Sucedió en la sede de la Unión Europea en Bruselas, ayer a las 21.00 hora local: cinco ministros del Mercosur, tres altos funcionarios argentinos, dos comisarios europeos y un vicepresidente de la Comisión Europea asaltaron una docena de pizzas antes de continuar negociando un "acuerdo político" entre el Mercosur y la UE que debería desembocar en el tratado comercial más ambicioso que jamás hayan firmado estos dos bloques económicos.
Macrón y las vacas
El presidente francés Emmanuel Macron logró conformar un mini bloque regional que integran Francia, Bélgica, Polonia e Irlanda. El grupo no tiene demasiado interés en el acuerdo bilateral, aunque el presidente francés le juró a su colega argentino Mauricio Macri que haría "todo lo necesario" para que terminen las negociaciones entre la UE y el Mercosur.
Macri y Macron se encuentran hoy en la cumbre del G20 en Osaka. En esa hermosa ciudad japonesa, custodiada como una fortaleza medieval, Macri intentará -por enésima vez- que Macron cumpla con su palabra y ordene destrabar las diferencias técnicas que aún se debaten en Bruselas.
Es decir, los cinco ministros del Mercosur, los tres altos funcionarios argentinos y las autoridades europeas podrían anunciar hoy oficialmente que se llegó a un "acuerdo político" entre los dos bloques geopolíticos. Pero Macron y sus aliados de Bélgica, Irlanda y Polonia son permeables a la presión de la agro industria europea, y esa presión conspira contra las negociaciones que desde hace 48 horas se desarrollan en la sede de la UE.
Si Macron finalmente le asegura a Macri que respaldará las negociaciones en Bruselas, los representantes del Mercosur y la UE sólo tienen que ajustar los detalles técnicos del acuerdo y después redactar una declaración política que haría historia en las relaciones bilaterales entre el Cono Sur y Europa.
Macri está en Japón, a miles de kilómetros de Bélgica, y aguarda con supuesta calma que Faurie y Sica llamen a su celular y le informen que finalmente se dio el acuerdo entre ambos bloques geopolíticos. Es una llamada que, como máximo, debería ocurrir a las 7 AM del sábado en Japón, medianoche del viernes en Bruselas.
Es que en el primer minuto del sábado europeo, todos los representantes de la UE partirán de vacaciones y la ventana de oportunidad se habrá perdido una vez más, tal como sucede desde el siglo pasado, cuando iniciaron las negociaciones que ahora se quieren cerrar contra reloj y con una porción de pizza crujiente como testigo.
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