castellano de Argentina. Lo estoy impulsando para que esté en la agenda del próximo gobierno. Serviría para entrenar asistentes por voz al español nuestro. Son cosas muy caras de hacer y ninguna empresa lo hace. Pero si el Estado lo hace una vez serviría para todos. Hoy puedo contar que me casé con el problema de cómo habla la gente. El lenguaje es una barrera de entrada para la tecnología en América Latina. Quiero resolver eso. Que la gente pueda programar sin saber inglés, porque eso es indispensable y es parte de la educación del futuro", completó.
SEGUÍ LEYENDO