De qué hablamos cuando hablamos de compatibilidad amorosa: ¿iguales o distintos?

¿Qué poderosa atracción nos lleva a elegir a nuestra pareja,?¿las afinidades o las diferencias? En Black Mirror, la serie de Netflix, uno de los episodios más vistos reflexiona sobre la eterna búsqueda del ideal y el papel que juegan los intereses en común en la elección romántica.

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Una escena de Black Mirror
Una escena de Black Mirror

No hace falta fantasear ni exaltar la utopía. La serie británica Black Mirror ya la expuso en la pantalla en Hang the DJ, uno de los capítulos de su cuarta temporada. Imaginemos un sistema inteligente y omnisciente (una especie de Gran Hermano de las citas) que en base a las compatibilidades pudiera allanarnos el descubrimiento de la pareja ideal. O en término de los guionistas, cruzarnos con nuestro par "definitivo", un resultado que en el episodio se logra cuando se alcanza el 99,8 por ciento de afinidad. En el medio habrá frustración y ansiedad.

Los personajes principales, Amy y Frank, deberán atravesar momentos de angustia y desolación y, como si fueran postas, salir ilesos de una serie agotadora de primeras citas. Pero el devaneo, a diferencia de la vida real, no termina en el rato que dura el encuentro en un bar mientras se apura una bebida. En la pantalla el sistema les avisa a los interesados cuánto tiempo deberán quedarse con esa nueva persona: un año, doce horas, ¡cinco años! Y una más y no spoileamos más. Finalmente es la química (el factor humano) lo que define la elección definitiva.

La pareja ideal, para los creadores de la serie, está integrada por esas dos personas entre las cuales surge ese "algo" que se revela y no se explica muy bien desde lo racional, pero que tiene más que ver con los milagros irracionales (¿mágico?) que con una elección basada en términos de opuestos o afinidades.

“Gran parte de los conflictos que traen las parejas al consultorio aparecen cuando se le pide al otro que sea o dé lo que no tiene”
“Gran parte de los conflictos que traen las parejas al consultorio aparecen cuando se le pide al otro que sea o dé lo que no tiene”

LA SUMA DE LAS POSIBILIDADES. Pero entonces, ¿no es cierto eso de que los opuestos se atraen?, ¿tampoco aquello de que cuánto más iguales y parecidos mejor? "La realidad es que no sabemos verdaderamente por qué elegimos", analiza el psicólogo Fernando Rubano. Decidimos por motivos de lo más disímiles. Especialmente porque, recordemos, no siempre fue así.

El libre albedrío relacional es cultural: mucho antes en la historia eran los padres los que decidían; no tan antes eran los hijos los que pedían la aprobación paterna y ahora somos nosotros quienes podemos permitirnos que nuestros corazones anden rodando por ahí durante el tiempo que queramos y que hagan cuantos cruces deseen. Claro que en esa misma apertura radica la trampa. "Tanta diversidad aumenta la dificultad para el encuentro. Abruma. Marea", comparte el especialista en parejas. Y en esta libertad las compatibilidades no siempre triunfan. A veces, explica el especialista, terminan separándose porque no se soportan o porque la vara es altísima. El perfeccionismo es uno de los males de la época y termina socavando el amor. "Gran parte de los conflictos que traen las parejas al consultorio aparecen cuando se le pide al otro que sea o dé lo que no tiene", remata Rubano, quien además es coordinador de Escuela Sistémica Argentina.

“La realidad es que no sabemos verdaderamente por qué elegimos”. Fernando Rubano, psicólogo.
“La realidad es que no sabemos verdaderamente por qué elegimos”. Fernando Rubano, psicólogo.

FUERA DE SERIE. Esta vez la tesis de los psicólogos está más cerca del paradigma que traza la serie estrella de Netflix que de las reflexiones que hacen sus pacientes cuando intentan argumentar sus elecciones románticas. Casada hace 23 años y madre de dos adolescentes, Caro está convencida de que el hecho de que su marido sea más paciente y ella más explosiva, él más metódico y ella más dispersa, es la razón principal por la que siguen validando sus votos.

En cambio, para Juliana, de 28 años, no hay nada más estimulante que estar con alguien que se le parezca. La vida es mucho más práctica y la convivencia interminablemente más armónica si hay más en común. "Si uno ama la playa y el otro la odia, todo termina siendo un cuestionamiento. Incluso elegir el lugar para vacacionar".

Coincide Natalia, de 39: los parecidos cautivan por su facilidad. Eso de que a uno le guste salir a correr un domingo y el otro prefiera tirarse a ver una película tras otra y a comer en un sillón no la ha llevado a lugares de felicidad romántica.

La psicóloga Alicia López Blanco lo explica en sus términos: "La elección de pareja es inconsciente. Se produce en la interacción de distintas variables: dónde se combinan las afinidades, las complementariedades y también los rasgos que de alguna manera nos resultan cómodos y familiares porque posiblemente pertenecen a personas que influyeron significativamente en nuestra vida, en la etapa más primaria de la vida".

Eso sí, dice Blanco, sin que existan gustos y afinidades compartidos, además de proyectos juntos, es difícil que una pareja se afiance. Pero además, y acá convocamos la opinión del experto en vínculos y autor de ¡No te aguanto más! (Urano), Sebastián Girona: "Una unión duradera requiere de que ambos integrantes aprendan a tolerar las diferencias y a gestionar los conflictos que puedan aparecer". Porque los parámetros que definen el alcoyana alcoyana no está claros. "Hay parejas que se atraen porque son opuestas y otras porque son parecidas. E incluso las similitudes suelen complejizar la posibilidad de una unión. Por ejemplo, entre dos tercos o dueños de personalidades muy dominantes", dice Girona.

Y la psicóloga Adriana Waisman se suma. "Aquello de enumerar o pretender hacer el check list de lo que nos aleja y nos acerca del otro tiene que ver con la pretensión de dominar lo incontrolable: el amor. Esa racionalidad lo termina inhibiendo". Por eso, insiste esta especialista en trastornos de ansiedad y conductas de dependencia, el consejo es siempre concentrarse en que alguien te atraiga y en lo que nos pasa cuando estamos con el otro. Aunque no lo podamos explicar. El resto se va viendo. Ya lo habían entendido los Frank y Amy que gravitan por el espacio de los algoritmos en el mundo virtual.

Texto: MARA DERNI (mderni@atlantida.com.ar). Fotos: NETFLIX

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