La misteriosa cabeza trofeo hallada en un museo francés conecta a Paracas con nuevas preguntas bioarqueológicas y un inusual rasgo facial

La pieza, preservada con sustancias no identificadas, plantea interrogantes sobre identidad, estatus social y el tratamiento ritual de un individuo con una condición rara en el registro arqueológico

Guardar
La cabeza trofeo llegó al
La cabeza trofeo llegó al Museo de Grenoble en 2004 pero su historia es milenaria. (Composición: Infobae / tomado de ¿Celebrando el labio hendido? Evidencia osteológica y artística de la deformidad labial en una cabeza trofeo del sur del Perú.)

La historia de una cabeza trofeo estudiada en Francia abrió una ruta inesperada para la bioarqueología andina. El objeto ingresó a un museo europeo en el siglo XXI, pero su trayectoria empezó milenios antes, en la costa sur del Perú. Su apariencia llamó la atención desde el primer registro: una superficie cerosa, un gesto congelado y un conjunto de rasgos faciales que no coincidían con otros ejemplos de esta tradición ritual.

La investigadora Beth Scaffidi observó la pieza en un catálogo francés antes de examinarla con mayor detalle. El volumen, el color y la estructura de la piel mostraban indicios poco comunes. Según el catálogo, el cráneo provenía de “Ocucace”, una referencia que apuntaba hacia la antigua Hacienda Ocucaje en Paracas. Desde 2004 se encuentra en el Museo de Grenoble, tras su importación por Pierre Langlois. La información inicial no aclaraba las condiciones exactas del hallazgo ni su trayecto previo, pero la descripción sugería un origen ligado a una región donde las cabezas trofeo formaron parte de prácticas rituales muy antiguas.

La pieza medía 44 × 16 × 21 cm. Su boca formaba una “L” y la piel presentaba una película dorada. Ese brillo impulsó nuevas preguntas sobre métodos de conservación aplicados tanto en tiempos remotos como durante el paso por colecciones modernas.

La presencia de un conservante y el desafío analítico

Su apariencia —piel cerosa, rigidez
Su apariencia —piel cerosa, rigidez anómala, brillo dorado— no coincide con restos típicos del desierto sur peruano.

La investigadora señaló que la superficie no coincidía con la apariencia habitual de restos provenientes del desierto. Dijo: “A la cabeza del trofeo parecía habérsele aplicado un conservante que hizo que la piel se viera vidriosa, rígida y agrietada, en lugar de la textura aterciopelada que tienen la mayoría de las cabezas de trofeo que se encuentran en el desierto”. Según la investigadora, no existía suficiente evidencia para identificar el origen del material. También afirmó: “Sin pruebas químicas, no puedo determinar si se trataba de un conservante aplicado para curar la piel en la antigüedad o si lo utilizaban los diversos coleccionistas y museos que lo conservaban”.

La referencia a las fosas de brea de Paracas introducía una posibilidad, aunque la especialista advirtió que no existían otras pruebas de su uso en rituales mortuorios. Más allá de ese detalle, otros elementos impulsaron nuevas hipótesis sobre la identidad del individuo. Los aretes de cobre, por ejemplo, aportaron pistas sobre su procedencia y su época. Scaffidi comentó que este tipo de ornamentos correspondía a poblaciones de la costa sur en periodos clave de la recolección de cabezas, aproximadamente entre 300 a. C. y 750 d. C.

La conformación facial del individuo incluía una característica notable. El estudio concluyó que presentaba labio hendido/paladar hendido. Esta condición añadió complejidad a la interpretación. Para la investigadora, la estimación biológica requería observación directa: “Se necesita un examen osteológico directo para verificar el sexo y la edad al momento de la muerte, pero sospecho que los tejidos faciales y musculares bien merecidos oscurecerían las observaciones de características craneales clave”.

El lugar de la deformidad labial en sociedades antiguas

Los restos del Hombre de
Los restos del Hombre de Santo Domingo de Paracas, hallados en 1958, mostraron los orígenes más remotos de la vida humana organizada en la costa peruana prehistórica. (historiadelperu.info)

El labio hendido representó un desafío médico notable en entornos premodernos. Su presencia en restos arqueológicos andinos es poco común. Los estudiosos registraron solo unos pocos casos, distribuidos en Nasca, Yauca, Makatampu, Cusco, Pachacamac y una colección almacenada en Berlín. Aunque en otras sociedades esta condición generó rechazo, la evidencia peruana mostró un panorama distinto.

Relatos coloniales citaron roles específicos para personas con esta malformación. El sacerdote Blas Valera escribió que individuos con esta condición podían recibir cargos religiosos de menor jerarquía. Por otro lado, investigaciones sobre los moche indicaron que quienes presentaban rasgos faciales particulares contaban con protección sobrenatural. Vasijas recuperadas en distintos asentamientos mostraron figuras con la deformidad y con accesorios asociados a grupos de élite, así como escenas rituales y actividades médicas o chamánicas.

En este contexto, los aretes de cobre del individuo del estudio añadieron valor interpretativo. Su presencia abrió la posibilidad de que recibió un estatus especial. Sin embargo, permanecen dudas sobre si obtuvo esa posición en vida o tras su muerte durante el proceso de decapitación y conservación.

Líneas pendientes en la investigación y el proceso de repatriación

Visión de cómo se vería
Visión de cómo se vería el proceso del alargamiento de cráneos. (Planet Doc)

El futuro análisis del caso depende de métodos menos invasivos. La especialista señaló: “El análisis isotópico mínimamente destructivo del cabello, los huesos y los dientes formados a distintas edades podría aclarar si el historial dietético y residencial de este individuo era similar o diferente al de otros individuos de la población”. Estas pruebas permitirían reconstruir su vida desde una perspectiva más amplia.

La experta también planteó dificultades en los procesos de repatriación. Indicó: “El primer problema es que los museos e instituciones que conservan restos humanos deben primero inventariar y publicar sus fondos para que los descendientes o las partes interesadas institucionales puedan localizar los esqueletos y devolverlos”. La mezcla de restos, la falta de documentos y la escasa financiación explican parte del retraso mundial en este campo. La investigadora añadió que muchos esqueletos no cuentan con inventarios completos y que esta etapa resulta indispensable para cualquier devolución.

Finalmente, señaló la importancia de revisar catálogos de museos y registros de mercados de arte: “Este individuo apareció en una exposición de arte moderno, aunque en realidad se trata de un esqueleto humano”. Esa observación reveló cómo un cuerpo puede adquirir valores distintos según el entorno cultural, ya sea como ancestro o como objeto exhibido.