
Peregrinar es un gesto enraizado profundamente en los orígenes de lo religioso. Frecuentemente se asocia las expresiones de fe con el estar quieto, inmóvil, sea rezando o participando de alguna celebración. Peregrinar pone a la persona religiosa en movimiento. Se saldrá de un Santuario para llegar a otro.
El pueblo judío peregrinaba para las grandes fiestas al templo de Jerusalén, el Islam tiene como precepto peregrinar a la Meca al menos una vez en la vida, si es posible. El pueblo cristiano peregrinaba a Jerusalén, a Roma y a Santiago de Compostela. El camino de Santiago sobrevive hasta hoy como una experiencia que realizan personas con y sin fe, de todos los credos.
En el caminar se experimentará la vida. Se saldrá con entusiasmo entre cantos y con la frescura del “todo por delante”, como dice el salmo: “Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor”. Pero los kilómetros irán sumando cansancio, comenzarán a flaquear las fuerzas y aparecerá la tentación de dejar: ¿Para qué tanto esfuerzo? ¿Valdrá la pena? En general la gente caminará con un propósito, una intención o algo que querrá agradecer. Eso será lo que sostenga en el camino.
Cuando se peregrine, se caminará con otros. En el cansancio se experimentará la necesidad del otro que sacará de la autosuficiencia del “yo llego solo”. Al experimentarse limitados, los peregrinos valorarán la compañía que alentará y hasta literalmente cargará para poder llegar.
En la peregrinación a Luján habrá muchísimos que no caminarán, pero se organizarán para que los demás puedan llegar: más de 100 puestos de apoyo y sanitarios darán asistencia gratuita al borde del camino. En total, más de 5.500 voluntarios se pondrán al servicio de los peregrinos. Como destacó el vocero: “La idea es que los peregrinos puedan llegar con gusto a Luján”.
Hace ya muchos años que la Pastoral Universitaria del Arzobispado de Buenos Aires sostiene el puesto número 25, en las cercanías de la estación Malvinas. Allí, cerca de 40 voluntarios -entre ellos médicos y estudiantes de enfermería y medicina- brindarán apoyo a los peregrinos que se encuentren en una situación complicada con su caminar, ayudándolos a restablecerse corporalmente. Además del cuidado físico, ofrecerán apoyo espiritual y una palabra de aliento para que cada uno pueda llegar a los pies de María de Luján.
Miles de grupos de parroquias y movimientos prepararán también las paradas de su comunidad, alquilarán micros para regresar, se trasladarán anticipadamente para que, cuando los peregrinos lleguen, tengan donde recostarse, algo para comer, baños a los que ir y, sobre todo, una palabra de aliento.
María es una mujer con poder: convocará, como cada año, a más de 1.200.000 personas para algo arduo, caminar 70 km hacia su Santuario. Será un desfile incesante de gente, la mayoría jóvenes, que llegarán a la Basílica a rezar, participar de la misa y confesarse. Allí el dolor se volverá redentor, la gente se sentirá escuchada por la Virgen y se irá con paz en medio de tanto conflicto que trae la vida.
Este año, la peregrinación tendrá como lema “Madre, danos amor para caminar con esperanza”. El vocero explicó que, como cada año, se tomaron los cuadernos de intenciones del año anterior, se los leyó durante un período de uno o dos meses, y a partir de esas súplicas se construyó el mensaje. Bajo ese signo, se rezará especialmente por la unidad de los argentinos. Los que caminen pertenecerán a todas las clases sociales, a los más diversos espacios políticos y equipos de fútbol; sin embargo, caminarán unidos porque la fe será capaz de superar esas divisiones. Al menos por un rato, las diferencias quedarán de lado y se elevará una oración pidiendo por nuestro presente y nuestro futuro a la Patrona de todos los argentinos.
Un dato llamativo de esta edición será la cantidad de confesiones que se escucharán a lo largo del trayecto y en la Basílica: cientos de sacerdotes se ubicarán en diferentes puntos, ofreciendo un abrazo de misericordia a quienes busquen reconciliarse. También se destacará la masiva participación de voluntarios jóvenes en la logística de apoyo, muchos de los cuales confiesan que, aunque no podrán caminar todo el trayecto, “servir a los que caminan es también una forma de peregrinar”.
Así, peregrinar no será solo andar kilómetros, sino dejarse transformar en el camino, saberse acompañado, experimentar que la fe convoca, anima y devuelve esperanza.
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