"Un verdadero todoterreno y un gran facilitador", así lo definen quienes lo trataron durante su paso por la Casa Rosada. En términos futboleros, era un polifuncional. Hizo de secretario, empleado de ceremonial y hasta se encargaba de la seguridad en los actos de Cristina Kirchner. Con el tiempo terminó adoptando un rol más político, conectando al gobierno con intendentes y sindicalistas. Pero sobre el final del kirchnerismo, recibió una tarea más sensible: contener y trasmitirle la doctrina K a una aliada clave, la titular de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
Carlos López surgió de las filas del Frente Grande, que alimentó al kirchnerismo en tiempos de la denominada transversalidad. Desde el mandato de Néstor Kirchner se transformó en un subordinado del ex secretario general de la presidencia Oscar Parrilli. "Atendía el teléfono como un secretario y se ocupó durante mucho tiempo de la avanzada en los actos", contó un dirigente kirchnerista.
Durante el mandato de Cristina, logró escalar posiciones, siempre con bajo perfil. Recién en 2014, lo premiaron con un cargo: López fue nombrado como "secretario adscripto para Asuntos Especiales de la Presidencia", cargo que ocupaba hasta ese entonces Héctor Farías Brito, un histórico asesor de Cristina desde el Senado.
Meses después, López se transformó en el nexo entre Cristina Kirchner y Bonafini, contenida especialmente después del escándalo de los hermanos Schoklender y el caso Sueños Compartidos. "Era un 'servicio' de Parrilli para contener a Hebe y bajarle línea cuando era necesario", explicó una fuente que conoce los detalles de esa relación. Para Bonafini, López era el "secretario privado" de Cristina. Así lo identificaba en la intimidad.
Poco a poco, López se involucró cada vez más en las cuestiones internas de la Fundación, siempre con el aval de Bonafini. Dentro de la entidad muchos recuerdan un episodio concreto. A fines de 2015, el histórico edificio de las Madres, en Hipólito Irigoyen, sufrió la rotura de un caño de AYSA que afectó sus cimientos. "Nadie acercaba una solución y él terminó ofreciendo una cooperativa de trabajo ligada al kirchnerismo", recuerda un viejo empleado de la Fundación.
Superada la obra, que obligó a cerrar el bar y la librería ubicados en la planta baja, López ideó un sistema para solventar los gastos. Lo denominaron "ladrillos del amor" y consistía en reciclar los viejos ladrillos retirados de los cimientos del edificio.
A cada ladrillo le asignaron un número y le colocaron una leyenda recordatoria. Marketing puro. Bonafini se puso al hombro el proyecto. El primer ladrillo se lo entregó en persona al papa Francisco durante su visita al Vaticano, cuando se "reconciliaron". El segundo fue para la ex presidenta Cristina Kirchner, y los dos siguientes se enviaron a Cuba, como un regalo especial para Fidel y Raúl Castro.
La campaña de recaudación se transformó en un éxito comercial. En septiembre del año pasado, Bonafini reconoció a López como el artífice de los "ladrillos del amor". "El peligro de derrumbe estuvo latente durante muchos meses. Eso quedó atrás y por eso las Madres reconocieron a quienes trabajaron para sacar adelante esta situación", informaba por ese entonces un comunicado oficial.
No era la primera vez que lo premiaba. En 2015, le había entregado el pañuelo blanco de las Madres "por su trayectoria militante, su humildad, su amor a la patria y su servicio junto a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner". Un honor reservado para pocos.
Pero la campaña de los ladrillos dejó algunas dudas. "Se vendieron cientos de ladrillos en varias intendencias del Conurbano con los contactos que acercó López", dijo a Infobae un empleado que prefiere mantener el anonimato. Otra vez, un negocio vinculado a la construcción con la "marca" de las Madres. Y casi sin controles.
Pese a las sospechas, López es reconocido dentro del kirchnerismo. "Vive en el mismo lugar de siempre", dice un ex funcionario K consultado por este medio. Y lo define con un toque de humor: "Este es el López bueno". De hecho, según pudo saber Infobae, Carlos López nunca se llevó bien con el ex secretario de Obras Públicas que terminó arrojando los bolsos con dinero al convento de General Rodríguez.
En los últimos años, fue el "mensajero" entre Cristina y Hebe. Su rol se potenció en la campaña presidencial de 2015. "Cuando Hebe le tenía que pegar a Randazzo y Julián Dominguez por pedido de Cristina el mensaje se lo trasmitía Carlos", recuerda una fuente que caminaba por entonces los pasillos de la Casa Rosada.
Luego de la derrota en las urnas, López recaló en la Fundación Patria, el búnker de Cristina en Capital, aunque por estos días también frecuenta el Congreso.
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