Felipe Solá, un peronista que logró reinventarse y ahora se enfrentará como Canciller a una región convulsionada

El diputado y ex gobernador bonaerense había roto con el kirchnerismo en 2008. Pero se convirtió en uno de los principales impulsores de la unidad del peronismo para enfrentar a Mauricio Macri

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(felipesola_ok)
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Al igual que el peronismo, Felipe Solá logró reinventarse una vez más. El ex gobernador bonaerense se había alejado del kirchnerismo en 2008 durante el conflicto con el campo debido a su oposición terminante a la 125 (retenciones móviles) que lo dejó aislado dentro del espacio político que lo había llevado como diputado nacional. Pero no sería el único, a los pocos días Alberto Fernández también abandonaría el gobierno.

Por aquel entonces ambos iniciarían un largo derrotero que los volvió a reunir hace pocos meses. Durante esos años coincidieron en sus duras críticas al gobierno del que formaron parte y en 2013 apuntalaron juntos el proyecto político de Sergio Massa.

Pero Alberto Fernández terminaría, en 2017, como jefe de campaña de Florencio Randazzo, y un año más tarde Solá rompería el bloque del Frente Renovador -junto Facundo Moyano y Daniel Arroyo- para formar Red por Argentina. Los efectos de las políticas económicas de Cambiemos convertirían al ex gobernador en uno de los principales defensores de la unidad del peronismo, con Cristina Kirchner incluída.

Felipe Solá, Cristina y Néstor Kirchner (NA)
Felipe Solá, Cristina y Néstor Kirchner (NA)

Una de las primeras chispas de aquella unidad se produjo el 1 de agosto de 2018, el mismo día en que estalló mediáticamente la causa de los Cuadernos. Solá y Cristina se reunieron en el Instituto Patria. Llevaban más de diez años sin hablarse. En el medio, antes de apoyar a Massa, el ex gobernador se había aliado con Francisco de Narváez y Mauricio Macri para infringirle la primera derrota electoral al kirchnerismo en las legislativas de 2009. Él mismo lo calificaría años más tarde como el peor error político de su carrera. Según dijo, actuó por bronca por haberse sentido maltratado después de años de fidelidad al peronismo.

Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Felipe Solá en 2009
Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Felipe Solá en 2009

En ese primer acercamiento la ex presidente y el diputado compartieron su preocupación por la situación social y económica del país, pero no avanzaron en ningún acuerdo político de cara a las elecciones. Algo similar había ocurrido entre Alberto y Cristina varios meses antes. Corrían tiempos de reconciliación en el peronismo.

Cuando a mediados de este año la líder de Unidad Ciudadana decidió dejarle el primer lugar de la fórmula a Fernández, Solá bajó su precandidatura presidencial como ofrenda a la unidad. El gesto no pasó inadvertido, Alberto lo sumó a su mesa chica porque comparten ideas, confía en él y sabe que su perfil moderado equilibra el peso específico de la ex presidenta y el kirchnerismo más duro.

No es nada nuevo para él, con 69 años Solá carga a sus espaldas con una larga experiencia en todos los niveles de la estructura estatal, también es fiel conocedor de las tensiones internas y las mañas del peronismo.

Su carrera comenzó de la mano de Antonio Cafiero, quien convocó al joven ingeniero agrónomo como ministro de Asuntos Agrarios bonaerense en 1987. Luego sería diputado nacional y secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca durante los primeros años del gobierno de Carlos Menem. Bajo su gestión erradicó la aftosa y autorizó el ingreso de la soja transgénica en el país, medidas que tendrían un gran impacto en el desarrollo exportador del sector.

En 1999 se convertiría en vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, encolumnado detrás de Carlos Ruckauf. Menos de tres años más tarde, en medio de la peor crisis social de la historia reciente, asumió como gobernador cuando su compañero de fórmula renunció para ser ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de emergencia de Eduardo Duhalde. La primera parte de su gestión quedaría marcada por los crímenes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en el Puente Pueyrredón. Sería reelecto gobernador en 2003 y al término de su mandato asumiría como diputado nacional por el kirchnerismo.

Carlos Ruckauf y Felipe Solá
Carlos Ruckauf y Felipe Solá

Ahora se prepara -con clases de inglés incluidas- para llevar adelante la política exterior del flamante gobierno del Frente de Todos. Solá viajó junto con Alberto Fernández a España y también a México, donde se reunieron con su principal aliado político de la región, Andrés Manuel López Obrador. También lo acompañó durante el cónclave del Grupo de Puebla que se realizó en Buenos Aires. Ambos coinciden en el diagnóstico: es primordial recuperar la unidad latinoamericana para que la región recupere fortaleza política. Pero la unidad -aclaran- no puede basarse únicamente en la afinidad ideológica como ocurrió en la década pasada. “Desideologizar las relaciones con el mundo”, será el principal lineamiento.

Los últimos meses fueron particularmente álgidos en América Latina y ya obligaron a la dupla Fernández-Solá a tomar posición en varios conflictos. Se mostraron enfáticos en calificar la salida de Evo Morales como un golpe de Estado, condenaron la intervención de las Fuerzas Armadas y cargaron contra Macri por no ofrecer asilo al líder del MAS y a sus ministros. Fiel a su habitual tono descontracturado y un tanto provocador, Solá dijo que la autoproclamación de Jeanine Añez como presidenta interina “era una payasada”.

Alberto Fernández y Felipe Solá en España (Crédito: Alejandro Ríos)
Alberto Fernández y Felipe Solá en España (Crédito: Alejandro Ríos)

También tuvieron especial cuidado respecto a la crisis venezolana. Si bien evitan calificar al gobierno de Nicolás Maduro como una dictadura, reconocen sus “rasgos autoritarios”. La solución que promueven, en sintonía con México, es elecciones libres con control internacional, especialmente de los países de la región. Una postura alejada a los embargos e intervenciones militares con las que amenaza Donald Trump. Más aún, Solá ya adelantó que Argentina no cambiará su posición sobre este tema para congraciarse con Estados Unidos de cara a la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional.

Otra cuestión urgente para el flamante gobierno será la normalización de las relaciones con Brasil. El presidente Jair Bolsonaro plantea dos problemas: por un lado, dejó en claro que no tiene interés en potenciar el Mercosur; por otro, mostró abiertamente su desprecio por líder del Frente de Todos. La relación comercial con Brasil es vital para la Argentina por eso Solá deberá extremar sus habilidades de negociador para “derrumbar la pared” que levantaron desde Brasilia. Aunque -reconocen- el comportamiento imprevisible de Bolsonaro podría terminar convirtiéndose en un muro infranqueable. Hasta el momento ni siquiera está confirmado a quién enviarán a la asunción del 10 de diciembre.

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Finalmente, el último tema estratégico -que podría definir el futuro económico del país y la región durante las próximas décadas- es el acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. Solá anticipó que cuando se debata en el Congreso no tendrán una “actitud hostil” simplemente porque haya sido firmado por Mauricio Macri. Pero en línea con lo que ya plantearon casi todos los referentes del Frente de Todos, confirmó que se revisará la letra chica para garantizar mercados para nuestras exportaciones agropecuarias y evitar que las importaciones industriales de las potencias europeas destruyan sectores económicos poco competitivos.

Solá ya actúa como ministro en funciones. Hasta el momento, se puede leer de sus acciones que su gestión estará marcada por el pragmatismo y la moderación. En una región sacudida por fuertes tensiones sociales y en el marco de una negociación con el FMI que puede truncar el futuro económico del país, su rol será clave.

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