En busca de un trabajo arriba del subte: reparte estampitas pero, de paso, entrega currículums

Leandro Sakellaropoulos tiene 30 años y persigue ofertas de empleo o de alguna changa para subsistir. "Un abrazo o un consejo también me ayudan", les dice a los pasajeros

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Leandro tiene 30 años y reparte currículums en el subte
Leandro tiene 30 años y reparte currículums en el subte

Camisa celeste, pantalón de jean y zapatillas. Leandro Sakellaropoulos cruza Avenida Federico Lacroze, frente a la estación de subte, haciendo malabares para encender un cigarrillo. Relaja su cuerpo, descansa en un banco de la plaza y acomoda su mochila. "Es mi casa. Mi vida está en una mochila", dice el hombre de 30 años a Infobae. "Tengo dos camisas, un bóxer y un par de medias. Nada más", agrega.

Leandro está sumergido en una década perdida. Desde los 20, su vida transcurrió entre la estabilidad y la incertidumbre, siendo el segundo aspecto quien venció al primero por amplia ventaja. Durmió en la calle, revolvió tachos de basura, pidió comer en varias parroquias, abandonó 7 veces el secundario y olvidó sus problemas en la dejadez y el alcohol.

Primero reparte estampitas y, si algún pasajero quiere, le da su currículum
Primero reparte estampitas y, si algún pasajero quiere, le da su currículum

"Tenía trabajo y un día con mi hermana fuimos a vender caramelos en el subte. Lo hicimos para divertirnos, ganar un peso extra y tomar una cerveza. Cuando me quedé sin laburo, pasé a depender de alguna changa esporádica y de la ayuda que podía recibir a través de los demás. Fueron años muy duros", confiesa.

Compró estampitas en una iglesia y comenzó a repartirlas en el subte con un agregado distintivo: "Imprimo currículums y los reparto en el subte", explica. Pero los hechos hablan por sí solos. En el último vagón de una formación que finalizará en la estación Juan Manuel de Rosas de la línea B, Leandro coloca las estampitas sobre las piernas de los pasajeros. "No estoy enfermo, tampoco tengo alguna discapacidad. Solo pido una oferta de empleo, o una changa que puedan darme. Si no pueden ayudarme con eso, un consejo o un abrazo también son bienvenidos", expresa. Detrás de él, dos mujeres se conmueven. Más adelante, un hombre le pide un currículum y le pregunta si es capaz de podar un árbol. "Hago lo que sea, maestro. Ahí está mi teléfono. Llamame y voy", responde Leandro.

"Conseguí bastantes changas así, eh. Ayer tenía una mudanza pero se canceló. Me llaman para levantar paredes o pintar habitaciones. Hago cualquier cosa con tal de trabajar", explica el hombre, nacido en Villa Ballester, quien a diario debe lidiar con el prejuicio y la desconfianza. "A veces me miran mal. Creen que por estar en la calle soy un drogadicto o estoy en la delincuencia. Nunca le robé a nadie. Me mandé alguna que otra cagada que solo me perjudicó a mí. No niego que por momentos me bajoneo. Pero también encuentro personas que me dan un abrazo o me hacen sentir que todos tenemos problemas, que va a estar todo bien".

Su foto, sus datos y todo lo que fue capaz de hacer: Leandro sólo busca trabajar
Su foto, sus datos y todo lo que fue capaz de hacer: Leandro sólo busca trabajar

Dice que "bañarse es fácil". Entra a una cancha de fútbol 5, se compra un pancho y una gaseosa y le pide al dueño usar el vestuario. "Vestirse y comer también es sencillo, porque en las parroquias suelen ayudar a la gente. Lo duro es ganar plata para pagar un lugar en donde dormir". Leandro vive -de a ratos- en Villa Urquiza. Paga una habitación que, a diario, le cuesta $300. "Si pago todo el mes junto me sale $3.000. Pero, ¿cómo hago para tener esa plata en un mismo día?".

Tiene sentido: debe cargar la SUBE para poder viajar; pagar su celular para esperar que alguien lo llame y así obtener un empleo. "Un lavadero para tener la ropa limpia, las estampitas que luego intento vender o una botella de agua mineral si tengo sed. Hasta cuando vivís en la calle tenés gastos", ironiza. "Trabajo desde los 14 en el rubro gastronómico. Estuve en panaderías, pizzerías, parrillas, heladería y bares. Me encantaría volver a trabajar en una heladería. Pero necesito algo fijo, estar en blanco, tener la tranquilidad de que voy a poder dormir todas las noches en una cama".

"Espero que esta situación no dure mucho más. Mi último trabajo fue como peón de albañil. Estábamos haciendo una construcción es un viejo amigo de mi padre. Pero se terminó la obra y no hubo más nada. Mi familia sabe en la situación que estoy, pero tuve muchos problemas de chico y no quiero molestar a nadie. De eso prefiero no hablar".

Cambia los recorridos y las líneas en donde pide trabajo
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Su único requisito es que cualquier trabajo que le ofrezcan no sea por la mañana. "Pasa que estoy en el segundo año de secundario. Lo estoy terminando porque si esto me vuelve a pasar de grande quiero tener el título. No tengo problema en laburar antes o después del colegio, pero no quiero volver a abandonar los estudios", agrega.

Mientras enciende el segundo cigarrillo, un nene que no supera los tres años aparece con un cartón de vino vacío. Se dirige a una fuente, en donde luchará -a pesar de su pequeña estatura- para llenarlo de agua.

Vivir en la calle, para Leandro, "es más crudo de lo que la gente imagina. Yo puedo estar bien vestido, tengo teléfono, pero vivo en la calle. Acá te pasan todas. Podés estar tranquilo, mirando la luna y viene alguno que quiere romper algo o te quiere robar. También te ofrecen mucha droga. En Bajo Flores, revisando tachos de basura, me di cuenta que es increíble lo que la gente tira a la basura. Plata, oro, relojes, o aparatos tecnológicos que funcionan. En la villa, un día abrí una bolsa de consorcio vi una pierna humana. Me agarró un ataque de pánico. Son cosas fuertes".

“Toda mi vida está en una mochila. Es mi casa”, dice (Fotos Martín Rosenzveig)
“Toda mi vida está en una mochila. Es mi casa”, dice (Fotos Martín Rosenzveig)

Su última pareja la tuvo hace un año, cuando comenzó la debacle en su vida. "Me dejó porque no tenía dónde vivir, fue muy duro. Me propuse que esta situación no puede volver a pasar. Tengo 30 años, no quiero que me pase más. Me angustia pensar en todo lo que hice mal para llegar hasta acá, pero intento tener una actitud positiva. Ya estuve sucio, abandonado y no va a volver a ocurrir. Mirá, a veces tengo plata para pagar una habitación, pero elijo dormir en la calle, ¿sabés por qué? Para despertarme y poder sentarme en un lindo lugar a desayunar. Mi papá me decía: 'Trabajo hay, falta gente con ganas'".

– Pero, a vos te sobran ganas de trabajar y no tenés laburo.

– Tenés razón. Pasa que del dicho al hecho…

Leandro Sakellaropoulos – 224 1541572

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