Un gobierno sin acuerdo interno que termina secuestrando la verdad

La discusión política deambula debatiéndose entre el olvido y el error, hablando del futuro como si no tuviéramos pasado

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Cristina Kirchner en La Plata
Cristina Kirchner en La Plata

“La verdad secuestrada” es un estudio publicado en el cuaderno Nro. 224 de Cristianisme i Justicia. Todos comprendemos lo que significa secuestro. Es apoderarse, hacer desaparecer a alguien o alguna cosa con un interés. ¿Qué significado tiene el secuestro de la verdad? Da lugar a la ausencia de la verdad, a la post verdad. Si nos roban la verdad, lo que queda es aquello que viene a continuación, una opción peor que la simple mentira. La verdad en la sociedad argentina ha sido secuestrada por los relatos salvajes de la política. Somos un país partido en dos.

Esa división de la sociedad se hizo sentir días después del repudiable atentado contra CFK. Para muchos un hecho real; para otros, no. Hoy desde el cristinismo se cuestiona a la jueza que investiga la causa, quizás, porque sus conclusiones no son las deseadas por el Instituto Patria, con argumentos que terminan secuestrando la realidad en pos del relato. Se pretende, desde el “cristinismo” darle un enfoque de tinte “electoral” a la causa de cara al 2023. Los “copitos” pasaron a ser un activo electoral para CFK, que los pretende usar, burdamente, contra Patricia Bullrich, quien junto a Javier Milei podrían ser la sorpresa que dé paso a un nuevo entramado opositor.

Cristina hace de la verdad un chicle de goma. Por caso brindó su apoyo tuitero a Irene Montero, Ministra de Igualdad de España, quien fuera agredida verbalmente por una representante de Vox, Carla Toscano, diciendo que el único mérito que se le puede atribuir es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias, su pareja y fundador de Unidas Podemos. Alberto, para no ser menos, también tuiteó: “La violencia política y machista contra las mujeres es intolerable, y debemos repudiarla con fuerza cada vez que sucede. Toda nuestra solidaridad con la ministra Montero, víctima hoy de crueles ataques”. Llamativamente, el presidente y su jefa política hicieron silencio cuando, días atrás Gildo Insfrán agredió verbalmente a María Eugenia Vidal, al tratarla de “retrasada mental”.

El secuestro de la realidad en pos del relato nos lleva a situaciones extremas, donde la discusión política deambula debatiéndose entre el olvido y el error, hablando del futuro como si no tuviéramos pasado. La memoria de todo lo que vivimos parece superflua, casi inexistente. Toda muerte es lamentable, algunas son honradas desde el gobierno y otras no. ¿Con qué criterio se decide? Por ejemplo la de Hebe de Bonafini, con tres días de duelo nacional. La del fiscal Alberto Nisman, ninguno. La exposición del diputado Espert es una demostración más de cómo unos y otros buscan apropiarse de la verdad. Algunos con buenas intenciones, otros no tanto. Para funcionarios de este gobierno parte de los muertos por Covid-19 son de la “derecha”, otros no. Unos pocos tuvieron vacunas VIP, otros no. Algunos privilegiados cobran jubilaciones millonarias, mientras a la gran mayoría no les alcanza la jubilación para comer, pero el PAMI gasta sumas millonarias en cotillón para el Mundial, en un hecho tan estúpido como insensato.

En este contexto de divisiones y rencores, de verdades secuestradas y relatos impuestos desde el poder político que nada tienen que ver con los intereses de la gente común, se sigue usufructuando el acceso a la función pública como un “bien” propio de la facción oficialista de turno. La política se ha convertido -casi en su gran mayoría- en una exacerbación del fundamentalismo de las ideas, donde el diálogo con el que piensa diferente equivale a encontrar no un trébol de cuatro hojas, sino uno de “cinco” (símbolo de la buena fortuna). El descontrol del gobierno y la posición de CFK como nueva opositora a su propia coalición es la expresión más cabal de que los intereses particulares priman por encima de los comunes, aún dentro del mismo espacio político, dejando de lado la realidad concreta de los problemas del país superada por la creación de relatos dirigidos, con precisión, a sustentar los intereses del poder de turno.

Cristina Kirchner y Alberto Fernández
Cristina Kirchner y Alberto Fernández

Poco a poco nos vamos quedando sin pensamiento crítico. Cada día, como sociedad, toleramos un poco más. Hemos perdido calidad de vida, aceptamos la inflación como algo normal. La inseguridad ciudadana parece que es cosa de otros (hasta que nos toca a cada uno de nosotros obviamente). La poca memoria del pasado nos está dejando sin futuro. Pareciera que consentimos los disparates de la política a que nos vemos sometidos a diario. La razón fue secuestrada por la vigencia de un relato de la política, donde ya no se discuten los problemas del “pueblo” sino los funcionarios de turno. ¿Es momento de gastar 25 millones de dólares en un avión presidencial? El cuestionamiento no es menor. Nos marca la distancia que hay entre el pensamiento de la Casa Rosada y la gente.

Vivimos embriagados de relato, tanto que la realidad, los hechos concretos, ya casi no importan, solo interesa lo que sea significativo para los intereses de un lado y otro de la grieta. Muy pocos hablan con la verdad, porque claramente ésta no paga electoralmente hablando. Tristemente nos hemos convertido en una parodia de país. Estamos dentro del top cinco con más inflación del mundo. La corrupción del Estado sigue siendo un gran negocio para unos vivos que tienen una vida de lujos a costa de los contribuyentes, y en lo que hace al combate del narcotráfico el actuar del Estado bien puede calificarse de “paquidérmico”. La educación pública tiene hoy el estatus de “drama nacional”. Estamos mal educando a nuestros hijos, en un sistema educativo público cooptado por la política partidaria, donde la enseñanza del relato se hace cada día más evidente. Se va conociendo, impulsado por el periodismo de investigación, un elenco de funcionarios -nacionales y provinciales- que alcanzan el estatus de “nuevos ricos” sin que puedan, obviamente justificar el origen de su fortuna. El Estado cada vez contrata más empleados públicos, en lugar de buscar la forma de “dar” trabajo con la creación de empleo genuino. Todo al revés de la lógica.

Tan inestable es el gobierno que desde el propio Frente de Todos arremeten contra Alberto Fernández sin pudor alguno. Se habla del deterioro del poder presidencial, como si fuera algo normal a estas alturas, el abanderado de la cruzada contra su propio presidente es el “cuervo” Larroque, quien salió, cuchillo entre los dientes, a explicar todo lo que CFK -por ahora- no quiere decir públicamente. El intento de nacimiento del Albertismo justificó el feroz y hasta cruel ataque del cristinismo, acusando al presidente de haber traicionado el pacto que lo sentó en el sillón de Rivadavia. Muchos se preguntan hoy por qué Alberto no renuncia y deja qué Cristina se haga cargo de todos los problemas que ella misma originó. La salud del Presidente bien podría ser la excusa perfecta.

No es más que un interrogante hipotético, pero su ilusoria concreción podría generar un sismo que acelere el fracaso de una vicepresidenta que se debate al filo del abismo de su propio ocaso secuestrado la verdad en pos de “su” relato.

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