El falso dilema de la austeridad fiscal

Hay problemas que ofrecen dos posibilidades de resolución, pero ninguna de las cuales es inequívocamente aceptable o preferible

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Si no se frena la inflación, la situación social se volverá explosiva; pero frenar la inflación requiere de una austeridad fiscal tal (un ajuste) que la situación social no resiste (Europa Press)
Si no se frena la inflación, la situación social se volverá explosiva; pero frenar la inflación requiere de una austeridad fiscal tal (un ajuste) que la situación social no resiste (Europa Press)

Muchas cuestiones que hacen a la normalización de la economía argentina se presentan recurrentemente como tales sin que lo sean. Falsos dilemas que perpetúan la inflación, la inestabilidad, la pobreza y la decadencia. Uno de ellos es el de la austeridad fiscal. La forma de plantear el dilema no ha cambiado demasiado a lo largo del tiempo: si no se frena la inflación, la situación social se volverá explosiva; pero frenar la inflación requiere de una austeridad fiscal tal (un ajuste) que la situación social no resiste.

Tal como la evidencia lo expone con crudeza, gobierno tras gobierno, fracaso tras fracaso, la inflación y la pobreza muestran dinámicas explosivas mientras la austeridad luce por su ausencia. La estabilización macro de Argentina es (o al menos debería ser) impostergable.

La estabilización macro de Argentina es (o al menos debería ser) impostergable

Y si no se implementa un mínimo de austeridad fiscal y monetaria, cualquier otra medida entra en el terreno de la poesía, de un relato voluntarista, efímero y costoso. Tan costoso como la épica anti-acuerdo con el FMI que, de tanto en tanto y como coralario del dilema de la austeridad fiscal, se hace carne en una gran cantidad de actores relevantes del oficialismo, incluyendo al mismo presidente Alberto Fernández. Y atención, este tema tiene relevancia en varios frentes, pero muy particularmente en el de manejo de las expectativas.

Relación con el FMI

La gran mayoría de los argentinos sabe que el papel resiste cualquier promesa y que las metas que podrían formar parte de un acuerdo (de facilidades extendidas que permita alargar los plazos de pago), difícilmente se alcancen. Pero, al menos durante algunos meses, ese acuerdo podría servir de ancla de esas expectativas.

La gran mayoría de los argentinos sabe que el papel resiste cualquier promesa y que las metas que podrían formar parte de un acuerdo (de facilidades extendidas que permita alargar los plazos de pago), difícilmente se alcancen. Pero, al menos durante algunos meses, ese acuerdo podría servir de ancla de esas expectativas (EFE)
La gran mayoría de los argentinos sabe que el papel resiste cualquier promesa y que las metas que podrían formar parte de un acuerdo (de facilidades extendidas que permita alargar los plazos de pago), difícilmente se alcancen. Pero, al menos durante algunos meses, ese acuerdo podría servir de ancla de esas expectativas (EFE)

Habría un programa (o programita), no habría default con el Fondo Monetario y se podrían conseguir algunos dólares de otros organismos internacionales que complementen (tal como el Poder Ejecutivo proyecta en el Presupuesto 2022) los dólares que ingresarán durante el primer semestre del año de la mano de las exportaciones del complejo oleaginoso y cerealero argentino. Dicho sea de paso, los pronósticos climáticos (dos años consecutivos de Niña) y la falta de algunos insumos clave (sobre todo urea), tejen un manto de duda sobre la capacidad de mantener tales ingresos en los niveles de 2021.

Es probable que el discurso anti-acuerdo FMI sea la respuesta a “pedidos” de austeridad fiscal que no serían fáciles de comunicar ni de cumplir

Ahora bien, es probable que el discurso anti-acuerdo FMI sea la respuesta a “pedidos” de austeridad fiscal que no serían fáciles de comunicar ni de cumplir. Y esto será así independientemente del resultado de las elecciones de medio término. ¿Cómo convencer hacia adentro de la coalición de que ahora es el tiempo de la austeridad? ¿Cómo hacer para comunicar y llevar adelante políticas que se sabe que contarán con una importante oposición? Hablar de ajuste o de austeridad en la Argentina es hablar de un tema tabú. Lo cual no debería sorprender con el cansancio, la fatiga y la resignación que produce sobre las grandes mayorías la pérdida sistemática de poder adquisitivo.

infobae

No está de más volver a mirar el gráfico que muestra la evolución de dicho poder adquisitivo: sólo en dos años de los últimos diez el salario pudo “ganarle” a la inflación. Y ya son tres presidencias consecutivas durante las que la inflación aventajó claramente a los salarios. O sea, el sector privado ya hizo su ajuste. El bolsillo de una inmensa mayoría de los argentinos se ha enflaquecido inequívocamente. Mientras que el del Estado no.

La realidad de las finanzas públicas

De la dinámica fiscal de 2021 surge claramente que la imagen de un ministro Martín Guzmán austero es sólo para consumo de los que no quieren mirar los números. Con los datos de septiembre en la mano, maquillados por el cómputo como ingresos corrientes de la venta de los DEG recibidos del FMI al BCRA, se observa que el gasto primario viene creciendo a tasas totalmente incompatibles con el control inflacionario.

De hecho, de todas las variables nominales de la economía (moneda, precios, tipos de cambio, salarios), es la que crece a tasas más altas, varios puntos por encima de la tasa de inflación e incluso por encima del crecimiento de los pasivos del BCRA (hasta hace poco la de mayor crecimiento).

Es cierto que la recaudación sigue creciendo a tasas elevadas, pero bien medido (sin considerar los componentes excepcionales de gasto relacionados con la pandemia) el gasto primario del Tesoro en los últimos tres meses creció más que los recursos tributarios.

En lo que resta del año el gasto seguirá expandiéndose a estas tasas y resulta natural y lógico poner en duda, tal como lo hicimos arriba, que se pueda producir una fuerte desaceleración.

El gasto primario del Tesoro en los últimos tres meses creció más que los recursos tributarios

Tengamos presente que, corrigiendo los números fiscales por los ingresos extra computados como ingresos corrientes (aporte solidarios y venta de DEG), en los primeros nueve meses del año el déficit primario fue del 1,9% del PBI (unos $800.000 millones) contra un déficit sin corregir (maquillado) de sólo 0,3% del PBI. En el último trimestre del año, el mismo Gobierno espera un déficit primario que podría resultar de una magnitud incluso algo superior al verificado en los primeros meses del año, por lo que el desequilibrio final negativo podría llegar a ser cercano al 4% del PBI (con un déficit financiero del orden del 5,4% del PBI).

Si el año terminase con estos números y se avanza con el Proyecto de Presupuesto 2022 tal como fue enviado al Congreso, la consolidación fiscal proyectada por el Gobierno para el año próximo será mínima. Puede pensarse que las autoridades perciben como la única capaz de contar con apoyo legislativo, pero que después podrían (en la práctica) aplicar un poco más de austeridad. Pero ese argumento enfrenta dos serios inconvenientes: primero, la austeridad es imprescindible si se quiere frenar la inflación antes que tome más velocidad; segundo, difícilmente seduzca a los técnicos del FMI que ya no desean saber nada de números maquillados o que dejan demasiado margen de acción en manos de las autoridades argentinas.

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