¿Cuánto vale para este gobierno la vida de la gente?

La conductora y periodista se refirió al asesinato del kiosquero Roberto Sabo y la reacción del Gobierno ante un nuevo hecho de inseguridad

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Hace mucho no se veían tantos policías en el Ramos Mejía, pero increíblemente no era para cuidar a los ciudadanos (Franco Fafasuli)
Hace mucho no se veían tantos policías en el Ramos Mejía, pero increíblemente no era para cuidar a los ciudadanos (Franco Fafasuli)

Pocos momentos ofrecen la lucidez del sentido común como los que ocurren en la cara de la perversión. Perversión es tirarle gases a vecinos pacíficos que lloraban a uno de ellos con terror a ser el próximo que muere en manos de un delincuente de esos a quienes nadie frena.

Hace mucho no se veían tantos policías en el Ramos Mejía, pero increíblemente no era para cuidarlos a ellos. Con más pena que ira, ante la absoluta desproporción, un señor de unos 70 años se acercó a las filas de policías que revertían el orden volviéndose contra la gente, y les habló como se le habla a un hijo irredento. “Muchachos nosotros no somos sus enemigos. Ustedes y nosotros estamos del mismo lado”, intentó explicarles.

Pertrechados con escudos, en posición defensiva, sólo expresaban el desconcierto con los ojos sin contestar una palabra, como dice el protocolo. Esta es la infamia que comete sin arrepentimiento ni perdón el actual gobierno. Ante la inseguridad, el kirchnerismo es enemigo de la gente de bien y amigo de los delincuentes. Sólo por eso se puede enviar a las fuerzas de seguridad que no persiguen a los malvivientes, a reprimir a los vecinos.

Sólo por eso se puede decir sin conmoverse que sucesos como la muerte del kiosquero Roberto pasan en todos lados, como dijo Anibal Fernández. Sólo por eso se puede comentar sin pudor, que el problema del delito viene desde hace mucho, como afirmó el gobernador Axel Kicillof. Porque nunca les importó que a la gente la maten como moscas. Porque liberaron a los presos y encerraron a los trabajadores. Porque sólo usaron como excusa el aumento de sueldo de los policías para avanzar contra la Ciudad de Buenos Aires.

No es casualidad que los voten más que en ningún lugar en las cárceles. Y es tal el nivel de desprecio al sufrimiento de la sociedad que vive en peligro, que directamente no lo registran. No lo registran ni políticamente. Ni en campaña. O peor: entre las partes, eligen a los delincuentes.

Es tal el nivel de desprecio al sufrimiento de la sociedad que vive en peligro, que directamente no lo registran
Es tal el nivel de desprecio al sufrimiento de la sociedad que vive en peligro, que directamente no lo registran

Ante la inseguridad no hicieron nada. El tema no les importa. Encubren el terror en el sur, protegen al delincuente en el conurbano, victimizan al que mata y roba y olvidan al que muere, a los hijos que quedan sin padres, a las familias destrozadas, a los que viven bajo la lápida del miedo, corriendo peligro en la vida cotidiana, yendo a trabajar, saliendo a comprar el pan, volviendo de la escuela.

¿Cuánto vale para este gobierno la vida de la gente? En un punto se entiende la empatía K con los delincuentes, porque ellos mismos desde que volvieron al gobierno sólo están abocados a no ir a la cárcel o a salir de ella. En plena campaña electoral salieron Lopez, el de los dólares en el convento, y podría salir Juan Pablo Schiavi, el que dijo que las víctimas de Once habían muerto por ir en el vagón adelante, como si no los hubieran mandado a morir viajando en chatarra ferroviaria.

“Tengo 17 años y me dejaron sin papá”, decía uno de los hijos del kiosquero Roberto, entre lágrimas. A él y a su hermano sólo les queda por estas horas el orgullo por el cariño de la gente a un buen tipo. “Tengo que ocupar el lugar de mi papá”, decía entre lágrimas el hijo mayor, de 25 años. De su padre al que están enterrando sólo les quedan fotos.

Ramos Mejia, un barrio de clase media que vio el deterioro de su calidad de vida al paso de la crisis y por el sanguinario paso de la inseguridad. Es la segunda vez en poco tiempo que la comunidad se moviliza conmovida por un crimen. María Rosa Doglio, de 56 años murió de un paro cardíaco al ser atacada cobardemente por un motochorro que la empujó desde atrás con tanta violencia que le hizo estallar el corazón contra el piso. Un motochorro que ya había atacado a otra mujer de la misma manera y sin embargo estaba libre.

El asesino de Roberto Saba pidió clemencia en estas horas al fiscal. La clemencia que no tuvo cuando fusiló con seis tiros a un buen hombre que lloró todo un barrio. En la marcha en la que una comunidad y un país vio cómo la respuesta de las autoridades fue arrojarle gas a los vecinos, también estaban los hijos de Maria Rosa, junto a los hijos de Roberto.

¿Cuánto vale para este gobierno la vida de la gente?
¿Cuánto vale para este gobierno la vida de la gente?

¿Cuántos hijos más sin padres arrancados de la vida por delincuentes apañados por los que gobiernan? Ramos Mejia, está en el partido de La Matanza, cuyo intendente es Fernando Espinoza, que vive más en Puerto Madero que en el municipio del que es intendente por doceavo año.

El abandono de más de dos millones de personas a manos del delito y a la buena de Dios, es total. De San Justo a Villa Luzuriaga, de Laferrere a Isidro Casanova donde la pandemia empezó con carteles donde los vecinos les hacían frente a los ladrones. Tan cautivos sienten a los ciudadanos de La Matanza que esperan que los voten en medio de una matanza, de inocentes.

¿Alguna vez escucharon hablar a Cristina Kirchner o a Alberto Fernandez de la inseguridad? Ni siquiera en estas horas de espanto. Ni por aparentar dieron la cara. Pero peor: reprimieron a los vecinos. No hay derechos humanos para las víctimas del crimen en Argentina, a ojos de este gobierno. Cierra una campaña sin corazón en La Matanza. La platita vale poco. La vida vale menos.

* Editorial de Cristina Pérez en “Confesiones en la noche” (Radio Mitre)

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