Las infancias y adolescencias están en peligro en la Argentina

¿Quién miró a Lucio? ¿Quién escuchó su padecimiento minuto a minuto, día a día, mes a mes, año a año, quién se hizo responsable por la integridad física, psíquica y ambiental de este pequeño? Nadie. Este caso horroroso es la muestra de un iceberg que nos habla de la descomposición emocional que atraviesa buena parte de la población

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 Lucio Dupuy no tuvo el beneficio de la protección de su familia, ni de los pediatras (entró a 8 hospitales por cada paliza propiciada por sus “cuidadoras”), de sus docentes, de sus vecinos, de la policía y por último de la jueza Pérez Ballester
Lucio Dupuy no tuvo el beneficio de la protección de su familia, ni de los pediatras (entró a 8 hospitales por cada paliza propiciada por sus “cuidadoras”), de sus docentes, de sus vecinos, de la policía y por último de la jueza Pérez Ballester

Es imposible no estremecerse ante el crimen de Lucio Dupuy, un niño de 5 años, indefenso e inocente en manos de su progenitora Magdalena Espósito Valenti y su pareja, Abigail Páez.

Sobre este caso tengo más preguntas que respuestas y una propuesta a ser pensada entre todos los argentinos. La sociedad en su conjunto mira con desprecio e indignación el actuar de estas dos mujeres. ¿Sabían ellas lo que era “ser madres”? Por el desenlace y breve historia de Lucio vemos que no. Vale reiterar: “no existe el “instinto maternal”. Parir un hijo no garantiza que la mujer vaya a ser una buena cuidadora de ese niño.

Habría que hablar, en cambio, de la construcción de un “ser madre”. Y esa construcción sólo se logra en el amor y el deseo de cuidar a un pequeño donando tiempo, miradas, abrazos, límites, cuentos, juegos, alegrías… Nada de esto aconteció desde el día en que la Jueza Dra. Ana Clara Pérez Ballester entregó a Lucio en custodia a su madre y su pareja sin mediar un minucioso estudio familiar/ambiental/psicológico de ambas.

Por lo que se conoce de los audios entre ambas mujeres y por la historia ahora reconstruida, podemos pensar que estas mujeres no estaban en condiciones psicológicas y de madurez para hacerse cargo del pequeño. Nadie lo advirtió.

Esos audios y las conductas que conocemos muestran un nivel de violencia, sadismo y crueldad extremos, algo que se comprobó al estudiar el cuerpo del pequeño, quien presentaba lesiones y marcas compatibles con violación y abuso sexual realizada con elementos punzantes. Esto podría estar referido a una patología psicótica o perversa, porque no hay empatía con el pequeño y lo veían como un objeto que les produce rechazo y odio, sin escatimar descargas destructivas en su cuerpo indefenso.

Se nos revuelven las tripas cuando escuchamos las marcas de violencia física que experimentó Lucio: violación sexual con penetración en el ano, u otro orificio con objetos punzantes sin su consentimiento, y el horror, angustia y gritos que padeció cuando se suponía que estas mujeres debían cuidarlo. Y está el secreto, pues debemos recordar que el silencio acompaña a estos procesos de abuso del poder dada la asimetría entre el niño y su progenitora. Un niño pequeño no puede ni sabe cómo pedir ayuda porque confía en ese adulto y no sabe de su sadismo y crueldad. También pudo haber sido extorsionado bajo amenazas que si él contaba lo que pasaba en la casa, le iban a pegar más o lo iban a dejar sin comer. Es  probable que le hicieran creer que merecía semejantes castigos por ser “malo”.

Madgalena Espósito Valenti (foto) y su pareja habían recibido en custodia a Lucio sin mediar sin mediar un minucioso estudio familiar/ambiental/psicológico de ambas
Madgalena Espósito Valenti (foto) y su pareja habían recibido en custodia a Lucio sin mediar sin mediar un minucioso estudio familiar/ambiental/psicológico de ambas

¿Qué provocó en estas mujeres ver los genitales sexuales masculinos? Su grave patología psicológica las llevó a castigar con saña a ese niño que portaba otro sexo, un sexo por ellas odiado. Ambas aniquiladoras de Lucio no están aptas para vivir en la sociedad. Son personas malvadas, deshumanizadas, crueles y sádicas. Abusadoras sexuales y emocionales de un ser inocente. Y merecen, como sucedió, todo el peso de la ley.

Por todo esto hay que preguntarse si realmente la Justicia escucha a los peritos psicológicos, y si a la hora de dictar sentencia en temas de familia tiene en cuenta los cuadros psicopatológicos, sobre todo en casos tan graves por las consecuencias hacia el niño como es en este caso.

Lo concreto es que el Estado y la protección a las infancias y adolescencias suelen llegar tarde. Recién después de la muerte de Lucio, nos enteramos de su inmenso sufrimiento. No tuvo el beneficio de la protección de su familia, ni de los pediatras (entró a 8 hospitales por cada paliza propiciada por sus “cuidadoras”), de sus docentes (Jardín/directivos), de sus vecinos, de la policía. La Jueza Pérez Ballester lo entregó en guarda a quienes lo mataron.

¿Quién miró a Lucio? ¿Quién escuchó su padecimiento minuto a minuto, día a día, mes a mes, año a año, quién se hizo responsable por la integridad física, psíquica y ambiental de este pequeño? Nadie.

Lo que queda claro, más allá de este caso horroroso, es que se trata de un síntoma de que las infancias y adolescencias están en peligro en la Argentina. Es, quizás, la punta de un iceberg que nos habla de la descomposición emocional que atraviesa buena parte de la población. Y la causa es la desintegración moral de las Instituciones, a partir de un deslizamiento hacia la ignorancia y negligencia de quienes las dirigen. Ante ese panorama, la sociedad se ha encerrado en sí misma para sobrevivir frente al caos, muchas veces renunciando a exigir ética, honestidad y eficiencia a quienes ocupan cargos públicos y políticos.

Esto ocurrió en La Pampa, pero podría haber sucedido en cualquier lugar de la Argentina desamparada por la ignorancia y el desinterés de los que dicen gobernar pero solo les interesa su propio bienestar.

La única solución para recomponer el tejido social es que debemos exigir al Estado la ejecución de campañas y programas serios de prevención dirigidas a toda la población y a todas las profesiones en materia de salud emocional para construir psíquicamente a un niño/a, adolescente y adulto en equilibrio y armonía.

La licenciada Elvecia Trigo (M. 5442) es psicóloga, especialista en psicoanálisis de niños y adolescentes y pertenece a la EAPG, la Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados

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