Amadou Boudou, de nuevo ante la Justicia: costos y soledades del primer producto "cristinista"

El ex vicepresidente llegó a la cima del poder por decisión exclusiva de Cristina. Hoy casi nadie en el circuito kirchnerista lo defiende. Pero su exposición con el caso Ciccone no es gratis en plena campaña

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Amado Boudou en el banquillo por el caso Ciccone: los consultores coinciden que los casos de corrupción no afectan sensiblemente el humor social  (DyN)
Amado Boudou en el banquillo por el caso Ciccone: los consultores coinciden que los casos de corrupción no afectan sensiblemente el humor social  (DyN)

Amado Boudou es, puede decirse, el primer producto genuinamente "cristinista". Transita de vuelta los tribunales de Comodoro Py y nada indica que esta vez vaya a ser una pasada sin consecuencias, como ocurrió con la falsificación de los papeles de un auto.

Ahora enfrenta el caso Ciccone, que lo exhibe por sus actos en la función pública. ¿Tiene impacto político y electoral? Primera respuesta: el efecto no es neutro ni por el contenido ni por la imagen. El ex vicepresidente enfrenta su causa más escandalosa y se expone en un juicio oral y público, una enorme vidriera.

Los dirigentes más próximos a Cristina Fernández de Kirchner no hicieron esta vez una defensa más o menos abierta y visible de Boudou. En anteriores sacudones judiciales, la reacción había sido inmediata y sustentada en la denuncia de una presunta persecución política. Alguna vez lo resumió Andrés "Cuervo" Larroque, referente de La Cámpora, al decir que el ex vice era víctima de los "grupos concentrados" en represalia por haber impulsado el fin del sistema privado de jubilaciones. Eran pocas las voces.

Antes, incluso antes de dejar el poder, muchos dirigentes kirchneristas habían comenzado a tomar distancia de Boudou. Expresaban en parte lo mismo que el peronismo tradicional. Se disciplinaban frente a las decisiones nacidas en Olivos, pero sentían una creciente postergación o desconsideración. Ahora, para completar, se suma el componente electoral. No son días para mayores consideraciones.

Amado Boudou y Alejandro Vandenbroele en Comodoro Py
Amado Boudou y Alejandro Vandenbroele en Comodoro Py

Conviene ir por partes. La historia del ascenso y caída de Boudou lleva casi una década, pero a dos semanas de los comicios las especulaciones sobre posibles costos en las urnas corren por delante de las cuentas pendientes.
En términos electorales, existe cierto consenso entre consultores acerca de que los casos de corrupción –las novedades del día a día, citaciones, testimonios, nuevas instancias judiciales- no afectan sensiblemente el humor social, salvo episodios impactantes: las fotos de un procesado camino a la cárcel, videos de bolsos repletos de billetes revoleados frente un convento o de mansiones de un jefe sindical detenido. Es decir, la potencia de la imagen.

Precisamente, en este caso, la novedad no es el expediente judicial de la causa Ciccone sino la presencia del ex vicepresidente ante el tribunal, como le ocurre a Julio De Vido por la tragedia de Once.

En palabras de encuestadores experimentados, estos hechos le restan poco o nada al kirchnerismo, pero le profundizan los límites. Ese es un dato nada desdeñable porque, en esta etapa de la disputa bonaerense –con números tan parejos en las PASO- parte del juego para los rivales es que el otro no crezca, que se estanque, que pierda décimas, algo. Resulta casi tan vital como mejorar los propios rendimientos.

El massismo, el PJ de Randazzo y la izquierda también registran que casos como el de Boudou o el del jefe sindical Juan Pablo “Pata” Medina polarizan la disputa
El massismo, el PJ de Randazzo y la izquierda también registran que casos como el de Boudou o el del jefe sindical Juan Pablo “Pata” Medina polarizan la disputa

El kirchnerismo también lo sabe. Insiste entonces con una campaña basada en los costados más débiles de la economía y en su impacto social, antes que en otros temas. Apunta a cerrar las posibilidades de expansión del voto oficialista. La expresión geográfica de tales prevenciones es casi excluyente: el Gran Buenos Aires, donde el Gobierno tiene mayores dificultades de desarrollo. La respuesta de Cambiemos en los mismo territorios es similar. Además de sumar votos, se trata de bloquear o esmerilar el capital ajeno en sus municipios fuertes.

Las fuerzas que quedan en medio de esta tensión –el massismo, el PJ de Randazzo y la izquierda- también registran que casos como el de Boudou o el del jefe sindical Juan Pablo "Pata" Medina polarizan la disputa. En rigor, además de sugerir digitaciones, padecen los efectos de una pelea que supera los límites provinciales y confronta las gestiones presente y pasada, a escala nacional.

Boudou aparece colocado así bajo un foco adicional al de la Justicia. En días electorales encuentra incluso al kirchnerismo tomando distancia, al menos pública. Pero ese proceso había arrancado ya en el tramo final de Cristina Fernández de Kirchner. En el caso del círculo más cercano a la ex presidente sugiere sobre todo una cuestión pragmática, pero en el kirchnerismo menos apegado a ese núcleo y en el peronismo más tradicional las cuentas pendientes son anteriores.

Boudou fue presentado como un recambio generacional y fue también el certificado de defunción de la “transversalidad” (DyN)
Boudou fue presentado como un recambio generacional y fue también el certificado de defunción de la “transversalidad” (DyN)

El proceso de coronación de Boudou marcó un corte en varios sentidos con el PJ, con la vieja guardia kirchnerista y, en un punto, con el modo de ejercer la política que había expuesto Néstor Kirchner.

Boudou inició su etapa más fulgurante de ascenso con el impulso al proyecto para ponerle fin al sistema de las AFJP, a fines de 2008. Más allá de las especulaciones y debate sobre aquella medida, está claro que la entonces presidente lo consideró central: lo hizo aprobar velozmente por el Congreso y lo promulgó sin demora. Todo el trámite duró un mes.

Después, sobrevino la etapa como ministro de Economía y la consagración como candidato a vice, en 2011. Esa candidatura sintetizó algo más que una cuestión de estilo. Boudou fue presentado como un recambio generacional y sobre todo, como contracara de Julio Cobos, que había pasado de la toma de distancia al enfrentamiento abierto con sus socios. Pero fue también el certificado de defunción de la "transversalidad", aún concebida como una limitada convergencia política bajo hegemonía kirchnerista.

No sólo se daba por superada esa instancia o ensamblado electoral y el discurso que de entrada, en 2007, se presentaba como racional y amplio. También se ajustaban las tuercas con el PJ, disciplinado pero no totalmente ajeno al circuito de poder. En todo caso, Néstor Kirchner no le daba espacio como estructura de poder interno ni respetaba orden orgánico alguno, pero sí tejía -con dedicación- relaciones personales con gobernadores e intendentes del PJ. Era lo que se llamaba una conducción radial.

La designación del vice surgió puramente de Olivos, fue una señal decididamente vertical. El peronismo tradicional se enteró en la platea, cuando levantaron el telón, y muchos kirchneristas también fueron sorprendidos. Apenas evitaron que trascendiera el malestar. Habían circulado otros nombres, leales pero con mayor recorrido peronista, pero la designación de Boudou tuvo un sello diferente.

El nuevo vice representaba así la demostración hasta simbólica del carácter y de las formas que asumía el poder. Era un producto exclusivamente "cristinista", el primero.