Sobre la declaración de “desastre ecológico en Corrientes”

Nos asombramos por las más de 785 mil hectáreas incendiadas, pero inevitablemente surgen diversas preguntas vinculadas. ¿Por qué ocurre esto? ¿Cuánto va a durar? Y principalmente, ¿quién es el responsable?

Compartir
Compartir articulo
Los brigadistas trabajan incansablemente, pero aún hay varios focos activos (REUTERS/Sebastian Toba)
Los brigadistas trabajan incansablemente, pero aún hay varios focos activos (REUTERS/Sebastian Toba)

En referencia a los incendios que se están desarrollando en la provincia de Corrientes, ya sea por su severidad o grandes extensiones afectadas, las noticias acerca de esta catástrofe ambiental, ha transcendido a nivel internacional. No obstante, es ineludible preguntarnos si esta situación pudo ser evitada.

Si bien hoy nos asombramos por las más de 785 mil hectáreas incendiadas, según el último informe emitido por el INTA, paralelamente surgen diversas cuestiones o preguntas vinculadas. ¿Por qué ocurre esto? ¿Cuánto va a durar? Y principalmente, ¿quién es el responsable? Y digo principalmente, porque es la principal pregunta que surge, tanto en medios de comunicación, como en diálogos cotidianos. Sin dudas que responder esas preguntas nos lleva a analizar -o al menos poner sobre la mesa- diversas variables intervinientes, tanto del ámbito natural, como del social.

Partiendo desde un enfoque natural, tendríamos una visión muy sesgada si sólo nos enfocamos en los eventos de sequía extrema. Por lo tanto, debemos considerar qué ha ocurrido en la provincia de Corrientes un par de años atrás; ya que no hace mucho tiempo, en nuestro territorio, eran frecuentes las noticias por los casos de inundaciones extremas. ¿Es posible relacionar las inundaciones pasadas con los incendios del presente? Y la verdad es que sí.

Desde 2015 y hasta 2018, eventos de inundaciones extremas, vinculados al fenómeno de “El Niño”, generaron precipitaciones que superaron anualmente los 2.000 milímetros, cuando lo normal -al menos para el extremo occidental de Corrientes- ronda en 1.400 anuales.

Esto, sumado a que el 60% del territorio provincial se encuentra cubierto por humedales, generó grandes extensiones inundadas o anegadas, motivo principal de preocupación.

No obstante, no debemos de olvidar que debido a nuestro clima subtropical, sumado a las características topográficas e hidrográficas, la vegetación se encuentra muy adaptada a estas condiciones de excesos hídricos. Ya sean bosques de ribera o macrófitas lacustres o palustres, la presencia del agua es vital para su desarrollo, con lo cual, esta abundancia de agua permitió un aumento en la biomasa que, al manifestarse los eventos de sequía extrema desde el año 2019 a la actualidad, gran parte de ellas se han secado, constituyendo un potencial combustible.

A su vez, tenemos los pastizales, los cuales actúan de la misma manera y son el blanco de prácticas locales vinculadas a la ganadería, pero ya hablaremos al respecto. Por su parte, los bosques nativos suelen ser la excepción en los incendios, ya que su frondosidad y el microclima que genera su sombra, permite mantener valores altos de humedad relativa y por lo tanto es menor la amenaza de incendios.

Si tenemos que mencionar otro condicionante que potenció a la amenaza, sin dudas fue esa ola de calor, en la que por más de una semana las temperaturas máximas superaban los 40° C que, sumado a las escazas lluvias, los altos valores de evaporación y evapotranspiración por parte de las plantas, ya nos anticipaba una situación desfavorable.

Por otro lado, no debemos de olvidar a las ráfagas de viento, que aceleraron la propagación del fuego.

En síntesis, las variables naturales que dieron lugar a esta situación serían: las altas temperaturas, las escazas precipitaciones, las ráfagas de viento y la disponibilidad de combustible proveniente de biomasa de vegetación adaptada a excesos hídricos.

Sin embargo, en este “juego” están involucrados los seres humanos, cuyas prácticas culturales y productivas poseen un rol tan importante como lo son las variables ambientales. En este sentido, partiendo de que todo desarrollo socioeconómico implica un determinado impacto en la naturaleza, el olvidarnos por completo del sistema natural, no llevan a cometer errores muchas veces irreversibles.

En el NEA, tenemos algunas prácticas vinculadas a la producción ganadera y que son comunes en toda la región. Por ejemplo, se realiza la quema de pastizales días antes del anuncio de una tormenta, para que el rebrote de los mismos, sirvan de alimento para el ganado.

Sin embargo, antes de poner en tela de juicio a los productores ganaderos, es preciso mencionar que la práctica del fuego cada dos años, es recomendada desde el ámbito científico/académico, ya que por ejemplo, la quema de pastizales, además de fuente de alimento, permite combatir garrapatas, al quemarse los renovales de los árboles se garantiza que solo crezcan pasturas y eso a su vez facilita el desplazamiento del ganado y los caballos, entre otras cosas. Esta es una de las explicaciones de por qué las zonas ganaderas son más propensas a quemarse que las agrícolas. Pero la producción ganadera no es la única responsable. Otra variable son los desarrollos inmobiliarios, los cuales no solo deforestan bosques nativos -incluso aquellos protegidos por la ley de bosques-, sino que también realizan quemas de grandes superficies, ya que es económicamente más barato quemar un par de hectáreas que desmalezar con otros métodos. A su vez, tenemos como “mala costumbre” quemar la basura y hojarasca, prácticas que se ven principalmente en áreas periurbanas y rurales. No es de extrañar entonces que las áreas afectadas por el fuego, sean ambientes periurbanos de interés inmobiliario.

Por otro lado, muchas de las imágenes visualizadas mostraban grandes extensiones de forestaciones de pinos y eucaliptos. Hace varios años se observa un crecimiento de esta actividad, que en principio se encontraba sobre la cuenca del río Uruguay. Sin embargo, en la actualidad tiene un rápido desarrollo en el interior provincial y en especial en los últimos años, donde se pretendía quintuplicar las superficies forestadas.

Debemos entender que, más a allá de que se traten de árboles y que siempre se vincula al verde con la generación de oxígeno; no dejan de ser un monocultivo, a la vez de que generan una transformación radical en el paisaje. Por otra parte, al no tener descomponedores naturales, las acumulaciones de hojarasca son enormes, sumado a que son altamente inflamables; es decir que una vez iniciado el fuego en una superficie forestada con estos árboles, se requiere de mucho esfuerzo para apagarlo.

Y por último, al menos como variable humana, se encuentran los fuegos intencionales. Ya sea por desconocimiento, negligencia o con algún fin que escapa a mis conocimientos, genera mucha impotencia saber que existen personas que no tienen la más mínima empatía por el ambiente.

Siempre menciono que hay varios actores intervinientes en el riesgo, pero para poder mitigar o minimizar al mínimo los impactos que genera la manifestación de un desastre, estos actores deben formar parte de un mismo sistema. En primer lugar, podemos destacar al aporte científico y académico, los cuales nos son de utilidad para comprender a la amenaza, tanto a los procesos que la desencadenan, como así también cómo van a repercutir en el ambiente y/o la sociedad en general.

Y acá hago una crítica a nuestro sistema científico que nos exige publicaciones internacionales y publicaciones en idiomas científicamente convencionales, cuando por el contrario, debería ser publicada en español y estar al alcance de los tomadores de decisiones.

Y hago una fuerte crítica en este punto, porque las investigaciones son subsidiadas por el Estado, pero es él mismo que, a través de sus mecanismos de evaluación, generan este tipo de desfasajes.

En segundo lugar, tenemos a los tomadores de decisiones, los cuales deben de valerse de la información generada para generar acciones adecuadas, pertinentes y funcionales a la amenaza, de lo contrario la solución puede desencadenar nuevos riesgos.

No menos importante, es el tercer conjunto de personas y hago referencia a la población. La población debe ser capacitada, debe recibir divulgación de esta información generada, a fin de lograr que no se realicen actos negligentes y que empeoren la situación que se está viviendo.

Lamentablemente, en la actualidad estos tres sectores se encuentran separados, solo con encuentros casuales, justamente ligados con la manifestación de una amenaza. ¿Quién habla de incendios cuando estamos en inundaciones y viceversa? ¿Por qué correr tras el problema cuando puede ser prevenido? Curiosamente no son preguntas nuevas, son preguntas que escucho desde que tengo noción de entender las cosas, y por lo tanto, nos merece reflexionar al respecto.

Como geógrafo, considero que este tiene que ser un punto de inflexión y pensar seriamente en los aportes que se pueden generar desde nuestra ciencia.

Como nunca, estamos viendo el uso de imágenes satelitales, prácticamente en tiempo real y de acceso gratuito. Las nuevas tecnologías y las nuevas formas de procesar datos provenientes de sensores remotos, como así también los obtenidos en campo, son herramientas que debemos de aprovechar al máximo para seguir generado información tanto básica como aplicada, con el objeto de logar una comprensión integral de las dinámicas de los paisajes, tanto actuales, como en futuros escenarios de cambio.

Si debemos prepararnos para situaciones cada vez más extremas, severas y recurrentes, en el marco del cambio climático global, debemos generar una nueva perspectiva, desde la manera en cómo y para quién generamos información, en cómo la utilizamos; pero principalmente en lograr ser capaces de comprometernos socialmente con el ambiente y ser empáticos con nuestros paisajes, los cuales son víctimas de nuestros accionares productivos y culturales.

SEGUIR LEYENDO