Mucho valor y determinación necesitó Liliana Silvia Rial para primero decirle que no a su jefe -su negativa significaba quedar sin trabajo- y después enfrentarlo ante la Justicia por acoso laboral, un tema tabú para la época.
Era abril de 1990. Liliana, que en ese entonces tenía 39 años, una hija de 14 años -Geraldine- y era divorciada, fue despedida de su trabajo como abogada laborista en la Comisión Nacional de Energía Atómica por negarse a las proposiciones que le hacía su jefe, que en ese momento estaba casado y tenía dos hijos.
Hacía tres años que ella se había recibido de abogada en la Universidad de Buenos Aires y, para poder ingresar en la CNEA, había dejado su empleo en un estudio jurídico por la excelente perspectiva laboral que prometía el nuevo puesto.
Sin embargo, ante los rechazos reiterados a los avances de su jefe, fue despedida. La causa: "falta de idoneidad" para la tarea. Decidida, "no por buscar venganza, sino por el perjuicio profesional y el daño moral" que este hombre le había causado, lo denunció y este primer caso público de acoso laboral salió en Para Ti el 30 de abril de 1990.
La sociedad era otra y la actitud de las mujeres, también. El juicio no terminó bien para Liliana –la condenaron a tres meses de prisión en suspenso y a pagar 6000 dólares por injuria-, pero dio visibilidad a una problemática que padecían muchas mujeres y fue el inicio de lo que estamos viviendo hoy.
"Es muy saludable que la luz empiece a iluminar un rincón especialmente sombrío de las costumbres argentinas", concluía la nota de la revista Para Ti. Hoy, a la luz de la nueva realidad, fuimos a buscar a Liliana (67) para volver a entrevistarla.
-Pasaron 28 años del día en que tomaste la decisión de denunciar públicamente a tu jefe por acoso laboral, ¿qué creés que hubiese pasado en una sociedad como la actual?
-El resultado hubiera sido diferente. A mí no me apoyó nadie, ninguna mujer. Era una sociedad machista y la mujer no podía levantar la cabeza. Hoy, seguramente, saldrían cincuenta abogadas a apoyarme tal como las actrices lo hicieron con Thelma Fardín. Fue una verdadera pesadilla que duró diez años. Porque todo el proceso judicial llevó ese tiempo. Mi hija se lamenta y me dice: "mamá, todo lo que tuviste que pasar".
-Tu caso fue el primero que se hizo público y salió en Para Ti.
-Sí, esa entrevista me ayudó. Primero estuve en el programa Tiempo nuevo de Bernardo Neustadt: lo encontré en una marcha en Plaza de Mayo y le conté lo que me había pasado. Me invitó a su programa. Después salió la nota en Para Ti y de ahí me llamaron al programa de Mirtha Legrand, de Gerardo Sofovich… Los medios me tomaron como ejemplo.
-Es que fuiste un ejemplo: la primera mujer que se animó a denunciar que había sido acosada por su jefe. ¿No le tenías miedo a los comentarios, al estigma social?
-No lo pensé… Fui la primera en denunciar acoso laboral en América. Anita Faye Hill (62) fue la segunda (N. de R.: es una profesora de la Universidad de Brandeis, en Massachusetts, abogada y activista desde que en 1991 acusó al candidato a la Corte Suprema de los Estados Unidos, Clarence Thomas, de haberla acosado sexualmente mientras era su supervisor en la EEOC –Equal Employement Opportunity Commission– en la década del 80').
-¿Querés contarnos cómo se dieron los hechos?
-Entré en la CNEA en 1989. Trabajé cuatro meses; era un período de prueba para que me confirmaran en el cargo como abogada laboral. Al principio este tipo era gentil, pero al mes empezó a llamarme todas las mañanas para contarme lo que había hecho el día anterior. Me decía que se estaba por separar de su mujer y que estaba enamorado de mí. Como yo no le daba bolilla, me amenazaba: "si vos te retractás, te dejo trabajar tranquila". Él no quería quedar mal porque mis compañeros estaban al tanto de que me acosaba y yo no aceptaba. Se comentaba que él había actuado de la misma manera con dos mujeres que trabajaban en la empresa. Como yo lo rechazaba, él me decía que estaba haciendo el ridículo y que por lo tanto no me podía confirmar para el cargo. Le pedí que me cambiara de sector, que no me dejara en la calle. Yo estaba divorciada, viviendo con mi hija y no podía quedarme sin empleo. Yo conocí a Humberto Peralta, mi segundo marido ahí; y a él este hombre le decía : "si rajamos a la abogada, podemos contratar a dos administrativas y tenemos una para cada uno". Así que imaginate cómo era la situación.
TOMAR LA DECISIÓN. A Liliana la echaron de su empleo, pero ella no se resignó. Pidió a un superior que se abriese un sumario. "Hicieron uno trucho. Le preguntaban a los empleados si habían visto que él se me tiraba encima. Y obviamente nadie lo había visto, porque él lo hacía cuando estábamos a solas", aclara Liliana.
-Lo llevaste a juicio, ¿cómo siguió el proceso? ¿Tenías pruebas?
-Lo había grabado, pero en el juicio desestimaron la grabación porque declararon que no era la voz de él. Después del programa de tevé en el cual lo denuncié con nombre y apellido, me hizo una querella. Yo seguí adelante con el juicio, pero me fue mal. Primero me condenaron por injuria a 3 meses de prisión en suspenso y a pagar 3000 dólares por daño moral. Apelé y me dieron 3 meses de prisión en suspenso y el pago de 6000 dólares por daño moral.
-¿Qué secuelas te dejó todo esto?
-Entrar a trabajar como abogada en la CNEA era como entrar en la NASA. Nunca imaginé que iba a vivir algo así y con estas consecuencias. Emocionalmente fue desvastador: no pude trabajar más en relación de dependencia. Por suerte me fue bien: todavía trabajo por mi cuenta como abogada civil.
-¿No se te ocurrió dedicarte a defender mujeres que pasan por situaciones de acoso laboral?
-No, porque la experiencia fue muy negativa para mí. Sentía que iba a ser algo muy incómodo. Aunque venían muchas a consultarme por este tema y a pedirme asesoramiento.
-¿Y cómo estás viviendo lo que está ocurriendo en la sociedad argentina hoy, con tanta denuncia pública?
-Me parece positivo todo lo que pasa. Pero cuidado, un patriarcado no tiene que convertirse en matriarcado. Y es muy importante saber decir "no" a tiempo.
-¿Con qué reflexión te quedás con todo lo que viviste?
-No estoy arrepentida de haberlo hecho, pero no sé si bajo las mismas circunstancias lo volvería a hacer. En la realidad de hoy sí, porque hubiera tenido otro resultado. Hoy mi caso hubiese tenido un final muy diferente. Tendría todo a favor. Lo único que saqué de positivo fue que me terminé casando con Humberto. Él pidió el retiro voluntario y se puso una ferretería a la que llamó "La Atómica" (se ríe). Es irónico, ¿no?
texto DANIELA FAJARDO (dfajardo@atlantida.com.ar) fotos GENTILEZA LILIANA RIAL/A.ATLÁNTIDA
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