Urbanizar las villas y debatir el aborto: ¿la "derecha" hace lo que no hizo el "progresismo"?

Un líder de los movimientos sociales sostuvo que proyectos como el de los barrios populares sólo pueden avanzar con “gobiernos de derecha”. El mismo encasillamiento desconcertó frente a la despenalización del aborto. El peso de los prejuicios

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"Este tipo de proyectos sólo se pueden hacer con gobiernos de derecha". El textual corresponde a una declaración de Juan Grabois, líder destacado de los movimientos sociales y dirigente de fluida relación con el papa Francisco, en apoyo al proyecto de urbanización y titularización de propiedades de barrios populares. El razonamiento no es nuevo: algo parecido se escuchó frente a la decisión presidencial de abrir el Congreso al tratamiento de la despenalización del aborto.

Además de apoyarse en categorías políticas estáticas que borran matices e impiden redefinirlas, la frase en cuestión tiene un enorme implícito, una especie de justificación de las imposibilidades del "progresismo" o si se prefiere, una exculpación que disimula carencias de voluntad política. La "derecha" tendría márgenes para actuar que no le están concedidos a otras fuerzas. Lo redondeó así: "Imaginate a Cristina o Chávez presentando un proyecto como este. Dirían que somos Cuba o Venezuela".

Bajo el título "Régimen de integración socio urbana y regularización dominial", el proyecto al que alude Grabois fue presentado hace diez días con las firmas de Elisa Carrió, Mario Negri y Nicolás Massot -la primera línea de Cambiemos en Diputados-, pero se trata de un texto que nació de viejos reclamos desatendidos y de un trabajoso consenso.

Fue elaborado en el ámbito del ministerio de Desarrollo Social, que conduce Carolina Stanley, y resultaron centrales para cerrar un acuerdo las conversaciones con los movimientos sociales (CTEP, Barrios de Pie, CCC) y Caritas, de extensa acción en todo el país y expresión oficial de la Iglesia Católica en este terreno. En conjunto, una señal política significativa que generaría adhesiones amplias en el Congreso.

Carolina Stanley reunida con las organizaciones sociales
Carolina Stanley reunida con las organizaciones sociales

La iniciativa apunta a un trabajo complejo y de mediano o más bien de largo plazo que superaría a la actual gestión de gobierno, pero que si transita como se espera el trámite legislativo, podría tener sentido duradero, a prueba de cambio de gestiones. Involucra según los datos conocidos a 4.228 barrios precarios de todo el país –la mayoría, por supuesto, en los grandes conglomerados urbanos- y a unas 3,5 millones de personas.

El propio relevamiento ya hecho, y al que se ajusta este proyecto, expone la complejidad del tema y los tiempos para enfrentarlo. Hace un año, un decreto presidencial estableció el "Registro nacional de barrios populares en proceso de integración urbana": formalizó así un trabajo que se venía haciendo desde mucho tiempo antes.

La iniciativa plantea un proceso de expropiación de terrenos, que demandará tareas de valuación y generación y administración de fondos (nacionales, provinciales, municipales y de origen privado o de organismos internacionales), como paso previo a la legalización de dominios para los habitantes de cada asentamiento. El texto contempla además la suspensión por dos años de juicios y reclamos por parte de privados o del Estado.

Tarea compleja y singular. Son declaraciones como la referida más que los proyectos específicos las que pueden establecer cierta coincidencia entre esta iniciativa de urbanización de villas y la decisión de abrir las puertas del Congreso al tratamiento de proyectos de despenalización del aborto.

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Algunas expresiones desde el "progresismo" apenas conocida aquella decisión de Mauricio Macri le dieron a esa movida un sentido utilitario. La calificaron como una "cortina de humo" para tapar otros temas ásperos de la realidad: una jugada para imponer la agenda pública, algo que en el mejor de los casos es efímero, porque la agenda "pública" es por definición "social", no depende exclusivamente del poder político ni del impacto mediático.

Pero también el trasfondo de aquella especie de malestar está teñido ideológicamente. Vista con esa limitación de análisis, la despenalización del aborto sería una cuestión ajena por completo al oficialismo, ubicado en un viejo y rígido casillero que ni siquiera supone matices: la "derecha" debería bloquear y no habilitar este debate. Ocurre que eso pasó en el kirchnerismo. No lo quería la ex presidente, pero en su círculo argumentaban que no podían abrir otro frente de conflicto con los poderes fácticos.

La hipótesis sobre la intencionalidad última de Macri puede tener sustento en cuanto al oportunismo político, aunque otras historias suyas en terrenos similares exhiban al menos pragmatismo y roces con posiciones conservadoras, entre ellas y en esta materia las de la Iglesia. Pero además, la realidad es más rica: frente a este tema, el oficialismo –en el Congreso y también en el recuento de posiciones individuales entre los integrantes del gabinete nacional- aparece dividido, igual que otras fuerzas políticas.

Juan Grabois, durante el acto de Hugo Moyano de febrero
Juan Grabois, durante el acto de Hugo Moyano de febrero

Parece claro que en general, los debates expresan tendencias o situaciones sociales. Y el realismo para leer lo que ocurre en la sociedad no es una cualidad estrictamente ideológica. Menos aún, el sentido de la oportunidad. Así parece entenderlo también Grabois, que en otro tramo de las declaraciones citadas amplió su mirada sobre la ley de urbanización: "Tenemos que aprovechar la ventana de oportunidad, ir para adelante y no tener prejuicios". Ese último asoma como un ejercicio infrecuente.

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