El triste delirio de insistir con ideologías fracasadas

El Papa Francisco confirma que la Iglesia le ha soltado la mano a un gobierno incapaz de solucionar los problemas para los que fue votado

Compartir
Compartir articulo
El presidente del Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, Alberto Fernández y el primer ministro de Bahamas, Philip Edward Davis, posando para la foto de familia de la VII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la CELAC (4 de enero de 2023. REUTERS/Agustin Marcarian)
El presidente del Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, Alberto Fernández y el primer ministro de Bahamas, Philip Edward Davis, posando para la foto de familia de la VII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la CELAC (4 de enero de 2023. REUTERS/Agustin Marcarian)

La VII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada el 24 de enero, en la que participaron más de tres decenas de dirigentes de América Latina, reunió a un variopinto grupo de líderes de la región, con dos ausencias importantes y pocas presencias con peso específico propio.

Un dato para tener en cuenta y entender por qué avenida transita actualmente nuestra devaluada política internacional: la Cumbre del G-20 de Buenos Aires (2018) fue la 13ra. reunión del máximo nivel de representación del G20, correspondiente a los líderes de Estado; y la primera vez que se organizó en un país sudamericano. Participaron los principales líderes mundiales (entre los más destacados Angela Merkel, Justín Trudeau, Xi Jinping, Donald Trump, Emmanuel Macron, Guiseppe Conte, Enrique Peña Nieto, Vladimir Putin). En la Cumbre de la CELAC (2023) el elenco de asistentes fue muy distinto. Solo se destacaron las presencias de Lula y Lacalle Pou, con las notorias ausencias del presidente López Obrador de México y de los autócratas Maduro y Noriega. Son imágenes muy distintas que terminan de conformar la foto de familia de un gobierno sintetizada a la perfección por el mandatario uruguayo: “Una asociación de países no puede aspirar a ser una cofradía ideológica”.

La del kirchnerismo es la lógica del mundo pero al revés, donde nosotros nos paramos en la vereda equivocada y con los chicos malos de la cuadra (Mauro, Noriega, Putin). La incompetencia oficial causa complicaciones de todo tipo y color. Todo se repite, de la parodia a la realidad sin escalas. La inflación auto percibida por todos los argentinos a la que refirió el Presidente días pasados fue otro episodio de esta tragicomedia. Algo que por cierto le hizo notar el Papa Francisco en muy duros términos (para el que sabe leer entre líneas las declaraciones que hizo a la agencia AP) confirmando que la Iglesia le ha soltado la mano a un gobierno incapaz de solucionar los problemas para los que fue votado, haciendo aún más negro el panorama de cara a las elecciones de 2023.

La incompetencia siempre causa complicaciones, como lo comprobamos en la función de circo que comenzara el pasado 26 de enero. La guerra contra el Poder Judicial es la madre de todas las batallas para Cristina. Es su principal prioridad y la que ocupa mayoritariamente toda su agenda (pública y privada). En este sentido el Poder Judicial termina siendo el “objetivo” común de dos personas distanciadas, que confluyen en una pelea por el poder, en la que el primero que logre alguna victoria contra el poder judicial podrá imponer condiciones de cara al próximo turno electoral. De ilusiones también se vive, en la intimidad esperaráan el premio consuelo que podría representar la caída del Juez Lorenzetti (¿con el apoyo de la Coalición Cívica?), frente a la férrea disputa con la oposición que no está dispuesta a acompañar la aventura colonizadora del Poder Judicial que intenta desesperadamente CFK como cura a todos sus males.

Para Alberto Fernández sostener sus sueños de reelección es el mecanismo con el que intenta llegar al próximo 10 de diciembre. En ese escenario, la cruzada contra el Poder Judicial será, en su momento, la moneda de cambio, cuando los tiempos de la política le indiquen que deba pactar con la oposición. En cambio para Cristina su guerra santa contra la Justicia, es su cruzada personal. Ella realmente se siente víctima de un poder nefasto y superior. No se reconoce en los actos de corrupción por los cuales fue juzgada y condenada. Lo más grave es que está dispuesta a todo. CFK crea su realidad paralela. Dice que fue proscripta cuando no es verdad. Sabe, muy bien, que si se presenta y pierde por un margen más amplio que el diez por ciento tolerable, su poder político quedará definitivamente acabado. En cambio al auto proscribirse evita la contienda electoral, aleja el fantasma de la derrota y preserva su ya menguado poder político. Es una jugada lógica en su posición, pero que muestra su fragilidad actual, evidenciada brutalmente por el faltazo de Lula ante Cristina, alegando problemas de agenda (también aquí se debe leer entre líneas el real significado de la actitud del mandatario de Brasil al evitar una foto con alguien condenado por actos de corrupción).

Lo potencialmente peligroso, entre las necesidades políticas de Alberto y las de Cristina, es la intromisión de ciertos personajes extremos que buscan directamente romper las instituciones. Cada vez se escucha a más y más imprudentes que sostienen la necesidad de fracturar el orden institucional, desconocer -incluso anticipadamente-, un resultado en las urnas que, según ellos, estará viciado de antemano, para imponer su propio orden revolucionario nacional y popular. Solo un resultado electoral contundente y por amplio margen nos podría alejar del caos institucional al que busca empujarnos el cristinismo. El desconocimiento del Poder Judicial como un poder del estado independiente (reafirmado por la ONU ante la desafortunada presentación que realizó Horacio Pietragalla en su carácter de Secretario de Derechos Humanos), junto con la autoexclusión electoral de CFK, conforman un combo perfecto para justificar -como en su momento lo hizo Donald Trump y luego Jair Bolsonaro- el desconocimiento de una derrota en las urnas y la falta de legitimación de quien sea que resulte electo como nuevo presidente de los argentinos en las próximas elecciones.

Mientras todo esto nos pasa, el dólar y la inflación siguen su camino al cielo, el Frente de Todos se recalienta, ahora con una nueva pelea de cabaret, en esta oportunidad protagonizada por Wado de Pedro y Victoria Tolosa Paz (¿estrenando su candidatura a vice de Alberto Fernández?) y el destino de la nación sigue a la deriva. Dependerá de los votantes caer en el principio de la decadencia para siempre o comenzar un camino que nos permita alejarnos definitivamente de este penoso presente que nos ha tocado vivir.

Seguir leyendo: