Si bien es cierto, en el Perú tenemos algunos personajes de nuestra historia que han sido declaradas santas por la santa Iglesia Católica, esto parece no ser suficiente para un pueblo como el nuestro.
Ocurre que en nuestro país hay una serie de personajes que han pasado a la historia debido a ciertas circunstancias que la sabiduría de la calle ha denominado como ‘santos populares’.
Este selecto grupo está formado por personas comunes y corrientes, como usted y como yo, que por las cosas que tiene el destino, han sufrido algún tipo de desgracia a nivel personal.
Pero en lugar de ser parte de alguna crónica policial o de caer en el olvido, como suele pasar en este país, por alguna extraña razón, estas se vuelven populares y se apoderan del imaginario popular y se hacen dueña de su fe, que los convierte en santos.
Para ellos no hace falta ningún proceso de santificación en la Santa Sede ni proceso administrativo en alguna lejana oficina vaticana. Lo único necesario es que estos elegidos hayan sido comunes y silvestres como ellos, solo con una particularidad especial: el de poder realizar milagros. Una, de la tantas que tenemos en el Perú, es Rosita de Pachacutec, quien es muy popular en la ciudad de Ica.
Comienza la historia
Bautizada como Julia Rosa Muñante Milos, la santa de los pobres, nació un 21 de julio de 1966 y falleció un 10 de enero de 1974 en el distrito iqueño de Pachacutec.
Desde temprana edad, y gracia a la influencia de sus padres, Julia Rosa fue conocida por su profunda devoción hacia el cristianismo, por lo que se ganó la simpatía de los vecinos de la zona, quienes veían en ella a una niña modelo.
Sin embargo, cuando solo tenía ocho añitos de edad, la tragedia cayó sobre ella. Y es que un desconocido entró en su casa y, aprovechando que la inocente criatura se encontraba sola, la violó y la asesinó de varias cuchilladas que le causaron heridas muy profundas en su frágil cuerpo.
A pesar de ser hallada con vida aún, y tras ser llevada al hospital, finalmente el 10 de dinero de 1974, la pequeña Rosita perdería la vida. Una situación que sumió en profunda tristeza a familiares, amigos y vecinos.
Nace una santa
Sin embargo, a pesar de su partida, los pobladores de Pachacútec no la olvidaban. Fue con un hecho en particular por el que comenzó la devoción hacia su figura.
Y es que tras su muerte, algunos vecinos de Rosita aseguraron haberla visto en su casa. Según los testigos presenciales, la niña llegó hasta su vivienda para hacerles entrega de un mensaje por el hijo que tenían enfermo y que parecía no tener cura.
El relato señalaba que Rosita se paró delante de él, que yacía postrado en su cama y dijo: “Qué pena que tengo, qué pena que me da, pero no tengan pena porque su niño se va a sanar”. Y esa enfermedad que parecía incurable desapareció casi al instante y el pequeño logró recuperarse totalmente. Y desde entonces, Rosita fue declarada por aclamación popular una santa.
Hasta donde fue su vivienda, y hoy es santuario, se acercan miles de fieles devotos para dejar cartas, placas recordatorias y fotografías en agradecimiento por algún milagro que les haya concedido.
Una niña muy especial
Según contó su hermano Pablo hace varios años, Rosita siempre tuvo un aura especial, no era similar a otros niños de su edad. Siempre demostró un gran apego a la religión católica.
En especial, luego de recibir como regalo a la imagen del Niño Jesús. Desde entonces le profesó una gran devoción. Hasta fabricó una pequeña cruz de Jesús cuando apenas contaba con seis años de edad.
Pero, tal como relató Pablo, los milagros no comenzaron tras su muerte, sino mucho antes y dentro del seno familiar.
Pasa que cierto día, la familia entera, que pasaba serios aprietos económicos, no tenía nada que comer. Y así se la pasaron tres días enteros. Cuando el hambre era ya insoportable, Rosita llamó a sus hermanos y a su madre para decirles que dejarán de llorar, pues “aquí hay comida”. La misma situación ocurrió hasta tres veces y la comida seguía apareciendo de manera misteriosa.
Su casa es un santuario
Hasta la casa del distrito de Pachacutec, llegan creyentes de todo el Perú, y hasta del extranjero, para pedir algún milagro que le ayude en su vida.
En ese sentido, el hermano Pablo reveló que hubo personas que no intentaron evitar que la historia de la santidad de Rosita se difundiera, mencionando en particular a los familiares de su asesino.
Rosita de Pachacútec es un claro ejemplo de cómo una tragedia personal puede transformarse en una fuente de esperanza y fe para muchas personas. Su historia se ha perpetuado a través del tiempo y su legado perdura en la memoria colectiva de aquellos que creen en su poder milagroso.
Los santos populares como Rosita se convierten en símbolos de identificación y devoción para quienes encuentran en ellos una figura cercana y comprensiva.
Así, Rosita de Pachacútec se ha convertido en uno de los santos populares más venerados en la región de Ica, inspirando fe y otorgando esperanza a todos aquellos que buscan un rayo de luz en tiempos oscuros.