"Hijo, te busco cada día": el dramático testimonio de un padre que recorre el océano con la esperanza de encontrar al submarino San Juan

Embarcado desde hace más de dos meses en el buque noruego que navega el mar Argentino tratando de localizar la nave desaparecida, el padre del tripulante Alejandro Tagliapietra muestra cómo son sus días a bordo y cuenta su búsqueda desesperada

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Es su ritual desde hace más de sesenta días. Por las noches, cuando solo se escucha la fuerza del océano golpeando el casco del buque, mira esa inmensidad y pronuncia en voz baja un par de frases que son indescifrables para los demás.

Es un secreto entre él y su hijo. Quienes lo conocen imaginan que aquellas palabras encierran lo que por una u otra razón un padre no llegó a decirle a esa criatura que un 21 de julio de 1990 nació con tres kilos seiscientos cincuenta gramos, y que ya es tarde porque el mar se lo tragó hace un año.

Desde que Alejandro era tan solo un niño, él aprovechaba la aventura de salir a pesar juntos por las vertientes del Paraná para hablar. Para charlar. Para compartir esas pequeñas cosas que tiene la vida, como enseñarle a encarnar el anzuelo. En cómo tomar la lombriz y deslizarla por el metal como una media para que las mojarras no se roben la "comida" de las bogas, o si había fortuna -cosa que pocas veces ocurría- un dorado.

Alejandro y sus hermanos en su cada de Béccar
Alejandro y sus hermanos en su cada de Béccar

Haber nacido y vivido en Béccar, en el partido bonaerense de San Isidro, posibilitó que los Tagliapietra cultivaran dos pasiones: la del Club Atlético Tigre -Alejandro más que Luis- y la de los deportes náuticos.

Ahora, frente a ese mar, a bordo de un buque de bandera extranjera y de nombre casi impronunciable, y que tiene como misión encontrar el submarino perdido junto a sus 44 tripulantes, entre ellos el del teniente de corbeta Alejandro Damián Tagliaprieta, el padre piensa "¿Dónde estás?".

El viento salado no trae respuesta.

No ser creyente le impide imaginar a su hijo en el Cielo, en el Paraíso, como sí ocurre con otros padres, madres, hermanas, viudas.

Luis Tagliapietra embarcado en el buque noruego Seabed Constructor
Luis Tagliapietra embarcado en el buque noruego Seabed Constructor

Él, abogado de profesión, y cabeza de una de las tres querellas que buscan "verdad y justicia" -frase repetida en una Argentina donde escasean ambos derechos- sabe que "Alejandro no está acá" pero cree en "las energías que quedan".

Luis, que lleva a Alejandro en su "mente y corazón", está convencido que si su muchacho hubiese podido elegir, como marino, hubiese preferido "quedarse en el mar". Como ahora.

Un mar como tumba.

Pero su hijo no pudo elegir. Por eso, cada noche, frente al oscuro océano teñido por el reflejo de la luna, se jura que va a luchar para que el desprestigiado sistema de justicia -del que el forma parte- procese y condene a los responsables por "enviar a la muerte a Alejandro y sus cuarenta y tres compañeros".

Es lo único que le promete a la foto de ese oficial submarinista que desapareció antes de recibir su diploma.

El cuadro cuelga en el camarote que le fue asignado en el buque noruego Seabed Constructor junto a otros familiares –José Luis Castillo (hermano de Enrique Castillo), Fernando Arjona (hermano de Alberto Arjona) y Silvina Krawczyk (hermana de Eliana Krawczyk), quien dejó el buque hace 10 días- que abandonaron tierra para participar de una tarea titánica y para la que no fueron entrenados y mucho menos preparados.

Tampoco estaban listos para mantener la ansiedad cada vez que esos pequeños submarinos amarillos que pinchan la superficie del agua y escrutan la oscuridad del lecho marino detectan "una señal importante" en el área de búsqueda compatible con las dimensiones del submarino.

“Te voy a encontrar pá, esperame por favor, no importa que haga frío, que llueva, que sea lo que sea, te voy a encontrar y vamos a saber qué paso”, dijo en un conmovedor video antes de zarpar
“Te voy a encontrar pá, esperame por favor, no importa que haga frío, que llueva, que sea lo que sea, te voy a encontrar y vamos a saber qué paso”, dijo en un conmovedor video antes de zarpar

Las horas, hasta que bajaban los robots -llamados ROV, vehículos operados en forma remota- para fotografiar la esperanza que antes había sido un "sonido que rebotó con una masa compacta", eran eternas.

Cuando esto sucedía -y ya ha pasado más de veinte veces-, los dolientes rodeaban el instrumental científico hasta que la imagen se hacía clara y ante ellos aparecía un pesquero hundido hacía décadas o una masa rocosa similar a un pedazo de Cordillera invertida.

Al principio la angustia retenida se transformaba en ira. Después en frustración.

Hace un puñado de semanas la Armada le comunicó, de manera fría y formal, que en diciembre recibirá el pergamino que la tragedia le negó a su hijo.

El teniente de corbeta Alejandro Tagliapietra
El teniente de corbeta Alejandro Tagliapietra

Graduado con honores, Luis Tagliapietra aún recuerda el verano que su muchacho, ya siendo oficial de la Armada Argentina, lo visitó para anunciarle que iba a ingresar a la escuela de submarinista.

De cara al mar sepulcro, Luis recuerda exactamente su reacción: "¿Que, tenemos submarinos?".

Alejandro río a carcajadas. Le dijo que era su pasión. Recordaron cuando ya a los 12 años le aseguro que quería ir a la Armada y terminó el liceo con honores.

Al principio fueron 4 los familiares que embarcaron. Hace 10 días, la hermana de Eliana Krawczyk, Silvina, dejó el buque. El estrés y la angustia vividos se le hicieron insoportables
Al principio fueron 4 los familiares que embarcaron. Hace 10 días, la hermana de Eliana Krawczyk, Silvina, dejó el buque. El estrés y la angustia vividos se le hicieron insoportables

La noticia de la desaparición del ARA San Juan lo sorprendió la noche del 16 de noviembre.

Se enteró por boca de la mamá de Alejandro -están separados hace diez años-: ella, lloraba. Apenas se hacía entender. Un oficial le avisó sobre la "incomunicación" con el buque de guerra.

"Tranquila. Ya se van a comunicar", intentó calmarla.

Ella, por ese instinto que solo tienen las madres, sabía que algo estaba mal, muy mal. Él, en cambio, estaba confiado. Pero el mundo se abrió bajo sus pies cuando una semana después de la última comunicación el vocero de la Armada, capitán Ernesto Balbi, habló de explosión, de implosión, y de una serie de eventos que en ese instante le nublaron la visión y recién pudo comprender en su total dimensión ya como abogado querellante.

El termo y el mate que Luis Tagliapietra lleva en el barco que busca a los tripulantes del submarino
El termo y el mate que Luis Tagliapietra lleva en el barco que busca a los tripulantes del submarino

Fue en el juzgado de Caleta Olivia, donde tramita la causa, cuando escuchó por primera vez de un compañero de Alejandro que en la patrulla anterior, la del mes de julio, al submarino le entraba agua, que dos sonaristas habían identificado un submarino nuclear en inmediaciones al área Malvinas, y que por esa razón el Comandante del ARA San Juan, Pedro Fernández, ordenó hacer silencio total.

Ese estudiante se llama Adrián Shultz. Y ahora podría estar desaparecido como Alejandro sino hubiese decidido abandonar la escuela de submarinistas.

La razón, según le juró a la jueza federal Marta Yáñez, no se creía capacitado para afrontar crisis como la que observó aquellos días. No se trataba de valor. Sino de comprender que su vocación, a diferencia de su amigo, no eran las navegaciones submarinas.

 
Cada día mira el océano y le habla a su hijo y llora
Cada día mira el océano y le habla a su hijo y llora

Ahora, una vez más frente a la imponente tumba de su hijo, Tagliapietra recuerda, mientras observa las estrellas apenas borroneadas por la bruma, cuando no pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas durante esa audiencia.

La jueza, con voz de jueza, le preguntó a Adrián cuándo habló con su amigo por última vez.

"Antes que zarpará del puerto de Ushuaia. Hablamos por teléfono y quedamos en tomar una cerveza cuando regresara de la misión".

La bebida aún espera en la heladera. Esa fue la última vez que Alejandro habló con alguien en tierra.

Ese encuentro ya no ocurrirá. Tampoco habrá nuevos días de pesca y charla . Ni almuerzos con su madre.

Como tampoco Luis, ese padre que busca justicia y verdad, revelará las dos frases que cada noche, cada madrugada, recita frente a la tumba de su hijo que rompe en forma de olas sobre el casco del buque que lo busca. Que los busca y no los encuentra.