Ya en la entrada cada invitado se encuentra con mucho color y calor. Con saludos afectuosos, a los besos y abrazos, los organizadores reciben a todo el que llega al lugar, incluso a algún desprevenido que arriba al edificio por cuestiones ajenas. La buena vibra, los ánimos en alto, son una condición exclusiva para participar y vivir a pleno el Daybreaker, el movimiento social que se realizó por primera vez en el país y promete convertirse en una tendencia porteña.
El color es una constante que caracteriza el registro previo para ingresar. También lo será en la fiesta. Los trajes pintorescos y disfraces exóticos -principalmente de los organizadores- abundan. Por momentos el evento parece más un encuentro típico de Halloween que una reunión para los amantes de la espiritualidad y la vida sana. Era la temática del encuentro: traer atuendos con "estampados locos y zapatillas colorinches".
La fiesta que surgió en un sótano de Nueva York como idea de dos amigos que imaginaron un proyecto artístico combinado con una experiencia social tomó tal aceptación que se fue expandiendo a otras ciudades estadounidenses, como Los Ángeles, Chicago o Boston. Y de allí se fue expandiendo a un total de 22 locaciones repartidas por todo el globo: Londres, París, Toronto, Shanghái, Montreal, hasta llegar a Buenos Aires.
El punto de encuentro fue la terraza del edificio WeWork, torre Bellini. Con una pared pintada con una paleta de colores de un lado, el lugar está rodeado de vidrios que dejan ver la ciudad a pleno desde las alturas, con el Río de La Plata de fondo. El clima fue cómplice, la salida del sol le dio un toque más de maravillosidad al escenario.
El evento se inició con una hora de yoga, a cargo de la profesora Dafne Schilling. De antemano, se avisó que la capacidad para practicar la disciplina milenaria era limitada, por eso había tickets disponibles solo para las dos horas posteriores, reservadas para bailar. Lo limitado, en todo caso, resultó el espacio. Por la buena concurrencia por momentos parecía que se chocaban entre sí.
Luego del yoga, llegó el turno de guardar las alfombras y colchonetas, de cambiarse un poco la vestimenta para el baile. Las mujeres hacían fila en un sector donde les colocan "brillitos" en el rostro, como ocurre en los cumpleaños de las niñas. Ya en la pista, orquestado por un DJ, la imagen es una idéntica a un boliche, solo que además con performances especiales, tocando instrumentos o con animadores desplegando su carisma.
En el medio, cada uno podía tomarse un descanso para desayunar. El menú para degustar se componía de frutas, barras de cereal y galletas de limón, entre otros alimentos sanos. Con barra libre (solo se paga la entrada), para beber las opciones disponibles van en la misma sintonía: café frío, jugos, agua y bebidas saborizadas.
Ya arribando a las 9, la fiesta se va terminando. Llegará ahora el tiempo no de acostarse, sino de ir a trabajar. Comenzar la jornada motivado y energizado es la idea, tal cual cuenta Gastón Silberman, Director de la agencia UV Digital Agency y principal promotor de la llegada del evento a la Argentina. De acuerdo al joven emprendedor, la concurrencia fue un éxito. En diálogo con Infobae, expresó su conformismo y satisfacción por las más de 110 personas que asistieron.
Para el futuro, la movida seguirá. Será una vez por mes, variando de locación en cada edición, explicó Silberman, que ataviado con una especie de traje multicolor bajo una capa negra invitaba a periodistas y fotógrafos a sumarse al baile. El organizador lo propone con el espíritu que refleja la pura esencia del Daybreaker: aunar gente que comparta los mismos valores, los de divertirse sin intoxicarse y alejados del ambiente de la noche.
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