Las ideologías gozan de buena salud

Las ideologías han sido un tema muy confuso en Argentina. Mientras en el Mundo primó el conflicto entre derechas e izquierdas, la “centralidad” del Justicialismo desde 1945 generó un fenómeno local que se tradujo en el “péndulo” del peronismo al antiperonismo, de ida y de vuelta.

El comunismo vernáculo no tuvo nunca representación parlamentaria y, hasta el fin de la década del 80, el socialcristianismo y la socialdemocracia eran expresiones muy minoritarias.

Pero el panorama cambió en la última década del siglo XX: Alfonsín incorporó al radicalismo a la Socialdemocracia y Menem llevó el peronismo a la Internacional Demócrata Cristiana. Recordemos que las dos máximas figuras de cada lado fueron Mitterand y Merkel.

La crisis del 2001 y la aparición del kirchnerismo como hegemón en el peronismo, cambiaron nuevamente el horizonte ideológico local.

El kirchnerismo lidero un “Frente Popular-Nacionalista”, incorporando a distintos grupos de la izquierda, relativizando el eje Social-Cristiano, pero manteniendo un vínculo estrecho con los curas villeros y con la doctrina planteada por el Papa Francisco de confrontar con el capitalismo Occidental, con la pretensión de ser el “Mensajero único de los pobres”.

En este escenario, se produce una nueva alianza entre el radicalismo socialdemócrata de centroizquierda y el PRO de centroderecha liberal, más grupos del peronismo no-K, identificados con el socialcristianismo.

Con esta conformación, Juntos por el Cambio logra estabilizar una importante base social -más del 40% de la ciudadanía- que gana en el 2015 y el 2017, pierde en el 2019 pero se recupera y gana las elecciones de medio término del 2021.

De cara al 2023, tiene tres desafíos: mantener la unidad alcanzada; ampliar su base social; conformar una propuesta de gobierno que incluya a sectores liberales que se expresaron por fuera de JxC - los que votaron a Milei y Espert- y a fuerzas provinciales distanciadas del kirchnerismo (el cordobesismo, el Movimiento Popular Neuquino, Juntos Somos Rio Negro y el socialismo Santafecino) que permitirían constituir una amplia mayoría parlamentaria para modernizar Argentina y afrontar los desafios de la integracion regional y la apertura al mundo.

Este objetivo no pudo alcanzarse en el periodo 2015-2019 por que no existió una amalgama entre ideología y programa de gobierno que pudiera cerrar los acuerdos necesarios para superar 50 años de postergación y el alejamiento del mundo y sus tendencias rectoras (tanto las norteamericanas, las europeas y las chinas). Ya antes había fracasado el menemismo al intentar la alianza entre el peronismo socialcristiano y la UCD.

El mundo del siglo XXI se ha “estandarizado ideológicamente” pero va entrando en una complicada crisis de la mano de la tecnología y la concentración de la riqueza. Han aparecido por todos lados (desde Chile a Hong Kong, pasando por Francia o Egipto) los “indignados” que claman por un lugar en las sociedades que los han excluido. A eso se suma la necesidad de preservar el planeta de los riesgos medioambientales.

Argentina, que debería estar participando de estos debates desde una posición de privilegio (por su extraordinaria ubicación geográfica, sus abundantes recursos naturales y su capacidad de producir inteligentzia humana ), está ausente.

Nuestra pertenencia al G-20, al Mercosur, al Club Nuclear y al núcleo administrador de la Antártida, nos coloca en la primera docena de países para liderar la agenda universal, conjuntamente con nuestros socios sudamericanos. A contramano de la historia, nos encontramos hoy sumergidos en un mar de millones de planes sociales, inflación galopante y un estado de default crónico e inexplicable.

Nuestra “ideología dominante” está plasmada en la Constitución de 1994, votada por todos los sectores políticos, que no hemos sabido “metabolizar” por limitaciones de nuestra dirigencia.

Las crisis de 1955, 1966, 1976, 1989, 2001, 2008 y la actual (casi un relojito perfecto por su repetición decenal), no pueden seguir siendo ignoradas como fuente de autocrítica y aprendizaje.

Es posible la síntesis entre nacionalismo y liberalismo como complementos y no como alternativas conflictivas.

En el 2023 tiene que empezar en serio “nuestro Siglo XXI” y nuestra definitiva reconciliación nacional.

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