"Arturo Illia gana batallas después de muerto"

—Transcurridos 50 años del golpe que derrocó a Arturo Illia, ¿qué rescata de aquel gobierno?

— Lo que ha quedado de don Arturo es un legado, una forma de conducirse en la política, a partir de su ejemplo, de una honestidad y de una defensa de los intereses de la Patria que quedan como una referencia. Después está en la clase política el tomar esa referencia o no. A la luz de los últimos acontecimientos, yo creo que la figura de don Arturo se va agrandando, va tomando otras dimensiones, pero que tiene que ver con este claroscuro de la política argentina. Él, me acuerdo, solía decir: "Qué mal que anda todo que se destaca en mí la honestidad como una virtud y esto debiera ser común a todos aquellos que nos dedicamos a la actividad política".

— Bueno, estamos en un tiempo en que eso parece más una excepción que la regla…

— Sí, hay una frase que suele utilizar su hija. Ella dice que su padre es como el Cid campeador que gana la guerra después de muerto.

— Pero más allá de la figura de él, cree que los argentinos hemos aprendido algo de esa experiencia en el sentido de que nuestras divisiones favorecieron estas situaciones. Tanto el de Onganía como otros golpes contaron con el apoyo de muchos sectores civiles que también apostaban a ese tipo de ruptura institucional.

— Sí, sí, hay una multi-causalidad. Ha habido porciones de la sociedad que han acompañado los golpes. Creo que gracias a Dios, a partir de la recuperación democrática de Raúl Alfonsín estamos transitando niveles completamente distintos, y creo que también el golpe de Onganía contra Illia ha sido una enseñanza; si todo eso sirvió para poder gozar del sistema democrático yo creo que ese es el precio que se debe pagar ¿no?

— De los casi tres años de gestión de Illia, ¿qué cosas rescata usted en primer lugar?

— En principio, tuvo un plan económico muy importante. Ese plan económico, que llevaron adelante (Eugenio) Blanco y (Juan Carlos) Pugliese, fue producto de una elaboración de docentes de la Universidad de Buenos Aires. En 2 años y 8 meses se pagó un tercio de la deuda externa. Si le sumamos a eso la política social, el salario mínimo, vital y móvil, la ley de medicamentos… hubo ahí algunos jalones importantes del gobierno de Illia, respecto al bienestar y a las políticas sociales.

Y después se rescata poco su gran política exterior. Miguel Ángel Zavala Ortiz, su ministro de Relaciones Exteriores, no solo cuando va en 1965 a Naciones Unidas [por el teme Malvinas] sino con el sostenimiento de una línea de independencia del país respecto a los conflictos internacionales como fue en su momento no mandar tropas a Santo Domingo y varias de las acciones económicas que también tuvieron lugar en su gobierno y que marcaban una clara independencia del país en términos comerciales, como el que hubiera comercio con Rusia y China. O sea, tomó varias medidas que dieron una clara sensación de un gobierno independiente, que realmente defendía los intereses del país.

— ¿Cuáles serían las principales causas del golpe que lo derrocó?

— Hubo una gran presión internacional al no poder sojuzgar el gobierno a la penetración de intereses internacionales y yo creo que Estados Unidos jugó un rol en esto. Hubo grandes luchas de la CGT, instigada por Perón desde el exterior, que intentaban desestabilizar a fin de poder provocar el retorno de Perón a la Argentina. Y después, la situación particular del Ejército argentino de ese momento que fue la mano de obra, digamos, de estos intereses que se veían perjudicados por Illia, los laboratorios. O sea, tuvo varios frentes. Don Arturo termina llevando al gobierno lo que fue la profesión de fe doctrinaria del año 48 del radicalismo, heredera de la línea yrigoyenista de gobierno. Illia siempre decía que el radicalismo no era ni de derecha ni de izquierda, sino un partido popular que había salido de las entrañas del pueblo y que venía a defender los intereses de la nación. Y yo creo que esto, que él repetía frecuentemente, fue lo que hizo al llegar a la presidencia.

— ¿Hay algún recuerdo personal de su tío que quiera compartir?

— Siempre las charlas con don Arturo fueron de aprendizaje. Lo que tal vez llamaba la atención a terceros -no a nosotros que éramos familiares- era el hecho de que un hombre que había conducido el país, que había tenido la más alta responsabilidad de gobierno, se condujera con la simplicidad, con la humildad que él lo hacía, con ese pararse a hablar con cualquier vecino en cualquier circunstancia. A mí me tocó en la última etapa llevarlo a algunas de las giras que hacía por el interior del país, y la humildad y la sencillez que tenía para tratar con cualquiera que se acercara a él… Uno lo veía de pronto hablando con la persona más sencilla y al rato dando exposiciones de gran nivel cultural y de estudios y rodeando de personajes y personalidades internacionales, siempre con la misma sencillez. Rescatar como trazo grueso en la vida de Arturo el hecho de que él tuvo una total coherencia entre el decir y el hacer y una consecuencia a ultranza con las cosas que pensaba.