Tres consensos urgentes para Argentina

El país puede dejar de monologar con la coyuntura y empezar a dialogar con una estrategia de largo plazo

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Argentina tiene posibilidades importantes para sacar partido en el desafío de la producción sustentable
Argentina tiene posibilidades importantes para sacar partido en el desafío de la producción sustentable

En pocos días estamos en el año 2022. En un par de años habremos cumplido un cuarto del siglo XXI. En ese abrir y cerrar de ojos, Argentina se encuentra ante un momento bisagra y con una ventana de oportunidad para consensuar las políticas de Estado que nos permitan salir del estancamiento de la última década.

Hay al menos tres consensos urgentes y realizables, condición necesaria para que este siglo XXI no sea un siglo perdido para el país:

1. Desarrollar todos los recursos que tenemos.

2. Desarrollarlos con el mayor valor agregado posible.

3. Desplegar todo el potencial del sector privado.

Hoy, atravesamos el tercer momento bisagra de este siglo. Uno lo aprovechamos, el otro no. A inicios del milenio, en 2001, China entró a la OMC y cambió el mapa de las relaciones económico-políticas globales. Mientras eso sucedía, Argentina salía con crisis de la Convertibilidad luego de una larga recesión pero encaminaba la economía hacia un proceso virtuoso de crecimiento que duró toda la década de los 2000. El PIB industrial per cápita de Argentina se recuperaba un 67 por ciento y se creaban casi 20.000 empresas industriales y 500.000 puestos de trabajo desde el piso de la crisis.

Argentina se encuentra ante un momento bisagra y con una ventana de oportunidad para consensuar las políticas de Estado que nos permitan salir del estancamiento de la última década

Hacia 2011, cuando ese ciclo mostró signos de cansancio y requería “sintonía fina” para corregir los temas macro y avanzar en una política industrial de largo plazo, la respuesta fue el cepo cambiario, que dominó la economía en esta última década. Por eso, en gran medida, Argentina no pudo aprovechar el segundo cambio paradigmático de este siglo, que comenzó a ocurrir con fuerza también en 2011, cuando Alemania acuña el término “industria 4.0″ para relanzar su política tecnológica e industrial en un mundo donde cobraba relevancia la inteligencia artificial, los algoritmos y la conexión entre los servicios basados en el conocimiento y los bienes. A partir de esa irrupción de la innovación en la industria, 15 de los países más importantes del mundo relanzaron su política industrial producto de la cuarta revolución industrial.

Diez años después, estamos ante el tercer hito del siglo: la configuración de una nueva economía en el marco de la electro movilidad, la digitalización acelerada en la pospandemia y la agenda climática. Llegamos a este punto de inflexión luego de una década que registró una caída del 23 por ciento del PIB industrial per cápita, casi 7.500 empresas industriales y 102.000 trabajadores menos que en aquel año (gran parte de esa pérdida producto de la crisis cambiaria de 2018/2019).

Argentina tiene un potencial minero subexplotado: exportamos apenas USD 3.075 millones anualmente, mientras que Perú y Chile exportan USD 28.704 millones y 38.439 millones

Si bien nos encontramos detrás de la línea de partida, Argentina tiene posibilidades importantes para sacar partido en el desafío de la producción sustentable, sobre todo durante la ventana de transición que se abre y en la que hay cierto consenso en que un país emergente como el nuestro no tiene que absorber todos los costos de una agenda que tienen que liderar aquellos países con más desarrollo y emisiones de CO2

Pero para eso hacen falta al menos tres consensos.

El primero: desarrollar todos los recursos que tenemos. Un ejemplo paradigmático, la minería. Argentina tiene un potencial subexplotado: exportamos apenas USD 3.075 millones anualmente, mientras que Perú y Chile exportan USD 28.704 millones y 38.439 millones, respectivamente. Existe una agenda de aprovechamiento sustentable de estos recursos que hay que poner en juego para generar volumen y divisas producto de la IED (inversión extranjera) y las exportaciones. Hay otros ejemplos: carne porcina, foresto industria y obviamente gas y petróleo no convencional; son recursos sobre los que deberíamos acordar sin muchas dificultades su desarrollo a escala.

Uno de los consenso es el que requiere más compromiso y un diagnóstico correcto para su puesta en marcha: las políticas de Estado para desplegar el potencial del sector privado

El segundo de los consensos se monta sobre el anterior: además de explotar esos recursos, tenemos que agregarles valor. Para generar empleo, integración social, desarrollo federal y calidad en nuestro sistema educativo-tecnológico, se requiere una política industrial integral que se afiance sobre los adelantos de la Industria 4.0. Y que, por sobre todo, articule sectores alrededor de esos recursos, para agregarles valor: aguas arriba –maquinaria agrícola, proveedores mineros y de Vaca Muerta– y aguas abajo –autopartes, metalmecánica, alimentos elaborados, química, indumentaria, entre otros–.

El tercer consenso es el que requiere más compromiso y un diagnóstico correcto para su puesta en marcha: las políticas de Estado para desplegar el potencial del sector privado. Entre ellas: previsibilidad macroeconómica para el desarrollo industrial, un conjunto de incentivos para la inversión y la agregación de valor en sectores transables, impulso a las exportaciones, una ley PyME, 4.0, entre otros.

Argentina puede dejar de monologar con la coyuntura y empezar a dialogar con una estrategia de largo plazo. Estos tres consensos pueden ser un primer paso para que entre todos –Estado, empresarios, trabajadores– empecemos a poner al país en valor y podamos decir dentro de 10 años que aprovechamos la oportunidad que se nos presentó.

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