En el año 2005 me recibí de profesional de la gastronomía y puedo decir que esa carrera me llevó a viajar y aprender muchísimo. La cocina hizo algo que no podría haber logrado con ninguna otra carrera: nos salvó la vida a mi hija y a mí y está ayudando a muchos más a salir adelante.
Es que cuando mi hija Maia de 3 años y 9 meses recibió el diagnóstico de autismo (TGD NE –Trastorno Generalizado del Desarrollo No Especificado) con discapacidad mental, jamás me imaginé que la cocina nos ayudaría tanto.
Si bien yo ya sospechaba el diagnóstico, me costó mucho que los médicos me lo dieran. A los seis meses de Maia ya consultaba sobre esa posibilidad, pero la respuesta era siempre la misma: "No, mamá, quedate tranquila, la nena no tiene nada, ya se le va a pasar".
Otros hasta me decían: "¿Autismo, usted está loca?" No obstante, cuando finalmente la diagnosticaron mis conocimientos culinarios nos ayudaron un montón, por eso hace seis años inicié una nueva forma de cocinar que se llama Cocina biomédica.
Siempre supe que la comida podía enfermarnos o sanarnos. En mi juventud fui vegetariana e inicié una búsqueda personal en la que investigué mucho, por lo tanto sabía que la alimentación era fundamental.
¿Pero qué tenía que ver esto con nosotras? En septiembre de 2012 leí una nota que hablaba de un chico con autismo que había ido a la Universidad de Harvard, y lo había logrado –entre otras cosas– gracias a un cambio en su alimentación. Me quedé helada, pensé dos segundos y automáticamente empecé a buscar más información en la red. Fue una noche de ávida lectura y rápidamente tomé la mejor decisión de nuestras vidas: tiré todo lo que tuviera gluten, lácteos, soja, levadura, azúcar, colorantes, conservantes y aditivos. Y no sólo los alimentos, también los artículos de higiene con esos componentes. Fueron tres días de furia en los que Maia experimentó el síndrome de abstinencia, lloró, me pegó, me mordió, rompió todo. Pero pensé: "No puedo volver atrás". Al cuarto día era otra nena.
Empezamos este cambio de vida cuando Maia tenía 4 años y 9 meses, y desde entonces no ha parado de mejorar. Día a día, con mucho trabajo, volvimos a tener vida. Hoy es una nena feliz. En este difícil camino encontré al Dr. Nicolás Loyacono, quien desde el primer momento comprendió que debíamos trabajar en equipo. Con el tiempo y con la ayuda de otros profesionales, se conformó el Equipo TEA Enfoque Integrador. Aprendí tanto que me pidieron que asesore en la sección Ambiente y salud de la 4ª Cátedra de la Facultad de Medicina. Ahí mismo se dicta el posgrado de TEA y neurodesarrollo en el que también formo parte del cuerpo docente.
Lancé mi segundo libro y, lo que es más gratificante, sé que estamos ayudando a que miles de personas empiecen a recuperar la salud. Un derecho que lamentablemente está siendo derrocado por la industrialización y la mala producción de alimentos. Finalmente, logré una verdadera alquimia entre cocinar, escribir, enseñar y sanar. Y esto es sólo el comienzo. Cocina, medioambiente y salud deben ir de la mano por el bien de las futuras generaciones.
por Make Oyarzo Salazar
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