La democracia argentina entre la disrupción positiva y el precipicio

El rumbo de colisión que está a la vista

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La pobreza en Argentina alcanzan al 39,2% de la población. (AP foto/Natacha Pisarenko)
La pobreza en Argentina alcanzan al 39,2% de la población. (AP foto/Natacha Pisarenko)

Las alertas no paran de sonar y pese a ello siguen buscando algún envase como recinto donde desarrollar sus actividades. Deprimen, porque el panorama oscurece cada día y todos siguen ensayando su música en la cubierta del Titanic. Estamos parados sobre más del 100% de inflación y la mitad de la población es pobre o próxima a serlo.

Sin ponerse colorados, los políticos –así los llama la gente porque cada día los siente más alejados- construyen agendas bipolares sin distinción ideológica. Una de ellas es anterior a cada elección e incluye: la desocupación o problemas de empleo, la pobreza, la inflación, la seguridad, la mala situación de la educación pública, la corrupción, y hoy con mucha fuerza la droga y narco criminalidad. Son aquellos temas que efectivamente suman angustia en la vida cotidiana de los ciudadanos. Juran por todo lo que se tiene a mano que de eso se ocuparán si son elegidos.

Pero, inmediatamente después de cada elección, aquella agenda se esfuma y nace una nueva: la que solo está en el interés corporativo de la propia política. Con esta agenda rompen el vínculo de representación democrática y lo limitan a una formalidad legal (fueron elegidos legítimamente). También exponen a la noble actividad política como una simple “retorica para el engaño”; un simulacro en palaras de Jean Baudrillard. Hablar en campaña del hambre para pasar a ser gobierno y llevar tres años poniendo al cambio de la Corte Suprema en el puesto uno del podio de las preocupaciones publicas es un ejemplo difícil de superar en esta tesis que expongo.

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El ciudadano común tiene problemas que parecen no ser problemas de sus representantes. No hay forma de ocultar que cuando la agenda se integra con problemas de los políticos se transforman los partidos en corporaciones abandonando su esencia que es representar a la sociedad. Nunca nadie muestra un plan previo que pueda demostrar su interés real y no meramente retorico en la agenda prometida.

A fines de 2022, más de 18 millones de personas en Argentina estaban en situación de pobreza
A fines de 2022, más de 18 millones de personas en Argentina estaban en situación de pobreza

Los problemas se agravan para toda la sociedad, la clase media sigue cayendo y con ella los pobres más se alejan de la posibilidad de ascenso. El costo no solo es económico y social. Como ocurre en otras latitudes la bronca e indignación no es solo contra los actores del Truman Show sino que se traduce en descreimiento sobre “la democracia como sistema”.

El siglo XX expuso a la democracia como el modo político de equilibrar la economía. La democracia se convirtió en el sistema que llevaría a la prosperidad y la promesa de una vida mejor. Pero esta relación no se percibe desde hace ya décadas y hoy existen generaciones que nunca lo experimentaron.

Peor aún, vemos cada día como la democracia aparece dominada por un grupo que vive una realidad economía diferente a la padecida por la gente común. Ese enojo en algunos se transforma en hartazgo, bronca y frustración. Sucedió en Alemania entre los años 20 y 30 del siglo pasado: crisis económica extrema con desesperanza social como campo fértil para el surgimiento del liderazgo mesiánico de Adolf Hitler.

¿Cuánto falta para que las propuestas que nada dicen sobre el futuro, pero si se apoyan en el resentimiento presente puedan llegar al Poder?

¿Hasta dónde tensarán la cuerda los fabricantes de lapiceras en cada partido político con agendas y nombres no representativos en la sociedad?

¿Qué hechos deben ocurrir o a cuantos centímetros de la cornisa deben estar los legisladores y otros representantes para salir de la zona de confort de una política corporativa para animarse a liderar la transformación que rompa el modelo actual?

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Hay una relación directa entre las leyes de la física y la política en nuestro país. A medida que los políticos se alejan en distancia de la agenda real la dimensión de los problemas crecen en tamaño y el tiempo de crisis rupturista se acelera. O visto de otro modo, al aumentar la velocidad con la que se agravan los problemas (sociales sobre todo) la distancia a una posible salida autoritaria anti sistema se acorta.

Los partidos deben abrazar la disrupción positiva. Un cambio radical donde la retórica sea alineada en forma clara a la acción. Acelerar la velocidad de cambios a favor de un sistema de participación igualitaria que garantice libertad irrestricta y trasparencia de reglas y procedimientos para dejar de expulsar ciudadanos. Salir de las partidas de nacimiento y lapiceras que son naves que nos llevan a todos al fondo del mar.

La democracia es el sistema y funciona. El discurso anti sistema es una trampa; un salto al abismo pero tal vez con menos posibilidades de retorno. La disrupción debe ser dentro del sistema. El cambio debe ser el modelo que hoy se practica en la Argentina: corporativo; no transparente, sin alternancia y desigualitario en la participación.

La meta disruptiva es reconstruir la confianza en la democracia para dejar entrar a una sociedad que tiene ideas, iniciativas y visiones del siglo XXI que prometen bienestar. Existen soluciones, solo que la democracia debe revitalizarse con participación, alternancia y reglas igualitarias no manipulables en cada elección.

Cambiemos ahora el rumbo de colisión que está a la vista. Si esto no ocurre no solo seremos testigos de la salida autoritaria de algún líder mesiánico sino que los que nos llevan hoy a eso -sin que se les mueva un musculo de la cara- seguirán allí para ofrecer sacarnos del fondo del precipicio luego de empujarnos a él.

Si alguien o muchos se animan a liderar un cambio disruptivo pero racional con el bien común como objetivo, veremos renacer la esperanza democrática y la posibilidad de ingresar en una senda por el Desarrollo Humano y Sostenible.

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