
En medio de una catástrofe económica y social que supimos conseguir y de una guerra con efectos planetarios, estamos nuevamente envueltos en una absurda discusión entre estatistas y privatistas. Si el Estado no tiene (ni tendrá) dólares suficientes para encarar los temas más urgentes, hay que buscar que el sector privado haga la inversión. En el próximo lustro al menos, el mundo necesitará petróleo, gas y alimentos. Durante los próximos 20 años, litio y tierras raras. Argentina tiene todo eso.
Nuestro sector agropecuario es eficiente y trabajador, solo necesita que le saquen el pie de encima y se le retribuya adecuadamente su esfuerzo. Los gasoductos necesarios y dos plantas de gas licuado requieren un estimado de 20.000 millones de dólares. El sector privado los tiene, solo necesita la garantía de que su inversión no será “manoteada”.
Cecilia Todesca, secretaria de Relaciones Económicas Internacionales, acaba de declarar que uno de los objetivos de la reciente gira presidencial fue “colocar” al país “como proveedor de alimentos y energía”. Y remarcó: “La Argentina podría ser un proveedor estable de gas al mundo”. Sería bueno que el Presidente de la República, en sus conferencias de prensa, en Madrid, Berlín y París, hubiera omitido la sarta de errores y declaraciones contradictorias que efectuó y se hubiera referido a estos temas y a anunciar que se adoptarán de inmediato, desde su Gobierno, medidas coherentes con los anuncios de su colaboradora. Hubiéramos sentido un poco menos de vergüenza ajena y tendríamos un poco más de esperanza.
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