Sin Cristina no alcanza, con Cristina no se puede

Los problemas de ser tóxica que la dejan entre la espada de “Damocle” y Comodoro Py

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Cristina Kirchner y Alberto Fernández
Cristina Kirchner y Alberto Fernández

La viuda, novela escrita por José Saramago en 1947, narra magistralmente las miserias humanas que le tocan vivir a la cónyuge, madre de dos hijos, tras la muerte de su marido, abrumada por las dificultades que implica administrar su legado, las expectativas de la sociedad y su entorno más cercano. Superada la depresión inicial, la viuda decide enfrentar su responsabilidad atormentada por un pecado secreto. Entre cavilaciones sobre sus tormentos y el paso del tiempo discurre las noches desvelada, espiando a su entorno y padeciendo su propia soledad. Todo cambia cuando dos hombres irrumpen en su vida y su destino tambalea inesperadamente. Para Cristina, los hombres que hoy hacen que tambalee su futuro son Alberto Fernández y Martín Guzmán. Mientras Máximo hace de las suyas.

Todo lo que urde, dice o escribe Cristina es producto de una coreografía previamente estudiada. Cada foto, tuit, o “aparición” siguen un patrón de conducta determinado. No improvisa como Alberto. La exagerada performance de la vicepresidenta en la sesión de la Cámara de Senadores del pasado viernes 18 que terminó aprobando el nuevo endeudamiento con el FMI, fue el producto de una estrategia fríamente calculada, pero al mismo tiempo puso en evidencia las razones de sus desvelos, esos que le avizoran un futuro preocupante. Los 56 votos positivos, 13 votos negativos y 3 abstenciones marcaron en los hechos un apoyo del arco político nacional al acuerdo alcanzado por el “Zelig” de la política argentina, dejando expuesta la debilidad política de Cristina. Como sociedad, además, nos queda un aprendizaje importante: cuando la gente tóxica (la viuda y su primogénito) se corren de las discusiones, los consensos son posibles más allá de las diferencias.

La estrategia electoral que la devolvió al poder sentó en el sillón de Rivadavia a un personaje tan versátil para transformarse según el interlocutor de turno, como rápido para irse de boca. Alberto carece de credibilidad, no resiste un archivo. Todo lo que dice en el presente es inmediatamente desdecido por su pasado, cuando vestía la piel de acérrimo enemigo de la devaluada “Reina Polenta”. Ese desvelo de Cristina hoy no tiene solución porque quedó condenada a salir adelante con Alberto o hundirse junto con él. Quizás esa sea la única razón por la cuál estén pensando en un cese de hostilidades, sólo para evitar el paredón de fusilamiento político que significaría un presidente peronista saliendo en helicóptero de la Casa Rosada. Pragmatismo tan puro como hipócrita: separados por el odio, unidos por la conveniencia. La Mise-en-scène que montaron para el “24M” fue una clara exhibición de fuerza interna dentro del Frente de Todos para Alberto que lo miraba por TV. El climax se alcanzó con el “ninguneo” público del “Cuervo” al presidente, cuando dijo que no juntaba más del 4% de los votos, señalando una dura realidad que el presidente conoce muy bien. También se ocuparon de marcar la cancha: de adentro del gobierno no se piensan ir (las cajas pesan más que el relato), olvidándose que perdieron 5,2 millones de votos en 2021.

Los referentes de La Cámpora en Plaza de Mayo por el Día de la Memoria
Los referentes de La Cámpora en Plaza de Mayo por el Día de la Memoria

Sin Cristina no alcanza, con Cristina no se puede. El problema de ser tóxica la dejó entre la espada de “Damocle” (en la versión de la senadora Sandra Mendoza) y Comodoro Py. Tras los tuits, las cartas y la renuncia masiva de funcionarios kirchneristas, el ala dura del “albertismo” soñó romper filas con la dueña del poder tras el colapso electoral de 2021. En ese momento no era posible pensar una alianza legislativa con Juntos por el Cambio que le permitiera gobernar y terminar su mandato. En el escenario actual eso no cambió, pero sí es posible otro tipo de consensos, como los que se lograron para aprobar el acuerdo con el FMI. De ahí a gobernar sin los votos del cristinismo es otra cosa y para el séquito de Cristina “perder” las cajas sería trágico (tendrían que salir a trabajar). Este enredo político es a consecuencia de que Cristina ahora juega el rol de opositora en minoría dentro de su “propio” gobierno, pero con el poder de fuego suficiente para seguir horadando la figura presidencial, con una sola preocupación en mente: sostener el relato (y las cajas) que le permita conseguir los votos necesarios en 2023 que la dejen a salvo del peligro que el Poder Judicial le representa. Alberto y Cristina quedan así condenados a desbarrancarse juntos y peleados o firmar la paz, una nueva que seguramente terminará de la misma manera que terminaron las otras: a las patadas.

Con el panorama que tenemos por delante, acuerdo del FMI mediante y más ajustes a la ya frágil situación de los argentinos, el peronismo ortodoxo de los gobernadores, intendentes y sindicatos huelen tiempos de recambio. La aprobación del acuerdo trajo para Cristina vientos de incertidumbre junto con nuevos desvelos: La sobrevida de Martín Guzmán, sostenido por Alberto ante los embates del cristinismo duro, es hoy una pieza clave para el presidente que se entiende a la perfección con el ministro “zaraza”, quien aún parece no tener una receta para combatir eficientemente la inflación, al igual que sus otros colegas del gabinete. Cristina lo sabe muy bien, la guerra contra la inflación viene arrasando a los argentinos. Hacer los deberes seriamente va contra las creencias mismas de su relato. Son dilemas que parecen no tener solución para la Reina Polenta mientras observa cómo el peronismo duro va por ella. Cristina no olvida ni perdona, se sintió engañada: Guzmán le dijo durante dos años que el acuerdo con el FMI sería de una manera completamente diferente a lo que fue.

Martín Guzmán junto a Cristina Kirchner y Alberto Fernández
Martín Guzmán junto a Cristina Kirchner y Alberto Fernández

Para Cristina el tratamiento que se debe hacer, a consecuencia del acuerdo por el endeudamiento nacional y popular, equivale a tomar cicuta. En ese contexto, el problema que tiene Alberto Fernández es que su “jefa” no está de acuerdo en seguir las recetas que le impone la terapia “Guzmán-FMI”. La Reina Polenta se desvela porque no está dispuesta a convalidar nada que se parezca a un ajuste, algo que para una populista de pura cepa resulta indigerible, olvidándose que precisamente por ese tipo de políticas llegamos a estar como estamos hoy: en el fondo del abismo y sólo sostenidos por la soga que nos dio el FMI.

Otra preocupación de Cristina son las canas de Máximo y no precisamente por una cuestión estética, sino porque tampoco da la talla como legítimo heredero al trono de la familia. Máximo tiene el mérito de poseer mayor imagen negativa (ronda el 70%) que su propia madre e incluso que Alberto. Tanto su renuncia “testimonial” a la presidencia del bloque de Frente de Todos (peleados con todos), y su posterior acting en el momento de la votación en la cámara baja del acuerdo con el FMI, terminaron de ubicarlo más lejos de lo que estaba en la consideración de los votantes. Los encuestadores que han medido la imagen del heredero al trono rescatan los siguientes calificativos para definirlo: “inútil”, “corrupto”, “vago” e “inoperante” entre los más mencionados, solo unos pocos lo consideran “inteligente” o “genio”. El futuro inmediato para Máximo como candidato es complejo, no siendo en la actualidad la mejor opción para su ya casi septuagenaria madre.

Con ese escenario por delante, Alberto pretende relanzar (nuevamente) su gobierno y posicionarse como una opción competitiva para las probables internas de su sector político, pero se olvida que pierde cómodo contra la Reina Polenta, (el “cuervo” Larroque se lo dijo públicamente) quien aún goza de fieles seguidores a los que nada pareciera perturbarles, aún a costa de seguir comiendo polenta. La falta actual de conducción que padece nuestra Nación es abrumadora, con la sociedad hastiada, no es posible -frente a la gravedad de lo que se viene- pasar por alto cualquier escenario, incluso que colapse el gobierno y terminemos en un llamado a elecciones anticipadas. Para Cristina sería un problema muy grave, pues debería competir en condiciones desventajosas. Los desvelos de Cristina son un claro ejemplo de lo que se enseña en la Teoría del Juego: El dilema del prisionero: Haga lo que haga termina perdiendo (el dilema dice preso, pero preferimos no herir corazones sensibles).

Como pidió nuestro Presidente, tendiendo nuevamente un puente de paz: “un aplauso para Cristina”, gen de la discordia nacional y popular, para que despierte de su largo sueño de grandeza y se de un baño de realidad frente a lo peor que aún está por venir. El tiempo, como siempre, será el padre de toda verdad y mentira, por más relatos que se intenten sostener, aún contra la realidad misma.

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