Cervantes y Borges escribieron en bellísimo castellano: ¡no los traicionemos!

Una modesta señal de alarma. Entre las deficiencias de la escuela y los ejemplos que rondan por los medios, estamos redactando el “Pequeño Gran Manual del Burro”. Como paliativo, van estos antídotos

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Para el autor de la nota, los relatores y comentaristas de fútbol hacen uso de un castellano rebuscado
Para el autor de la nota, los relatores y comentaristas de fútbol hacen uso de un castellano rebuscado

No hay caso. Para mal, nunca para bien, entre las mil y una distorsiones nacionales, los chicos, que poco o nada aprenden en la escuela (¡a esta altura del siglo inventaron un método para enseñarles a leer, escribir, y entender lo que leen!), se nutren de una segunda vertiente: el fútbol, sus relatores y comentaristas, sus barbaridades de lenguaje…, y así seguirán por la vida si alguien no los corrige a tiempo.

Ejemplos. Abelardo Castillo, uno de nuestras mayores plumas, en su imprescindible libro "Ser escritor", advierte: "En general, la gente no tiene rostro: tiene cara".

No es un capricho: el consejo se inscribe en lo que decenas de escritores y profesores de lenguaje repiten desde siempre: "Ante la duda, entre la palabra simple y la palabra presuntuosa, elija la primera".

Pero entre muchos relatores y comentaristas de fútbol, este sensato apunte se estrella contra un muro.

Invariablemente se escucha "¡La pelota le pegó en el rostro!", "El codazo fue en pleno rostro: ¡roja directa!", "El defensor se toma el rostro, aunque el golpe parece haber sido más abajo".

Corolario: la palabra "cara", en ese mundo, tiende a desaparecer. Por lo tanto, si eso adquiere rigor de verdad absoluta, no sería difícil que niños y adultos perpetren frases como éstas:
– Te voy a romper el rostro.
– No sé como tenés rostro para mirarme de frente, chanta…
– ¡Sos un desrostrado!
– ¡Mirá que hay que tener rostro de cemento para actuar así!
– Voy a sortear. Acérquense los capitanes. ¿Rostro o ceca?

Hace un tiempo, entre los adolescentes, se usó aquello de "me cortó el rostro". Pero cayó rápidamente en desuso.

De paso, el feroz criminal y mafioso Al Capone vivió y murió con el mote de "Cara cortada", por su profunda cicatriz. Nadie lo llamó nunca "Rostro cortado".

Pasemos a otro pésimo ejemplo. Es bastante común que relatores y comentaristas digan que "Desde que empezó el partido, a Pérez se lo nota fastidioso"

Se ha hecho costumbre. En cuanto Pérez (o cualquier player) está mustio, estos reyes del idioma le adjudican ese calificativo…, que por supuesto es un disparate.

Porque Pérez no está fastidioso. Porque "fastidioso" es quien fastidia (agobia, molesta) a otro u otros. En realidad, Pérez está "fastidiado" (agobiado, molesto, mustio) por acción de otro u otros, o por alguna contrariedad.

Va otra: "Pérez está (o estaba, según) perfectamente habilitado".

En realidad, en esa materia (la del fuera de juego) sólo existen tres posiciones: en la misma línea, habilitado o en posición prohibida.

El "perfectamente", muchachos, pueden omitirlo. Porque en ese ramo no hay perfección posible: está o no está.

A lo sumo, está en posición dudosa.

En todo caso, dejen la perfección para definir una jugada maestra que termina en gol…

Otra que me trae de cabeza. En realidad no me importa: terminé el colegio en el siglo pasado (el XIX, si les gusta el chiste) con altas notas en lenguaje y redacción durante los doce años (primaria y secundaria). Pero sí me importan la lenta demolición de la gramática y la ortografía, reglas de juego clave para entendernos en las dos formas: oral y escrita.

Hay una forma de verbo llamada "subjuntivo". Es posible que algunos la hayan olvidado, o se equivoquen al creer respetarla… y le chingan.

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Lo alarmante es que todos, casi sin excepción (incluyo a los grandes diarios y revistas, y a muchos lenguareces de la radio y la tevé), caen en la trampa, y lo peor… ¡la dan por buena!

Van ejemplos:
– El técnico me llamó a los veinte minutos del segundo tiempo y me pidió que salga.
Craso error: "me pidió que saliera"
– Le pedí que me deje tranquilo.
Error: "Le pedí que me dejara tranquilo"
– No esperaba que venga.
Error: "no esperaba que viniera".

Una más, para no abrumar. Porque hay decenas…
Pero éste es la perla (falsa) de la corona.
– Tengo que entrenar…
– ¿A quién?
– A nadie. Tengo que entrenar para el partido del domingo.
– Entonces, querido… tenés que entrenarte. Uno se entrena a sí mismo, y entrena a otro u otros.

Esto, tan simple, y hoy uno de los reyes del error escrito y verbal, se llama verbo reflexivo: la acción recae sobre el sujeto. "Me entreno" o "Entreno a mi equipo".
¿Quedó claro?

Por favor, ante esta pregunta no me conteste "Me parece de que sí". O "Considero de que sí".
Porque estamos frente a uno de los errores que más descorazonan. En realidad, frente a dos: el queísmo y el dequeísmo.
Horrible.
¡Y es tan fácil evitarlo?
¿Cómo?
Anteponiendo una pregunta.
Ejemplos para toda la vida:
– ¿De qué trata tu examen de hoy?
– Del metabolismo de los azúcares.
– ¿Qué te recomendó el profesor?
– Que leyera los trabajos del doctor Leloir?

Hasta aquí, correcto.
Pero si quiere arruinarlo, va este mamarracho:
– Me dijo de que leyera los trabajos…, etcétera.
O el más común en todo ámbito:
– Considero de que sí.

Estas líneas, para niños de 6 a 80 años, no son para mal de ninguno, sino para bien de todos. Porque si a la decadencia de la escuela le sumamos estas torpezas que rodean, acosan, deforman y se integran al "Manual del Burro", estamos perdidos.

Y en algún momento habrá que pagar el precio.
Tal vez ya lo estamos pagando…