Estamos en manos de humoristas geniales... ¡y nosotros sin saberlo!

El organismo que el gobierno creó y murió antes de nacer es, quizás, una muestra del buen humor que nos propone el Ejecutivo

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La Unidad Ejecutora Especial Temporaria Resiliencia Argentina iba a estar en la órbita de la jefatura de Gabinete (@JuanManzurOK)
La Unidad Ejecutora Especial Temporaria Resiliencia Argentina iba a estar en la órbita de la jefatura de Gabinete (@JuanManzurOK)

El Gobierno creó el ministerio del buen humor. O algo así. No era exactamente un ministerio, pero podía tomarse como tal. Era un organismo con un nombre largo, porque ya se sabe que las cosas con nombre corto no tienen sentido, libertad, honestidad, transparencia, esas paparruchadas. Se trataba, atentos, de la Unidad Ejecutora Especial Temporaria Resiliencia Argentina. Ahí queda eso. El sello de la dependencia lo tenían que entintar y aplicar entre dos funcionarios. La Unidad Ejecutora Especial… bueno, eso, tenía como misión mejorar el humor social de los argentinos.

A las pocas horas del anuncio, el propio gobierno dio de baja al organismo. Es un buen chiste, no me digan.

Lo que perdimos con la decisión de dar de baja al ente nonato, es una oportunidad de reír, festejar y gozar de las dichas y las desdichas del país. Eso es una pena. Pero pongamos buena cara, que parece que el buen humor lo es todo.

Con un organismo oficial encargado de velar por el humor social, el malhumor podía haber sido considerado delito de lesa patria y penado con ocho a veinticinco años de cárcel. La mala cara, el ceño fruncido y la puteada leve podrían haber sido calificados como armas de guerra, y sus portadores enemigos de la sociedad. Algo así, si mal no recuerdo, imaginó Aldous Huxley en “Un mundo feliz”, publicado en 1932, cuando el nazismo avanzaba a paso firme en Europa.

Tampoco es cuestión de vivir en la queja permanente. La corrupción no es castigada, las divisiones internas del Gobierno lo hacen ingobernable cuando su misión es gobernar; el Presidente visita a su par ruso y le ofrece las puertas abiertas de América Latina, justo cuando el otro piensa en borrar a Ucrania del mapa; el acuerdo firmado, o a punto de, con el FMI nos va a hacer un nudo en el cuello, y en otras partes sensibles, pero peor era el no acuerdo, lo que equivalía al default y a deambular como parias por el mundo, a hundirnos en la ciénaga apestosa de la miseria y el subdesarrollo o; lo que se avecina es una brutal suba de impuestos para enfrentar un listón demasiado alto para saltarlo y una economía cerrada a las exportaciones y a las importaciones y Dios nos ampare. Al panorama se le agrega que, como muestra del inconformismo social, una manifestación de la izquierda argentina destroza parte de la ciudad, apedrea el Congreso y los cristales de la oficina de la vicepresidente de la Nación, que aprovecha para filmar un videíto tiktokero y para hacer lo que mejor hace, que es victimizarse. Y encima de todo eso, el común de los mortales se queja o pretende quejarse. Así no hay país que avance. La queja no lleva a nada. La protesta tampoco, salvo que seas el tipo que hace unos años disparó un mortero contra la policía y ahora dice que los cambios sociales no se alcanzan pidiendo permiso. Anoten al fulano para Cancillería.

Antes que me olvide, eso de celebrar el acuerdo con el FMI pese al tremendo y previsible ajuste que se avecina (ya sé que ajuste no se puede decir, pero no se me ocurre un sinónimo ahora) y crear un organismo especial, o sea más burocracia, más presupuestos, más sueldos públicos, no deja de ser otro rasgo de humor.

Fernando Melillo iba a ser el funcionario a cargo del buen humor de los argentinos @Fermelillo
Fernando Melillo iba a ser el funcionario a cargo del buen humor de los argentinos @Fermelillo

Lo extraño de todo es que no estaba claro cuál iba a ser la estrategia de la Unidad Ejecutora, y lo que sigue, para enfrentar, por ejemplo, a los muchachos de los palos, las piedras y la molotov. A lo mejor, el efímero organismo no tenía en sus planes plantarle cara al mal humor, sino mejorar el que hay, que tal vez sea ya bastante malo. Quién sabe. Es difícil saber cómo pudo ser lo que no fue. Otro rasgo de humor del gobierno, no me digan.

Si no estuvo clara la estrategia del la Unidad Ejecutora Especial ta-ta-tá, ta-ta-tá, sus eventuales métodos tampoco estuvieron claros, ni fueron deslizados siquiera. Alguien puede pensar en Chesterton, en Bernard Shaw, en Gila, para no ir tan lejos, en Moldavsky para estar a tono con la época. ¿Mejorarían la literatura, la tele y los chistes, el humor social? A propósito, ¿conocen el cuento del tipo que va al adivino? Un tipo va a lo de un adivino y golpea la puerta, toc, toc. Y de adentro, “¿Quién es?” Y el tipo: “Vaya mierda de adivino”. Lo contaba Eugenio, un genial humorista catalán. Pero no creo que el humor rápido, breve y certero ayude demasiado al tipo que se ve venir un revalúo de su propiedad y un hachazo a su magra billetera; el buen humor social tampoco repararía el de quienes viven amenazados por la delincuencia, cercados por la droga, acechados por el crimen. Ni el de quienes perdieron familiares o amigos por el Covid, víctimas también de la criminal displicencia con la que el Gobierno encaró la primera etapa de vacunación y discriminó entre vacunas imperialistas y antimperialistas. Si no hubiese sido una tragedia, eso también era una humorada. Para Covid basta una payasa Filomena. El humor tal vez ayude, pero no hace milagros.

Quizás todo haya sido un enorme mal entendido y la Unidad Ejecutora Especial… ya saben lo que sigue, fue mal encarada de entrada. Para empezar, era “Temporaria”. Caramba, ¿qué significaba eso? ¿Cuán temporaria hubiese sido? Porque lo que se vio es que no tuvo tiempo de nada. Pero en teoría, ¿cuánto iba a durar la experiencia? ¿Y cuándo, y quiénes, hubiesen juzgado que los argentinos ya habíamos alcanzado las cotas normales de humor social? Eso no arrancó bien.

Lo segundo es que el organismo adosaba a su largo nombre de identidad el de “Resiliencia Argentina”. Con la palabra resiliencia ocurre lo que con la mayoría de las palabras que se ponen de moda. Las usamos sin conocer del todo bien su sentido. El diccionario de la Real Academia Española, sabio libro al que conviene acudir de vez en vez, define a resiliencia, primera acepción, como “Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado de situación adversos”.

En este caso, por si no quedó claro, los seres vivos hubiésemos sido los ciudadanos del país. Pero ¿cuál hubiese sido, y es, el agente perturbador? ¿El Gobierno? El descontento social, volcado en los últimos resultados electorales, tuvo destinatarios claros: el presidente Alberto Fernández, su gestión, el accionar de su vicepresidente, del hijo de la vicepresidente y el de la agrupación que lidera el hijo de la vicepresidente.

A ver si entendimos bien: como agente perturbador del humor social, ¿creó el gobierno, o quiso crear, un organismo estatal destinado a combatirlo? ¿Fue ése el verdadero motivo de su rápida defunción?

¿No estaremos en manos de geniales humoristas, y nosotros sin saberlo?

Sería imperdonable de nuestra parte.

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