La interna de la Corte sigue sin cerrar: pésima señal, no sólo para el Gobierno

Se esperan nuevas pulseadas, con Rosenkrantz casi en soledad. Ni siquiera es sólido el "tridente peronista". Lorenzetti busca mantenerse como jefe aún sin la presidencia. Y Rosatti también tiene aspiraciones. Un cuadro que genera incertidumbre

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(cij)
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Una brisa de alivio en medio de la tormenta. En la Casa Rosada, y sobre todo en el área de Justicia, evaluaban anoche como un avance al fin el acuerdo con la Justicia para que una franja de jueces, los designados desde 2017, empiecen a pagar gradualmente el impuesto a las Ganancias. No es un dato menor, como mensaje antes que por el volumen de recaudación. Llega además en un momento complejo, por las malas señales de la Corte hacia el Gobierno. ¿Sólo malas para el Gobierno? Según como se mire, podrían ser pésimas y de espectro más amplio, incluida la propia Justicia.

La situación viene de arrastre y el detonante último fue la decisión de la Corte sobre el cálculo de las jubilaciones, acompañada de la poda de atribuciones de su presidente, Carlos Rosenkrantz. No es lo único. Trascendió que la batalla planteada por Ricardo Lorenzetti, Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqueda tendrá nuevas entregas antes de fin de año. Y hay más: ni siquiera estaría asegurado el equilibrio en ese trío. Lorenzetti aspira a seguir siendo jefe sin el cargo de presidente, no un integrante más del virtual bloque interno. Y en ese entramado, Rosatti seguiría teniendo aspiraciones de encabezar tarde o temprano el máximo escalón de la Justicia.

En el Gobierno, las miradas más descarnadas apuntan también y en primer lugar a una suerte de crisis propia de interlocución con la Corte. Y suman recreados malestares con los promotores de la integración de Rosenkrantz –no por su espesor jurídico, sino por la falta de plasticidad política- y de Rosatti, por sus aspiraciones individuales. Una mirada que busca extender el foco más allá de los propios malestares del Gobierno -y sobre todo del Presidente- destaca además el impacto más amplio que podría tener el "desplante" de la Corte, por ejemplo, en el mundo de la economía y particularmente de los inversores.

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Todo eso es registrable. Pero tal vez lo menos señalado sea el riesgo para la imagen misma de la Corte, y por extensión de la Justicia, escasamente ponderada en cualquier encuesta cualitativa que sea consultada. El problema es que la Corte no está dando un mensaje de independencia respecto del Gobierno, sino exponiendo disputas palaciegas y políticas. Eso, al punto de haberse difundido la idea de que opera un tridente o triunvirato peronista, de manera concertada. Rosenkrantz sería la víctima del juego en el tribunal, pero el destinatario último sería Mauricio Macri.

Es una lectura que reconoce componentes reales, pero es al menos lineal. Son historias diferentes de recorridos personales y además, con aspiraciones distintas. Tal vez éste último sea el factor más inquietante. Se ha dicho: no se trata de una Corte afirmada en la independencia, tampoco del origen de cada integrante. El problema sería una Corte sumida en una crisis. Y ese estado generaría más incertidumbre que previsibilidad.
Es una disputa que afloró desde la designación de Rosenkrantz, con asperezas y cruces iniciales a su cuenta, y que no da indicios de haber sido agotada. Involucra a él mismo, al terceto que viene actuando por ahora en conjunto y con otra magnitud, a Elena Highton, también en medio de presiones que podrían hacerse más visibles la semana próxima.

La decisión sobre el cálculo de jubilaciones y los ajustes de poder doméstico alumbraron en ese cuadro, ya cruzado por pinceladas previas. En el Gobierno, junto con el análisis del posible impacto presupuestario del último fallo, algunos funcionarios hacían cálculos políticos, y en ese rubro anotaban también facturas propias sobre la relación con la Justicia.

Mauricio Macri y German Garavano, ministro de Justicia
Mauricio Macri y German Garavano, ministro de Justicia

Las miradas más ácidas no apuntaban sobre Germán Garavano. Reconocen que el ministro tiene un lugar acotado en el difícil ejercicio de las relaciones "más discretas", por su función y por efecto del esmerilamiento que atribuyen a operadores del terreno judicial. En todo caso, los cuestionamientos, reservados, estaban más dirigidos a José Torello, Fabián Rodríguez Simón y otros integrantes de la "mesa judicial", ya no Daniel Angelici, bastante desgastado. También, a quienes impulsaron las incorporaciones a la Corte en la gestión de Macri, entre ellos y en primera línea Elisa Carrió y Mario Quintana.

Los cálculos en materia de impacto fiscal corrieron por cuenta de Nicolás Dujovne. El mensaje al Presidente fue que sería manejable, porque los fallos por venir en la misma línea llegarían de manera gradual.

La decisión del máximo escalón judicial dejó abierta otro frente también político. Expresó que el Congreso debe resolver la cuestión definitiva sobre el índice a aplicar para el cálculo jubilatorio específico en una pila de causas. Traducido, en ese aspecto mantuvo una línea conocida: que la política se haga cargo de un tema finalmente político.

Difícil que un proyecto de esa naturaleza vaya al Congreso antes de las elecciones. Pero ese sería un problema para otros. La Corte tiene de sobra con los suyos, y no estaría reparando en los efectos de su oleaje.