La inigualable magia de Alberto Fernández

En la apertura de sesiones ordinarias del Congreso, el Presidente se reivindicó moderado pero terminó patoteando a los dos miembros de la Corte Suprema que estaban presentes. Su actitud no puede más que generar perplejidad. ¿Por qué será que hace lo que hace?

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Alberto Fernández en la apertura de sesiones del Congreso
Alberto Fernández en la apertura de sesiones del Congreso

-Vos, que sos analista político, ¿entendés por qué hace lo que hace?

-No me tomés en joda.

-¿Qué? ¿No sos analista político? ¿De qué trabajás entonces? ¿No trabajás de analizar la política?

-Bueno…ehhh…que se yo…sí…algo así.

-Entonces, los que analizan la política son analistas políticos. Así que vos sos analista político.

-Es que ese rótulo…no sé…es como una pelotudez…lo menos sexy de la humanidad.

-Bueno, pero es lo que sos. Asumilo. Así que volvamos al punto. Vos, que sos analista político, ¿entendés por qué hace lo que hace?

-¿Quién?

-El chabón, ¿quién va a ser?

Este diálogo se reproduce de manera tan literal como lo permite la memoria. Ocurrió en uno de esos coquetos bares de Palermo donde venden pan con palta, unas horas después del discurso presidencial de apertura de sesiones ordinarias del Congreso. Mi interlocutora es una amiga de años, psicoanalista, que disfruta inmensamente de molestar al prójimo. Antes de encontrarme con ella, yo me estaba haciendo la misma pregunta, pero sin esa frescura, esa curiosidad, esa perplejidad. Más bien con exasperación y un poco de insolencia dada la investidura del personaje en cuestión. ¿¿¿¿Por qué será que hace lo que hace????

Mi amiga es de esas mujeres a las cuales las palabras le salen de a mil por segundo pero no por eso pierde la gracia. Tiene un acento provinciano que se le ha ido moderando a lo largo de los años, pero le vuelve cuando se pone enfática. Suele ser muy graciosa, explosiva e inteligente. Así que decidí aprovechar la oportunidad.

-A ver, fundamentá la pregunta. Seguro que de eso saco una nota.

Hizo un silencio, como quien dice “dejá de robar, vos”.

Pero no se aguantó.

-¿Vos viste esa escena donde les grita a los dos jueces de la Corte? Es una cosa increíble.

-Bueno, estaba enojado, es una pelea de años…

-Pero, ¿tiene razón el chabón? No sé. Yo me acuerdo que un día, de un plumazo, le manoteó plata a la ciudad de Buenos Aires y se la dio a la provincia. Estábamos todos pendientes de la pandemia y de una rebelión policial y se descolgó con eso. Yo estaba lavando los platos, preocupada por lo de la cana. Y, de repente, apareció con ese anuncio. Ah, bueno, dije. Ahora nos dice que fue una cosa tipo Robin Hood, quitarle a los ricos para darle a los pobres. O sea: nos toma por nabos. Pero lo hace de manera muy evidente. Cada vez que lo dice, me siento una estúpida. Le sacó plata a un enemigo para dársela a un amigo. ¡¡¡Y el que está enojado es él!!!

-Ah –le contesté, por decir algo—Te estás transformando en una analista política.

-Antes odontóloga. O contadora.

-¿Qué tenés contra los contadores?

-Dejame seguir, porque no eso lo que más me impresiona del chabón. Alguien que te dice en la cara que las cosas no fueron como vos viste que fueron, qué sé yo, es como que no está cuidando nuestra relación. Tiene un estilo “no es lo que parece”, “no es lo que vos pensás”, que te saca. Porque vos te das cuenta de lo que está haciendo y te tenés algo de autoestima. Entonces, es como que no está bueno. Pero después, hay otra cosa que no entiendo. El tipo les grita de todo en la cara a esos dos jueces que se quedan duritos como una estatua. Ni un pelo se les mueve. Los puteaban de arriba abajo y ellos, mamita, qué manera de aguantar.

-Realmente. Parecen obispos.

Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti (Gustavo Gavotti)
Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti (Gustavo Gavotti)

-Ahora, digo yo, ¿tiene alguna chance de rajarlos? Aunque no tenga razón, ¿tiene el número?

-No.

-¿Estás seguro? ¿No habrá un par que se den vuelta a último momento?

-Menos que cero chances.

-¿Y entonces? Va a perder. Los va a dejar enojados. Suponete que esos tipos son tan malos como dicen que son. Lo van a aplastar como una cucaracha. Todo va a ser peor. Además, después del 10 de diciembre, él se va y ellos no. ¿O me equivoco? ¿Y entonces? ¿Qué cree él que puede pasar?

De repente, me di cuenta que mi alma iba siendo capturada por el analista político. Le quise explicar que tal vez sea una estrategia para ganar el voto duro K, que en una interna eso le podía servir, que los políticos siempre piensan que pueden ganar, aun en las peores condiciones, que en este momento todo lo que hace está orientado por la idea de una casi imposible reelección, que muchas veces los líderes políticos tratan de hacer pie en los convencidos aún a costa de descuidar a los otros y que si le saliera bien, en ese remotísimo caso, siempre se puede negociar…

-¿En qué estás pensando?— me interrumpió.

-En posibles respuestas a tus preguntas.

-¿Y?

-Me dan vergüenza. Son pésimas.

-Dale, analista político. Alguna lógica tiene que tener.

-Me da ganas de decirte que los presidentes saben cosas que nosotros no sabemos, que entonces entienden lo que nosotros no entendemos, que si llegaron ahí es porque son muy inteligentes …

-Tenías razón.

-¿En qué?

-En que para decir esta pelotudez mejor no decir nada.

-Bueno, ché.

-Ok. Es que me voy engranando. El chabón este logra engranarme.

-Ojo. Eso no te deja pensar.

-¿Sabes lo que más bronca me da? La patoteada. No sé si los de la Corte tienen razón o no. Supongo que cada tema debe ser cada tema y que cada uno tiene sus versiones, y que nadie es un santito. Pero los tipos no se podían defender. Y el chabón arengaba para que los putearan en arameo. Y no se podían defender, y las cámaras tomaban las caras de los agredidos, y los puteaban en arameo y el chabón chocho de la vida. ¿No se da cuenta que es un ejemplo espantoso?

-Me parece que no. Que estos muchachos no piensan así.

-¿Pero no se da cuenta al menos que él queda horrible?

Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Alberto Fernández y Cristina Kirchner

-Lo votaste, ¿no?

-¿Y vos?

-Eso es información confidencial.

-Dale, gil. Somos amigos.

-Ni mamado te cuento eso.

-¿Tanta vergüenza te da? Bueno, yo sí lo voté.

-¿Y con cierta esperanza?

-Alivio, diría yo.

-Ah, eso explica tanto enojo. Estás desilusionada.

Se calló la boca. Más que enojada estaba chinchuda. Tomó un poco de café con leche. Apoyó la taza. Siguió concentrada, en silencio. Tomó otro poco de café con leche. En ese momento se cortó la luz. Y el aire acondicionado. Hacía mucho calor. Volvió la luz. Y ella arrancó de nuevo.

-¡Y encima arranca con que es moderado y que con la moderación se logran cosas! Y dos minutos después se transforma en un patotero. Te lo digo en serio. Vos, que sos analista político, ¿podés entender por qué alguien se esfuerza en quedar tan mal? ¿No sabe que los que lo quieren moderado quedan enojados cuando se transforma en lo contrario de un moderado, y los que lo quieren patotero se desilusionan cuando se vuelve moderado y al final tiene a todos en contra?

Otra vez, se me quedó mirando como quien espera una respuesta certera. Yo no la tenía.

-Para mí que vos tenés razón en todo lo que decís.

-¿Y entonces?

-¿Entonces qué cosa?

-¿Por qué crees que lo hace?

-No sé. De eso sabés vos más que yo. ¿Por qué los seres humanos hacen cosas que no les conviene, que es evidente que nos les convienen? Hay algunas personalidades que son especiales para esto.

-¿Vos decís que necesita venir a mi consultorio?

-No sé si serviría demasiado a esta altura. Pero, en serio te pregunto, ¿cuál de los dos será? ¿El moderado o el patotero? ¿Simula uno y es el otro? ¿Cuál es el verdadero? ¿O es un caso de doble personalidad?

Mi amiga se relajó.

-No sé. No lo conozco. Pero tal vez sea un caso de almas gemelas. Hay gente así.

-¿Cómo?

-Un cuerpo solo y dos almas.

-¿Es como una enfermedad mental?

-No tan grave. Pero conviven dos en un cuerpo. El lío se arma cuando un alma va en un sentido y otra en sentido contrario, cuando no coordinan. Peor cuando se pelean, se desconocen. Se tropieza una con la otra y se arma cada matete que ni te digo. Ni ellos saben para dónde van. Vivir con esas personas es un poco complicado.

Bajé la voz.

Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Alberto Fernández y Cristina Kirchner

-¿Será uno de esos casos?

-No sé. Es un presidente. ¡Te dije que no lo conozco! Además se me hizo tarde.

Mi amiga se levantó, pagó la cuenta y se fue.

-Haceme una gauchada. Vos, que sos analista político, si estás de acuerdo conmigo, ¿podés escribirlo?

-Lo intentaré. No sé si me va a quedar bien. Porque son ideas tuyas.

-Te lo imploro. Me va a hacer sentir mejor.

Solo cumplo órdenes:

“Fernández no tiene ninguna razón en el conflicto con la Corte. El manotazo a los fondos de la Ciudad fue un gesto autoritario, intempestivo, que no tiene ninguna relación con la justicia geográfica. El cierre de las escuelas, mientras todo el resto de las actividades estaban abiertas y todos los ministros de Educación del país habían decidido lo contrario, fue uno de los hechos más bochornosos de su gobierno. En lo del Consejo de la Magistratura tiene un punto pero exagera hasta el absurdo. Echarle la culpa a la Corte del crecimiento narco en Santa Fe no tiene ni ton ni son, es disparatado. Pero, además, si tuviera razón, que no la tiene, va a perder: no le dan ni por lejos los números. Así que no se entiende para qué va hacia una derrota, cuando además el intento le traba la negociación sobre leyes que son importantes para la maltrecha economía del país. Pero lo peor de todo es la patoteada a dos personas que no se podían defender. Se trata de una humillación pública brutal y de una degradación innecesaria de la figura presidencial. Y eso de aparecer como moderado para rematar luego de la manera en que lo hizo no puede más que generar perplejidad -o indignación- en cualquier independiente que alguna vez haya tenido expectativas en un liderazgo inteligente o, al menos, distinto”.

Se lo mandé a mi amiga antes de publicarlo.

-Es lo menos sexi que leí en mi vida.

-Ufa. Tampoco es que quiera entrar en Onlyfans.

-Cierto. Sos analista político. Te autorizo a que lo publiques. Algo es algo.

Y aquí estamos.

Es lo que hay.

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