El mundo pospandémico es aún más incierto

El conflicto geopolítico se desencadena por el choque de dos corrientes: la que defiende el statu quo y una renovadora, que da más importancia a los intereses nacionales

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EEUU y China
EEUU y China

La situación internacional está lejos de ir estabilizándose. El escenario actual nos presenta múltiples crisis internas en los países centrales, todas portadoras de mayores incertidumbres. Lo que algunos llaman, la “III Guerra Mundial” no debería interpretarse como un conflicto de índole militar entre naciones, sino que está centrado en las luchas de las élites por el poder mundial. El conflicto geopolítico se desencadena por el choque de dos corrientes principales: la que defiende el statu quo, es decir, al poder financiero supranacional, de ideología globalista, versus una corriente renovadora, que da mayor importancia a los intereses nacionales. Ambas conviven y chocan fuertemente dentro de los países centrales (G7+China+Rusia). La crisis interna de EEUU, visualizada por enfrentamientos entre demócratas y republicanos, se fundamenta en esa contradicción; lo mismo ocurre dentro de China, aunque muy enmascarada por la cerrada dictadura informativa.

El poder económico del G7 sigue concentrándose en unos pocos grupos propietarios de fondos de inversión y empresas tecnológicas (supuestos filántropos), que pretenden administrar al mundo según su visión, desde instituciones globales, mientras mantienen una vigilancia intrusiva sobre los pueblos, bajo el mantra de su protección y su seguridad. Estos gestores supranacionales intentan apropiarse de la naturaleza (recursos hídricos y alimenticios, océanos y bosques) y pretenden que los pueblos estén a su servicio, diseñándoles su consumo, su salud, su natalidad, su población; siempre excusándose en que las políticas nacionales nos conducirían al caos.

Por ahora, el núcleo duro globalista mantendrá su supremacía, ya que los 20 países del G20 aportan el 85% del PBI global. Sin embargo, los poderes nacionales en ascenso, también están cambiando al mundo. El abandono por parte de EEUU de sus cruzadas intervencionistas, y su acelerada potenciación nacional, iniciada por Trump, pero continuada por Biden, así como el mayor protagonismo de China y la Organización de Solidaridad de Shanghái (OSS), también están desafiando el statu quo globalista. Esta nueva realidad afecta a las cadenas globales de valor (CGV), organizadas exclusivamente en base a su eficiencia económica, sin consideraciones sociales o ambientales. Por su importancia económica, las CGV seguirán gozando de poder político, aunque afectadas por la disputa comercial entre EEUU y China. A partir de la variable geopolítica, que tuvo una aceleración a partir de la pandemia, se rediseñará el mapa productivo, visible hoy en la producción de chips, en la industria automotriz o la de armamentos. Las grandes potencias irán seleccionando países para dicha relocalización, verificando primero su confiabilidad estratégica. Oportunidades que no habría que desafiar o descartar.

EEUU

La finalización del auto-mandato universalista del destino manifiesto, es un cambio trascendente, ya no gastarán demasiado dinero para defender “la democracia” a lo largo del mundo. Se vuelve a la geopolítica de la Guerra Fría, cuando los EEUU de Kissinger promocionaron a China para enfrentar a la antigua URSS. Ahora pretenden la ayuda de Putin para enfrentar el avance chino. Como EEUU sigue siendo vanguardia en tecnología, inversiones y mercado, su poder global se mantendrá, aunque deberá realizar más concesiones a sus aliados.

Al igual que China, el problema más estratégico de EEUU es su demografía; la actual tasa de crecimiento de su población (0,35% al año) es la más baja en 120 años, debido a que la expectativa de vida ha caído fuertemente, afectando principalmente a los más pobres y a los menos educados (al 50% de la población sin títulos universitarios). Esta tendencia tiene un enorme impacto en la política (más grieta) y en la economía, por la situación fiscal: quienes pagan impuestos, en qué porcentaje, y en qué gastará el gobierno los impuestos cobrados; todo en el marco de la poca tolerancia a los altos niveles de desigualdad social, producto de la creciente concentración económica. Esto ha impulsado al gobierno a fijar un impuesto a las ganancias mínimo del 15% a todas las corporaciones con ingresos superiores a los 890 M USD, respaldado por la OCDE.

En el plano político, los conflictos frecuentan aquellas coaliciones con fuertes discrepancias internas en políticas tales como migratorias, salud, económicas y exterior; es el caso de los demócratas (progresistas y moderados), lo que ha incidido en los actuales bajos índices de aprobación de la gestión del presidente Biden, sumadas al abandono de muchos votantes independiente que le permitieron ganar la elección. El gobierno corre ahora el riesgo de no poder aprobar los grandes cambios programados para la atención social, la educación, el medio ambiente y la infraestructura.

Biden ha asegurado que Estados Unidos no puede seguir siendo el policía del mundo. Esa nueva orientación internacional afecta sus relaciones, principalmente con Europa, aunque no las asiáticas. La novedad ha sido la conformación del pacto militar AUKUS entre EEUU, GB y Australia para hacer frente a China en el Indopacífico. Australia podrá construir submarinos de propulsión nuclear, pero que no portarán armas nucleares; GB le facilitará la tecnología, lo que trajo un gran enojo de Francia, con la que Australia había firmado en 2016 un acuerdo para fabricar submarinos de diseño francés por 50.000 M AUSD. El acuerdo AUKUS también cubre áreas de cooperación en inteligencia artificial, tecnología cuántica y cibernética, instalaciones industriales o cadenas de suministro. Las únicas otras naciones con submarinos de propulsión nuclear son EEUU, China, Rusia, India y Francia. El pacto ha sido bien recibido por Taiwán y Japón.

CHINA

La confianza de su gobierno y de su pueblo en su poder interno es infinita, aunque haya turbulencias. A los problemas financieros del gigante inmobiliario Evergrande (305.000 M USD de deuda) se le sumó una severa crisis energética que amenaza las cadenas de suministro globales. El pico de demanda energética, el aumento del precio del carbón de 670 ¥/ton hasta los 1100 ¥ en 9 meses y la agenda ecológica, conforman esta “tormenta perfecta” que afecta a sus habitantes y a la industria, ya que ambos deben racionar la electricidad, siendo muy afectados los sectores del aluminio, acero, cemento y fertilizantes. Esto se origina en los ambiciosos compromisos contra el calentamiento global, asumidos internacionalmente por Xi. Dentro de la matriz energética, el carbón ha pasado del 70% al 57% en una década, pero el crecimiento anual chino no permite bajar demasiado la cantidad efectivamente consumida.

La obsesión de Xi es Taiwan. China tiene fronteras con 20 países, pero solo mantiene relaciones de confianza con Pakistán y de control de Corea del Norte. Mientras sigue fortaleciendo su poder militar estratégico, mantiene una fuerte presión expansiva en el plano comercial. Si bien hay inquietudes generalizadas en sus vecinos, no hay temor por un avance militar inmediato, con excepción de Taiwan, quien mira lo ocurrido en Hong Kong y no desea ser absorbido por China. Ésta lanza un número récord de vuelos militares sobre el borde mismo del espacio aéreo taiwanes, pretendiendo mostrar la nueva sofisticación de sus Fuerzas Armadas. Sin duda, este es un punto de conflicto potencial con EEUU y con sus aliados de la región, principalmente Japón, Corea del sur y Australia.

EUROPA (EU)

La situación actual de Europa es de transición y todos se preguntan si habrá un despertar geopolítico de Europa. Si EEUU se retirara a una posición más “pacífica”, el destino europeo pasaría a cubrir los bordes occidentales de Eurasia, cuyo otro extremo sería China. Europa debería convertirse en un “actor” para evitar acabar siendo despedazado por otras superpotencias. China le propone un vínculo entre “grandes civilizaciones”. Vladimir Putin destaca la “herencia cristiana” común, aunque considerando a Rusia como “la tercera Roma”, heredera de los papas romanos y los emperadores bizantinos. Los EEUU proponen coincidencias entre democracias y autocracias. Son múltiples definiciones que EU deberán considerar. Merkel dijo en 2017, deberíamos “tomar nuestro destino en nuestras manos”, lo cual implica profundas transformaciones de toda índole.

EU vino desarrollando durante décadas una doctrina economicista (Bruselas) de mercados abiertos, niveles justos de competencia, con oferta y demanda globales, pero siempre descartó tres conceptos geopolíticos básicos: poder, territorio y relato. Para hacer un cambio drástico, debe aprender el “lenguaje del poder”, disponer de un territorio delimitado y bien definido y construir un relato coherente con sus raíces, como los tienen EEUU, Rusia, China, GB y otras potencias. Relato que contenga sentimientos de solidaridad mutua, una comunidad unida en torno a valores, normas y costumbres, ya que los actores geopolíticos son más fuertes cuando representan un colectivo homogéneo. EEUU concibió su gran estrategia a partir de unir sin ambigüedades, economía, seguridad, comercio, influencia cultural y geopolítica. China “copia” actualmente la estrategia de EEUU del siglo XX, pero aplicada al siglo XXI, buscando reemplazar la Pax Americana por la Pax Sínica.

Europa, por ahora, toma decisiones fragmentadas entre muchos actores, y además muy influenciada por grandes corporaciones financieras y tecnocráticas. Eso dificulta objetivamente sus posibilidades de ser un actor estratégico. La Unión Europea es una entidad fantasma, apátrida y sin raíces, centrada casi exclusivamente en un espacio económico abierto: eliminación de las fronteras para mercancías, capitales, trabajadores, viajeros. Pero no es un lugar para mantenerse independiente y seguro. Si quiere reposicionarse, EU debe dar un “giro histórico” rápido, ya que los acontecimientos se aceleran. El vacío estratégico no se llena sólo con el debate sobre democracia o autoritarismo, sino con definiciones sobre sus intereses geoestratégicos, que son divergentes con aquellos de los demás actores geopolíticos.

Faltaría demostrar voluntad para comenzar a lograrlo. En Alemania, esto les toca a los herederos de la Sra. Merkel, una inédita coalición tripartita (SPD, verdes y liberales) que tienen componentes bastante opuestos en sus concepciones y por lo tanto son portadores de potenciales inestabilidades. En Francia, a cargo de los resultados de las próximas elecciones presidenciales, tal vez Macron o Le Pen. Ojalá puedan avanzar, en orden a tener un mundo más equilibrado.

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