La creación del enemigo, una estrategia política que no falla

En la última década, los programas de defensa se han vuelto aún más sofisticados y costosos, requiriendo de un mayor desembolso por parte de los Estados

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FOTO DE ARCHIVO: Miembros de servicio de las tropas prorrusas conducen un tanque durante el conflicto entre Ucrania y Rusia en una carretera a las afueras de la ciudad portuaria del sur de Mariúpol, Ucrania, 10 de abril de 2022. REUTERS/Alexander Ermochenko
FOTO DE ARCHIVO: Miembros de servicio de las tropas prorrusas conducen un tanque durante el conflicto entre Ucrania y Rusia en una carretera a las afueras de la ciudad portuaria del sur de Mariúpol, Ucrania, 10 de abril de 2022. REUTERS/Alexander Ermochenko

Las crisis que desatan las guerras son oportunidades para algunos. Y como bien decía William Hooke, un día de batalla es un día de cosecha para el diablo. Con esto no quiero decir que la industria militar simbolice al diablo. Por el contrario, la industria militar es necesaria e importante. Pero el problema no es la industria, sino quienes utilizan la propaganda engañosa para dibujar un enemigo, - inventándolo o engrandeciéndolo - que justifique la adquisición de armamento o pretextos para demostrar la necesidad de contar con un gasto militar alto cuando en verdad existe otra vía para la resolución del conflicto de intereses que se tiene con el enemigo.

Dicho esto, la guerra que hoy nos mantiene en vilo, presenta muchas oportunidades para la industria armamentista. Tan solo en la primera semana de guerra, entre Ucrania y Rusia, las empresas de armas alcanzaron subas millonarias en la bolsa, generando ganancias más que generosas para sus inversores.

Hace unas semanas se dio a conocer el margen de ganancia que acumuló las principales industrias de defensa en la bolsa, con subas de entre un 20% hasta un 30%, tan solo en la primera semana de guerra. Según se informó, Estados Unidos habría ganado unos 80.000 millones de dólares durante ese período inicial de contienda.

Para el sistema que compone la industria militar, y los Estados que se apoyan de ella, la dinámica amigo enemigo ha sido muy fructífera desde el punto de vista económico. No digo que las amenazas del enemigo sean un invento, un cuento de hadas, o que no existan hipótesis de conflicto latentes en el mundo, porque entonces estaría profundamente equivocada. Pero sí considero que los Estados ponen más esfuerzo y recursos en armarse, que en crear canales de comunicación con aquel que perciben como enemigo natural. ¿Por qué? Porque quien quiere la paz siempre se prepara para la guerra. Porque mostrar musculo a veces es la mejor forma de disuadir al otro para no tener que usar la fuerza o la violencia más adelante. Esta es una táctica que se usa desde tiempos inmemoriales. Recordemos las enseñanzas de Sun Tzu, quién nos dice que el arte de la guerra es someter a tu enemigo sin luchar y que la guerra se basa en el engaño.

Aunque los conflictos armados son tomados como fenómenos sociales aislados, lo cierto es que a lo largo de la historia de la humanidad podemos citar cientos de conflictos y guerras que han sido fundamentales para la construcción del sistema internacional en el que hoy vivimos. Para bien o para mal, la civilización se alzó en torno al conflicto. Los enfrentamientos entre grupos, la violencia y la búsqueda de la riqueza mediante la conquista de lo ajeno – los llamados botines de guerra - inundan la historia de nuestra humanidad. La necesidad de tener aquello que el otro tiene y que yo no tengo, o de defender lo propio, es lo que ha llevado a la humanidad a inventar herramientas para hacer la guerra y profesionalizar sus ejércitos. Pero también la industria de defensa, gracias a la innovación y el desarrollo constante que exige estar a nivel de mi enemigo en material tecnológica, es lo que ha impulsado grandes inventos que han mejorado nuestra vida, o al menos la han facilitado, como el uso del internet o las computadoras.

Pero tal vez el mayor problema sea que el ser humano paso de pelear en carruajes empujados por caballos armados con flechas o espadas, a emplear aviones de combate de quinta generación con capacidad de lanzar bombas nucleares. Y todo esto sucedió en un breve lapso.

En la última década, los programas de defensa se han vuelto aún más sofisticados y costosos, requiriendo de un mayor desembolso por parte de los Estados para solventar su compra, y de mejores argumentos para justificar su tenencia. Para ello, la creación del enemigo es un arte que se juega desde las esferas de la alta política. Si no existe un enemigo hay que inventarlo. Y si existe, hay que engrandecerlo.

Cuando está el convencimiento de que existe una amenaza contra la propia existencia, urge la necesidad de unión y acción frente a esta fuerza maligna, y así, la clase dirigente pone en marcha mecanismos y medidas que jamás se hubiesen consentido desde la opinión pública de no ser por esa sensación, real o virtual, de la amenaza inminente. Y así, mediante el uso de la propaganda es como se impulsan y aprueban los proyectos de defensa más descabellados y aterradores.

Si quieres la paz, prepárate para la guerra.

Es una afirmación conocida y tristemente verdadera. Desde que el mundo es mundo, nos hemos estado peleando entre nosotros de forma violenta y creativa. La guerra es un arte que requiere de inversión y desarrollo. Hace varios años que vengo estudiando y analizando los proyectos de defensa de las potencias. En 2020, según Sipri, el gasto militar creció hasta los casi 2 billones de dólares. Algunos aumentos estuvieron directamente relacionados con el esfuerzo de la pandemia, pero lo cierto es que, el groso del gasto estuvo directamente direccionado a la inversión destinada a desarrollar nuevo y más sofisticado arsenal militar. Según la publicación, en el caso estadounidense, el incremento en el gasto militar se debe en parte, no solo a la innovación, sino también a la modernización del arsenal nuclear y la adquisición de armas en gran escala. Esta acción se justifica por la creciente preocupación que manifiesta Estados Unidos hacia Rusia y China.

Por su parte, China viene creciendo sostenidamente llegando a ser el segundo país del mundo que más gasta en defensa. De hecho, se encuentra invirtiendo, por más de 15 años, vastos recursos en un programa de modernización de sus fuerzas navales. Por consecuencia, China se ha transformado en la Armada asiática con mayor número de naves dentro de su flota, e incluso hay quienes aseguran que igualará o superará en recursos a la Marina de los EE. UU. en el futuro próximo.

China y EE. UU tienen una hipótesis de conflicto en el Mar de China Meridional, donde ambos han protagonizado escaladas de tensión por la disputa de esa zona, y se cree que podría ser el próximo escenario de conflicto internacional.

Rusia también ha estado invirtiendo fuerte en innovación militar desarrollando proyectos dignos de ser temidos. En los últimos años, se dieron a conocer públicamente varios proyectos de sistemas de armas destinadas a convertir a Rusia en invencible frente a sus enemigos, según argumenta el propio Vladimir Putin.

Los intereses de la industria militar fomentan la carrera armamentista entre las potencias militares para su propia subsistencia, pero también se genera desde la propaganda política de los Estados lideres que invierte recursos en la creación de un enemigo o el engrandecimiento de este, dibujando la imagen de algún dictador loco o líder codicioso para justificar la necesidad de compra, cuando en verdad el fondo de la cuestión podría bien estar asociado a la necesidad de adquirir o sostener la superioridad económica, la influencia y el poder.

La enemistad entre la OTAN y Rusia ha sido patrocinada desde Washington con el objetivo de detener a Rusia en su emerger como potencia rival, fomentar la compra de armas por parte de sus amigos europeos y evitar una alianza comercial entre Europa y Rusia. Situación que pondría en enorme desventaja a la economía americana, que ya la tiene bastante complicada con el ascenso del gigante asiático. Desde el lado ruso, se práctica lo mismo.

La industria militar es multiplicadora de la economía, y necesaria desde muchos aspectos, principalmente para la defensa de la Nación. Como dije al inició de esta nota, la humanidad ha librado guerras desde siempre, y los enemigos existen, pero tal vez no por los motivos que creemos o justificamos.

La guerra es un fenómeno social, y por miles de años el ser humano como especie, ha estado especializándose en el arte de hacer la guerra, gastando miles de dólares en mejorar dicho arte, porque si anhelas la paz, debes prepararte para la guerra, ya que bien tus amigos de hoy, podrían ser tus enemigos de mañana, ya sea por imposición o conveniencia.

Para el poder, los beneficios de tener un enemigo son muchos, desde alimentar la industria militar, multiplicadora de la economía para las potencias, para dar unión y sentido de comunidad en una sociedad tendiente a estar dividida, para socavar a un enemigo existente que nos disputa poder e influencia, etc. etc. La creación o engrandecimiento del enemigo, haciéndole creer a nuestra sociedad sobre un peligro inminente o amenaza, infundiendo miedo, otorga un poder inmenso en los dirigentes que consiguen de tal forma disponer de una fuerza cohesionadora, que el mismo ciudadano entrega de forma voluntaria, y que en última instancia funciona como otra forma más de control social, que se difunde gracias a la propia propaganda política, siendo este último, otro de los beneficios que los Estados encuentran, para tener y fomentar la idea de un enemigo común.

Entonces, me pregunto, ¿hacia dónde se dirige el mundo? ¿Hacia la paz o hacia la guerra? Hace ya varios años que el mundo, aun profesando sueños pacifistas, viene invirtiendo fuerte en recursos para hacer la guerra, porque si algo nos ha mostrado la historia, es que la paz no es duradera, es transitoria.

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