Fiscales en todas las mesas del país para custodiar la transparencia electoral

Para prevenir el fraude en las elecciones legislativas del 14 de noviembre, lo deseable es que en cada una de las más de 101 mil mesas a lo largo y a lo ancho del país haya, cuanto menos, un fiscal custodio del juego limpio electoral

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Fiscales y autoridades de mesa aguardan por el ingreso a los centros de votación
Fiscales y autoridades de mesa aguardan por el ingreso a los centros de votación

En un momento político en el que se juega el futuro institucional de la República Argentina y, de muchas maneras, el destino de su gente es imprescindible una firme fiscalización de las elecciones legislativas del próximo 14 de noviembre para prevenir todo intento de fraude.

El oficialismo perdedor de las PASO, tanto en el orden nacional como en los diferentes distritos, ha puesto en marcha una gigantesca maquinaria asistencialista para ganar voluntades y dar vuelta ese resultado adverso. Es que, de mantenerse, el oficialismo perderá su ventaja en ambas cámaras, incluyendo la mayoría holgada en el Senado y la posibilidad de manejar el quórum, atributos que hoy le permiten trabar buenos proyectos de la oposición e impulsar sin demasiada dificultad los proyectos propios.

Una incalculable masa de recursos del Estado está siendo volcada al otorgamiento de planes, electrodomésticos, y a llenar de “platita” los bolsillos de los argentinos. A tal asistencialismo interesado en el control del voto, más que en mejorar de forma sustentable la calidad de vida de los necesitados, lo cual sólo se logra por el camino del trabajo digno y no del asistencialismo, se suma, hoy con más fuerza que nunca, la amenaza de fraude en las varias etapas del proceso electoral.

Dejando la prevención de las formas más sofisticadas de fraude al cuidado de las estructuras partidarias, lo que nos compete como ciudadanos es afirmar nuestro protagonismo cívico, asistiendo a votar y en la medida de lo posible, ofreciéndonos para fiscalizar la transparencia de la elección, durante el comicio y en el posterior conteo de votos. Lo deseable es que en cada una de las más de 101 mil mesas a lo largo y a lo ancho del país haya, cuanto menos, un fiscal custodio del juego limpio electoral. Objetivo ambicioso, pero viable.

Fiscales y autoridades de mesa controlan la documentación de las mesas de votación
Fiscales y autoridades de mesa controlan la documentación de las mesas de votación

Y vale la pena. Se trata de convertirnos, más allá de nuestras preferencias partidarias, en defensores de la democracia y de la República, de modo tal que ninguna maniobra o juego de inescrupulosos distorsione la voluntad de los ciudadanos que, por otra parte, ya se han expresado en forma contundente en la elección primaria de agosto.

La experiencia de fiscalizar en las elecciones presidenciales de octubre de 2019, en una escuela de La Matanza, me dejó un gran aprendizaje sobre la importancia de este rol. Pude palpar que estar presente y alerta ante las posibles situaciones dudosas que van apareciendo marca una gran diferencia en los resultados. Esa presencia evita dejar la mesa y el conteo de votos bajo la influencia de grupos bien organizados y entrenados para hacer prevalecer sus propios intereses partidarios. Y, con más razón, cuando la escasa capacitación de las autoridades de mesa a veces dificulta enfrentar las situaciones prácticas del rol.

Así como poco a poco hemos vivido el despertar de la firme determinación de la ciudadanía, poniendo límites a intentos del gobierno nacional de avanzar sobre la Constitución, las instituciones y otros asuntos de máximo interés común, hoy esa firmeza debe plasmarse en una activa participación en el acto electoral, tanto a través del ejercicio el voto, como de la fiscalización eficiente que la transparencia democrática demanda.

Fiscalizar no es difícil, pero hacerlo correctamente no da lugar a improvisaciones. Hay que prepararse de antemano para poder cumplir la misión, comprendiendo y conociendo los trucos, para actuar con seguridad ante cada situación. Nada de eso se resuelve a último momento. La innecesaria complejidad del actual sistema electoral lleva a la necesidad de fiscales entrenados. La boleta única de papel y otras tantas mejoras, siempre resistidas por los exponentes de la vieja política, facilitarían en gran medida estos procesos, pero debemos ser realistas, no se lograrán de un día para otro.

En este estado de cosas, la fiscalización electoral y otros aspectos claves del ejercicio de los derechos ciudadanos, deberían ser enseñados en profundidad e incluso practicados intensivamente en los colegios. Sin embargo, y lamentablemente, el sistema educativo ha dado un paso al costado en este y tantos otros temas fundamentales.

Pasan todo el día monitoreando las mesas de votación
Pasan todo el día monitoreando las mesas de votación

Poner en juego las capacidades y el tiempo personal para honrar la democracia y la República, es altamente gratificante. Marca un hito en nuestra propia historia y a la vez nos convierte en protagonistas de la historia del país. Por otra parte, hace a nuestra responsabilidad como ciudadanos.

En esta oportunidad algunos políticos, candidatos incluidos, han manifestado su voluntad de fiscalizar la elección desde la mesa electoral, saliendo del clásico bunker. Vale aclararlo, el Código Electoral Nacional así lo permite. Es muy saludable que den el ejemplo y se pongan a la altura de los tantos ciudadanos que trabajan mesa por mesa para cuidar el voto y la voluntad popular. Presentarse como fiscales los enaltece y les hace ganar respeto ante los ojos de la ciudadanía. Si esta práctica se generaliza, se habrá operado un cambio virtuoso en nuestra sociedad, un paso adelante hacia la madurez republicana, imprescindible para rescatar al país de esta persistente decadencia.

Conectarse para fiscalizar es sencillo: todos los partidos necesitan fiscales y brindan entrenamiento. También existen admirables grupos ciudadanos y redes de ONGs que facilitan esa posibilidad, pero debe tenerse en cuenta que, en todos los casos y por ley, se debe representar a un partido.

Mi reflexión final es que nunca es tarde como ciudadanos para comprometernos con ser actores y no espectadores de las transformaciones positivas que Argentina necesita. El 14 de noviembre nos brinda una oportunidad de participación más allá de colocar nuestro voto en la urna, no la dejemos pasar.

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