Cuando Cristina se convirtió en la jefa de todo el peronismo

El velatorio privado a cajón abierto de Néstor Kirchner, en El Calafate, fue el momento en donde la ex presidenta heredó el mando político de su marido y mentor. Hoy,se revirtió la situación y depende del peronismo para no ir a prisión

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Cristina Kirchner durante el funeral público de Néstor Kirchner (NA)
Cristina Kirchner durante el funeral público de Néstor Kirchner (NA)

Fue una capilla ardiente bastante particular, sin flores —era feriado— ni velas ni luces. Sólo, el féretro. Primero, durante una hora y cuarto, rodearon a Néstor solamente Cristina; su hijo, Máximo, y su pareja; la mamá, María Ostoic; la hermana del ex presidente y ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner; la suegra, Ofelia Wilhelm de Fernández, y otros parientes y amigos íntimos así como los colaboradores más cercanos de los Kirchner.

Un núcleo muy reducido, que incluía al padre Carlos "Lito" Álvarez, el carismático cura de la parroquia local, y entre los que descollaban —para los más entendidos en el círculo rojo del kirchnerismo— Ulloa y Báez, que hacía unas pocas horas había estado en esa casa, en ese living, con Kirchner, "un hermano", como le gustaba decir.

Funcionarios, legisladores y dirigentes esperaban en el parque que Cristina les abriera la puerta para sumarse al velatorio. Charlaban repartidos en grupos, preocupados sobre el futuro del gobierno y del país, que era una forma elegante de expresar el temor común sobre qué sería de cada uno de ellos ahora que había muerto el auténtico líder del oficialismo y Cristina debía gobernar en soledad. Sin la iniciativa política, la obsesión militante, la habilidad para presionar y negociar, el escudo protector y el conocimiento de la gestión del Estado de su mentor.

A las cuatro y media de la tarde, aproximadamente, uno de los asistentes les abrió la puerta y pudieron entrar.

Hacía mucho calor y solo fueron convidados con agua y café, servidos por las mucamas. Todos lagrimeaban por Néstor, pero todos estaban pendientes de Cristina. La vieron dolorida y con ataques de llanto, aunque entera, firme, desafiante.

Voluntad de mando le sobraba. La esposa de Lupo, una "lupa" —loba, en italiano— al frente de la manada, que, en el caso de los lobos, siempre se organizan según un orden jerárquico muy estricto, liderados por un macho alfa y una hembra alfa; por una pareja alfa.

Portada de “Salvo que me muera antes”, de Ceferino Reato
Portada de “Salvo que me muera antes”, de Ceferino Reato

Cristina pasó airosa aquella prueba de fuego: demostrar a los lobos del kirchnerismo que ella era la heredera política indiscutida de su marido muerto.

Es un rol clave para los peronistas, que necesitan un jefe —uno solo, sin discusiones— para conseguir y mantener el poder. Lo aprendieron del fundador del Movimiento, el general y presidente Juan Domingo Perón, para quién el líder era, sobre todo, "un constructor de éxitos. El éxito es alcanzar el objetivo. El conductor lo prepara, lo organiza, lo realiza y, cuando llega allá, le saca provecho".

"Si no aparece ese líder que garantiza la victoria, prevalecen los odios personales", señala el experimentado político Carlos Corach, ex ministro del Interior y ex senador, entre tantos cargos.

En realidad, su concepción del liderazgo no era la misma de Perón, pero en aquel momento de incertidumbre, Cristina demostró a la plana mayor del kirchnerismo que no tenían nada que temer; que no se habían quedado sin jefe en pleno ejercicio del gobierno porque ella asumía ese rol decisivo.

Tanto era así que hasta se ocupaba de los más pequeños detalles del velatorio de su compañero. En un momento, Yosver se acercó a Fabián Gutiérrez. Lo conocía de vista; Gutiérrez había sido secretario privado de la Presidenta hasta principios de aquel año y, como tantos otros asistentes de confianza de los Kirchner, se había retirado millonario de la función pública. Convertido en un próspero empresario de rubros múltiples: construcción, inmobiliario, hotelero…

—¿A qué hora te parece que vamos a salir de acá?

—No sé.

—¿Lo vamos a velar en Gallegos, en Buenos Aires…?

—No sé, tenés que hablar con la señora.

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Eso llamó la atención de Yosver: él, como funebrero, nunca hablaba con los familiares directos del muerto para coordinar los detalles del servicio fúnebre, sino con algún pariente cercano porque "siempre está un poco más frío. En el velatorio de Néstor, yo quería hablar con algún funcionario, pero ninguno quería hablar conmigo".

Al rato, se le acercó el intendente Belloni.

—¿Cuánto me va a salir esto?

—Veinte lucas.

—¿Tanto? ¿No me podés afilar los números?

—No, es el costo que recién me pasaron. Es un cajón muy importante, el mejor.

En todo momento, a partir del primer llamado de Belloni, estuvo en claro que todo el costo del velatorio en El Calafate sería pagado por la Municipalidad local.

Belloni estaba acostumbrado a pagar los servicios fúnebres de pobladores de escasos recursos, que no tenían obra social ni ningún tipo de cobertura.

No era el caso, ciertamente, de Kirchner. Pero, el intendente utilizó el dinero de los contribuyentes en beneficio del ex presidente y líder de la fuerza política a la que él pertenecía, según afirmaron Ilhero y Yosver.

En aquel momento, esos 20 mil pesos equivalían a 5 mil dólares. El precio incluía la sala fúnebre, que en este caso no fue utilizada.

El procedimiento administrativo fue el habitual: Yosver llevó la factura a la Municipalidad; la dejó en la Mesa de Entrada, donde le sellaron la copia, y en el tiempo previsto, lo llamaron de Compras para que pasara por Rentas a pagar el impuesto que marcaba la ley y luego, retirara el cheque por el trabajo realizado.

Como si Néstor hubiera sido un indigente.