Para combatir la deserción, maestros van a buscar a sus alumnos casa por casa

Uno de ellos tenía cuatro estudiantes y ahora tiene 30. Los premiaron: fueron reconocidos como los “Buenos Educadores de 2016”

Compartir
Compartir articulo
Los docentes premiados no usan las aulas, sino que buscan y van donde están sus alumnos.
Los docentes premiados no usan las aulas, sino que buscan y van donde están sus alumnos.

Sucede en muchísimas escuelas públicas del país. Cada vez son más los alumnos que faltan a clases o abandonan el colegio porque no tienen los recursos económicos para viajar o porque simplemente deben ayudar a sus padres a ganarse el pan del día. Los docentes conocen esta realidad, por eso algunos asumieron el compromiso de ayudar a la gente a no caer en el analfabetismo. Ese es el caso de Adrián Reinozo (neuquino) y Manuel Lepez (porteño), quienes todos los días se acercan a las casas y lugares de trabajo de sus alumnos para dictarles las clases.

El primero da clases en Escuela Rural N° 306 de Huiliches, en Neuquén. Como los alumnos dejaban de asistir porque debían ayudar a sus comunidades mapuches, tomó la decisión de ir hasta las partes altas de la montaña y apostarse junto a sus alumnos mientras estos trabajaban. Manuel, que enseña en el Centro Educativo N° 45 de la Villa 20 de Lugano, tiene una historia similar. Las aulas eran cada vez más despobladas, por lo que, durante meses, salió a buscar casa por casa a los estudiantes que faltaban y los fue convenciendo de volver a estudiar. De esa manera, pasó de tener 4 a 30 alumnos.

LEA MÁS: La escolaridad a los tres años, otra paradigma educativo es posible

Por tal motivo, y junto a otros 22 docentes que se toman el trabajo de ir puerta por puerta, fueron galardonados con el Premio Buenos Educadores de 2016 que cada año reconoce al mejor docente de cada provincia. A Adrián y Manuel, se sumó Beatriz Branca, una docente de Algarrobo del Águila, un pueblo pequeño en La Pampa donde prevalecen los puestos rurales dedicados a la cría de cabras. Allí, implementó el "Programa Encuentro" que –según contó a Clarín– consta de visitar esos puestos para alfabetizar a la mayor cantidad de habitantes posibles, en su mayoría adultos de más de 50 años.

LEA MÁS: Radiografía de la educación en Argentina

Según precisó la mujer, la recorrida arranca a las 10 de la mañana y termina pasadas las 21. No obstante, el sacrificio vale la pena porque ella está segura de que no hay edad ni limitaciones para aprender. La mayoría de sus alumnos son adultos de más de 50 años que no saben leer ni escribir y que solo tienen tiempo para trabajar.

Al igual que ella, el maestro jujeño Guillermo Duarte camina entre 12 y 14 horas para llegar a la Escuela N° 76 de Molulo, a 60 km de Tilcara. Allí se queda 20 días junto a sus alumnos donde trabajan ininterrumpidamente para luego tomarse 10 días seguidos de descanso.

El hombre precisó que la mayoría de los habitantes del lugar se dedican a la Ganadería y Agricultura. Para dedicarse a la educación rural, dejó los libros contables y arrancó a viajar. "Prefiero hacer esto, que me llena el corazón. Siento pasión por la educación rural. Para mí estar en la escuela es una elección", confesó en Clarín.