Tolerancia cero digital

En estos días se vota en el Congreso Nacional el proyecto de “Tolerancia cero de alcohol al manejar”, una propuesta quizás equiparable con el consumo de tabaco, que es la principal causa de enfermedad, discapacidad y muerte en el mundo. El consumo de alcohol no regulado, y especialmente al volante, causa miles de víctimas diariamente.

Todos los años mueren en el mundo casi 3,5 millones de personas debido al consumo nocivo de alcohol. El 15% de la población argentina manejó una moto, auto o bicicleta, habiendo bebido alcohol, al menos una vez en los últimos 30 días. El 25% de los conductores siniestrados declararon consumir alcohol en las horas previas al accidente. Beber alcohol y manejar reduce la visión periférica y puede causar visión doble, lo cual dificulta la capacidad de discernir lo que sucede alrededor y disminuye la habilidad para calcular distancias. Genera un falso estado de euforia y confianza, a la vez que disminuye la coordinación y atención.

Pero la situación se agrava: al tabaco y alcohol debemos sumar la adicción a la tecnología, que se expresa a través de la incapacidad de controlar el uso de los dispositivos. Los dispositivos móviles se presentan ya como una extensión de nuestro cuerpo. Creemos que los portamos 7x24 y en realidad, es el celular quien nos está arrastrando, sin que nos demos cuenta.

La hiperconexión genera una incapacidad de poder “pensar sin ella”. Como cualquier otra adicción, cuando una persona tiene dificultades para controlar el uso de la tecnología aparece la ansiedad, el estrés, la irritabilidad, entre otras reacciones. No se trata de la dependencia de una sustancia, sino que es el propio cuerpo el que empieza a producir más sustancias como la dopamina para sentirse bien. El inconveniente es que cada vez necesita de mayor refuerzo y gratificación para lograrlo, provocando pérdida de control, relación de dependencia, necesidad progresiva de mayor tiempo y dedicación. No se trata de la conducta, sino de la relación que se establece con el aparato.

La adicción a la tecnología produce diferentes efectos como la afectación del sueño, dificultades para sostener la atención y concentrarse, dificultades a nivel de la memoria, ansiedad e hiperestimulación, dificultades para socializar y para comunicarse, cambios en los estados de ánimo, irritabilidad y mal humor, nomofobia, que es el temor irracional a quedarse sin el celular o no poder usarlo.

Para algunos adolescentes y jóvenes, la tecnología puede convertirse en una verdadera obsesión. Las redes sociales, internet, videojuegos y juegos online pueden atraparnos en una fantasía que nos distancie del mundo real. Las nuevas tecnologías generan dependencia y, por lo tanto, acaban condicionando la libertad, ya que apartan de otros intereses y aficiones. Interactuar a través de las redes sociales, ver videos de internet o jugar online son actividades que pueden resultar muy placenteras, ayudan a evadirse y están disponibles las 24 horas, por lo tanto, tienen un altísimo potencial para ser adictivas.

Lo que caracteriza a esta adicción es la pérdida de control sobre la conducta, además de una dependencia y la necesidad progresiva de llevarla a cabo en mayores cantidades. Una persona adicta a jugar online, por ejemplo, habrá perdido la capacidad de controlar cuándo dejar de jugar y lo hará de forma compulsiva por más tiempo.

En consecuencia, ¿debemos comenzar a pensar en una regulación relativa a la hiperconexión y la dependencia durante la conducción de vehículos? Todo indica que después del tabaco y el alcohol, la dependencia de la tecnología es la próxima amenaza. Imaginar en simultáneo al control de alcoholemia un “control de conectividad” en la conducción parece una medida esperable en los próximos años. ¿Cuántas personas deberán fallecer para conseguirlo?

El 14% de los accidentes de tránsito incluye el uso de la tecnología mientras se conduce. Así lo indica el último informe “Conducir y usar el teléfono” (por BTR Consulting, 2022), el cual indica también que un tercio de los conductores admite enviar mensajes con regularidad mientras está al volante.

Conducir y usar el teléfono ya es un flagelo mortal en la era de la hiperconectividad, un análisis a partir de encuestas realizadas en la Argentina y el mundo. Cada año 1,3 millones de personas mueren y otros 50 millones resultan heridas por accidentes de tránsito. Del total de accidentes, un alto porcentaje se debe a la distracción provocada por el uso de teléfonos celulares. El informe indica que el 66% de los conductores argentinos reconoce usar la tecnología mientras maneja, es decir, casi 7 de cada 10 personas.

La tecnología adquirió un rol tan importante en nuestra vida que la vemos reflejada en los hábitos de manejo y en el aumento de incidentes de tránsito, por aquello que llamamos “pulsión tecnológica”, que remite a la imposibilidad de dejar de prestar atención a nuestros dispositivos electrónicos.

Hay 20 veces más probabilidades de chocar mientras se envía mensajes de texto y conduce que cuando no se usa un teléfono celular. Enviar mensajes de texto conduciendo tiene el mismo efecto en su tiempo de reacción al conducir que si hubiera consumido cuatro cervezas en una hora.

Ser detenido por un retén policial para verificar si estábamos chateando o si en el momento de un accidente de tránsito nuestro smartphone estaba conectado a Instagram es una cuestión de tiempo, solo queda esperar quien tome la iniciativa para evitar más víctimas a futuro.

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