El oficialismo y el peronismo K apuestan a la polarización extrema en las PASO

Las últimas encuestas ya reflejan ese escenario, y así lo exponen los movimientos de las dos fuerzas. Es un juego básico. El Gobierno y sus candidatos apuntarán a Cristina y al kirchnerismo duro. Y el Frente de Todos buscará no salirse mucho de la crítica al ajuste

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Un resumen de más de una docena de encuestas que circula en algunos ámbitos empresariales aporta números que afirman el panorama de prematura polarización, curiosamente en un clima de campaña poco motivante. La tercera fuerza, encabezada por Roberto Lavagna, marca 11 puntos en el mejor registro y 4,2 en el que anota la cifra más baja: el promedio ronda los 8. Los indecisos, salvo en un sondeo, están bastante por debajo del 20 por ciento. Esa es en conjunto la tendencia que refleja el compilado de encuestas. Números para estudiar, pero que están en línea con la apuesta cada vez más clara del oficialismo y del peronismo K.

Los dos principales competidores ratificaron ahora de manera explícita que van por una pelea de fondo ya en las PASO. Y en una y otra vereda dicen que tal vez –sería el deseo- todo quede definido en octubre. Es decir, y a riesgo de repetir: convertir las primarias de agosto en una virtual primera vuelta y transformar el primer turno en un balotaje de hecho.

Ayer hubo señales claras. En el encuentro oficialista de Parque Norte, destinado a alinear la campaña, Jaime Durán Barba exageró algo sobre el nivel de polarización que detecta a un mes de las PASO –casi excepcional en la región, según su discurso- y dijo que "no es imposible" que la elección quede resuelta en primera vuelta.

Jaime Durán Barba ayer en Parque Norte
Jaime Durán Barba ayer en Parque Norte

Por supuesto, desde su óptica, la intención es colocar como contraparte a Cristina Fernández de Kirchner y en lo posible ignorar a Alberto Fernández, más allá de la formalidad de la fórmula. Competir contra el kirchnerismo duro: ya lo empezaron a exhibir los principales candidatos, empezando por María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, además de Miguel Ángel Pichetto, más áspero y directo que otros. Además, claro, se trataría de restarle espacio a la tercera opción y a las que le siguen, especialmente José Luis Espert, con registros que oscilarían en tres o cuatro puntos que consideran rescatables para el oficialismo.

Con el mismo objetivo dibujado en los escritorios de campaña, apuntarían a reponer la trascendencia de las PASO y sepultar en el olvido las descalificaciones propias y variadas, que sólo podían desalentar la asistencia al cuarto oscuro. Eso, dándole incluso jerarquía no de test electoral sino de batalla central para encarar la primera y "decisiva" primera vuelta.

Al menos en esto último hay coincidencia con la visión de Vidal. En La Plata afirman que alentar la participación en las primarias es una pieza central para achicar diferencias con el Frente de Todos. Es sabido: en Buenos Aires no existe de verdad segunda vuelta. Y lo que ocurra en agosto será un mensaje potente, también, desde ya, para las cuentas nacionales. La mejora que está registrando Macri desde fines de abril, según la mayoría de los sondeos, aporta sin dudas, aunque el dilema sigue siendo cómo recortar distancias cruzadas: la ex presidente arrastra a Axel Kicillof –ahora más expuesto- y la gobernadora está por encima de los registros del Presidente.

María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta (Franco Fafasuli)
María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta (Franco Fafasuli)

En esa disputa, se admite que no está claro cuánto podría incidir el corte de boleta. Y en la misma línea, tampoco lo está del todo si la polarización extrema arrastra también a la pelea por la gobernación. En todo caso, la disputa con el candidato de la ex presidente empezaría a tener también un perfil de mayor dureza.

Los números de los últimos sondeos que vienen circulando han mejorado el clima interno, aunque no del mismo modo en todas partes. Siempre, cerca de Vidal son más cautos, pero ni siquiera en todos los despachos políticos del Gobierno se hacen las mismas evaluaciones, con matices de optimismo.

El referido resumen de encuestas hecho por una importante firma –incluye trabajos de junio y lo que va de julio- muestra que en promedio la brecha entre Fernández-CFK y Macri-Pichetto estaría en 3,3 puntos. En algunos medios del oficialismo estiran esa diferencia a 5 puntos, aunque destacan que la cifra era bastante más alta en mayo y señalan un mejoramiento presidencial sostenido junto a un estancamiento o leve caída de los Fernández. De todos modos, las proyecciones entran en la zona gris del margen de error cuando se proyectan indecisos.

El tema de una posible definición en primera vuelta –con sentido inverso, por supuesto- había nacido en el kirchnerismo y fue propagado desde el Instituto Patria con pronóstico de triunfo propio: hablaban directamente de superar los 45 puntos, no de la otra ecuación, es decir, entre 40 y 45 por ciento con más de diez puntos de diferencia sobre el segundo.

También las estructuras y referentes del Frente de Todos vienen ensayando una unificación de criterios de campaña, por ahora más atados a los pasos de Alberto Fernández, sin contar el espacio que se reserva la ex presidente. Básicamente, se trata de centrar la ofensiva contra el Gobierno en las consecuencias del ajuste de la economía. Pararse allí conlleva naturalmente la intención de evitar temas espinosos de su propia gestión.

(Nicolás Aboaf)
(Nicolás Aboaf)

Todo, en el papel, bastante básico para las dos apuestas, con el punto en común del juego a la polarización. Eso no computa gestos y hechos imprevistos: tiros en el pie. Los sufre Alberto Fernández con expresiones inquietantes de algunos kirchneristas duros a favor de reformar la Constitución y subordinar la Justicia. Acaba de sufrirlo el oficialismo con las infelices frases de un ministro sobre los carapintadas.

Pero además, resulta contradictorio ese movimiento polarizador con el intento previo de moderar o ampliar la oferta política, según el caso, para salir del barro de la grieta y poder convocar al electorado, amplio, fatigado con esa disputa. Una franja heterogénea que se divide a su vez entre votantes más ideológicos y otros, los más, que finalmente vieron decaer la opción de una tercera propuesta con base sólida, por desencuentros y mezquindades en ese espacio.

El riesgo de la polarización extrema es el escaso lugar asignado al debate. Y podría terminar exponiendo una campaña más lineal, pobre. Es al menos lo que surge de los ejercicios para la campaña registrados en esta semana corta.

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