Raúl Alfonsín sufría los embates de los militares carapintadas y la Cámara de Diputados era un escenario político que desnudaba a golpistas y demócratas. Era asesor del bloque peronista, que estaba liderado por José Luis Manzano, y siempre aparecía medido, inteligente y respetuoso. En la jerga de los ochenta, a un militante de esas características se lo llamaba “Cuadro”.
El Cuadro Ginés González García, cuando la democracia zozobraba porque Aldo Rico no se rendía, hablaba con los periodistas, los asesores legislativos, los diputados y los espías del Ejército para defender un sistema institucional que crujió durante toda la Semana Santa de 1987. “Si nos caemos ahora, no volvemos”, repetía en el Salón de los Pasos Perdidos cuando las noticias desde Campo de Mayo llegaban pesadas y oscuras.
Después se fue a trabajar de ministro de Salud con el gobernador bonaerense Antonio Cafiero, que sonaba como candidato a presidente del peronismo que regresaría al poder en 1989. Cafiero perdió la interna partidaria en 1988, y Carlos Menem sucedió a Alfonsín en la Casa Rosada. González García no compartía la versión peronista de Menem y se refugió en la actividad académica y en su fundación Isalud, desde donde defendió la salud pública, la producción de genéricos y la posibilidad del aborto legal.
Fernando de la Rúa cayó en diciembre de 2001, Eduardo Duhalde se hizo cargo de Balcarce 50 y designó a González García como ministro de Salud. González García se quedó hasta que Néstor Kirchner concluyera su mandato en 2007, e impulsó una política de medicamentos que causó fuertes enfrentamientos con los laboratorios, que resistían su decisión institucional de prescribir genéricos en reemplazo de las marcas avaladas por el marketing.
Cristina Fernández de Kirchner asumió en 2007, y Ginés González García abandonó -por un tiempo- la salud pública y partió a la embajada argentina en Chile. Estuvo en Santiago ocho años y aún recuerdan su excelente gestión como embajador político. Volvió en Buenos Aires en 2018, tras recibir a su amigo José Octavio Bordón, que fue designado para sucederlo por Mauricio Macri.
En la oposición, Ginés González García fue crítico de la política de salud publica de Macri y mantuvo su conducta militante: no dejó de frecuentar a Alberto Fernández y coordinó los equipos técnicos que redactaron la plataforma electoral del Frente de Todos. Aunque era un secreto a voces, el presidente electo aguardó el momento oportuno para ratificar su designación como ministro de Salud: ocurrió cuando fue premiado con el doctorado Honoris Causa de la facultad de Medicina de la UBA.
“Un día lo llamé a mi oficina y le dije: ‘Hice lo imposible para no tener que convocarte, pero te necesito Ginés, no yo, la Argentina que se ha vuelto a enfermar de sarampión, de varicela, que ha vuelto a recrudecer la tuberculosis. Son millones de argentinos que no tienen tiempo. No hay tiempo para aprender Ginés, vení y hacete cargo que vos todo lo sabés’”, reveló Alberto Fernández durante el acto en la Facultad de Medicina, donde le entregaron el doctorado honoris causa a González García.
La designación de Alberto Fernández es una respuesta ideológica a dos factores de poder de la Argentina: la Iglesia y la industria de los medicamentos. Como ministro de Salud, González García apoyará la despenalización del aborto y la producción a escala de los genéricos, que son una variable más económica de los remedios que se venden en las farmacias.
Para ambos, Alberto Fernández y González García, no les será tarea fácil.