Una elección tan inédita como incierta

Las campañas electorales de la mayoría de los espacios no estuvieron a la altura del contexto ni de las demandas y las necesidades de la ciudadanía

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Cierre de campaña del Frente de Todos
Cierre de campaña del Frente de Todos

La celebración de las PASO marca el final de una de las campañas electorales más inusuales de los últimos tiempos, signada por un contexto general igual de anómalo que genera grandes dificultades para el análisis y enormes obstáculos para pronosticar escenarios futuros, incluso aún después de conocerse los resultados.

Han transcurrido ya 18 largos meses desde el inicio de una pandemia inédita en términos de su alcance global y de la intensidad con la que alteró los más diversos aspectos de la vida cotidiana de los individuos y del funcionamiento de las sociedades, en todas sus esferas, incluida la política. Una actividad que, por cierto, ya venía siendo afectada a nivel global, y con cada vez mayor intensidad en el plano local, por una profunda crisis de confianza y credibilidad que había venido horadando sostenidamente el vínculo representativo.

Una crisis inédita que enmarcó casi la totalidad de la mitad de la gestión del gobierno actual. En Argentina, a las dolorosas consecuencias sanitarias que se reflejan en los números de contagios y fallecimientos, debemos sumar el fuerte impacto en términos económicos, que profundizó la crisis heredada de la gestión anterior. Lo cierto es que las consecuencias de una pandemia que aún no termina tienen un alcance que aún no llegamos a dimensionar. Como corolarios, la frustración, el descontento y el pesimismo en cuanto a las expectativas de futuro se combinan por un lado con la apatía, la bronca y el enojo, y por el otro, con el reclamo en torno a antiguas y nuevas demandas en materia económica y social.

En este escenario, aunque la vertiginosa dinámica de los acontecimientos políticos en nuestro país arrastre a la amnesia colectiva en el corto plazo y profundice la lamentable fragilidad de nuestra memoria, no hay que olvidar que la efectiva celebración de las elecciones Primarias, Abiertas Simultáneas y Obligatorias estuvo puesta en duda hasta tan solo 3 meses atrás. Los principales argumentos que estaban detrás de quienes abogaban por su suspensión pasaban principalmente por lo sanitario y la necesidad de evitar eventos masivos, y por lo económico, señalando el innecesario costo de la logística electoral en un contexto de crisis.

Cierre de campaña de Juntos por el Cambio
Cierre de campaña de Juntos por el Cambio

Detrás de estos argumentos superficiales, el argumento tácito que se esgrimía de forma más contundente era que las PASO en sus 10 años de existencia no habían sido una herramienta efectiva para definir las internas de las fuerzas políticas. Y, más aún, que el clima social producto de más de un año y medio de inevitables restricciones, consecuencias económicas no deseadas, y afectaciones emocionales imprevisibles, aconsejaba evitar un proceso electoral que profundizará algunas tendencias larvadas.

Sin embargo, al filo de los límites del calendario electoral y después de incontables idas y venidas y largas negociaciones, finalmente se logró un inédito acuerdo parlamentario entre todo el arco político y se aprobó la Ley N° 27.631 que modificó por única vez el calendario electoral. Como consecuencia, el 24 de julio con la presentación de las listas de los precandidatos se dio inicio a la campaña y, en poco tiempo, unas elecciones que parecían innecesarias se transformaron en el centro de la discusión política.

Exceptuando casos que responden a las particularidades locales de algunos distritos, a lo largo y ancho del país la oferta electoral se aglutinó mayoritariamente en las dos grandes coaliciones que desde hace varios años volvieron a instalar una dinámica bipartidista en la política argentina. Por un lado, el Frente de Todos, que impuso mayoritariamente la dinámica oficialista y avanzó con listas de unidad en 18 distritos, aunque no lo logró en algunas provincias relevantes como Santa Fe. Por el otro, en un proceso de plena disputa por la reconfiguración del poder luego de la derrota del 2019 y por la consolidación de los nuevos liderazgos hacia el interior de la coalición, Juntos por el Cambio presentó internas en 17 provincias, incluyendo los distritos de mayor peso en el padrón electoral.

Desde entonces, y en los 47 días transcurridos desde su inicio, en líneas generales podemos afirmar que las campañas electorales de la gran mayoría de los espacios no estuvieron a la altura del contexto ni de las demandas y las necesidades de la ciudadanía, que reclamaba soluciones, respuestas y certezas en medio de un escenario marcado por la frustración y la incertidumbre. Por el contrario, se registró en la mayoría de las campañas una gran distancia entre los temas y los mensajes instalados por los candidatos en el discurso público y las reales y concretas preocupaciones sociales. En algunos casos, incluso, los mensajes impostados y forzados rozaron el ridículo y la banalización.

Propaganda oficialista
Propaganda oficialista

Quizás el ejemplo más claro y notorio de esta brecha fueron los mensajes y estrategias elegidos para interpelar a la juventud, un segmento que sin dudas fue definido como estratégico para los diversos espacios políticos.

También, una mirada global de la campaña refleja que en algunos casos de manera muy notoria y llamativa, tanto el tono, el estilo como el contenidos de los mensajes sufrieron abruptos cambios a lo largo de las semanas. Detrás de este fenómeno sin duda existen múltiples factores, que pueden ir desde la falta de un riguroso y exhaustivo proceso investigación respecto al electorado y el clima de opinión reinante que distorsionó los diagnósticos previos por la indefinición de las candidaturas y de la propia celebración de las PASO hasta el último momento, hasta las dificultades en planificar y ejecutar estrategias exitosas en un contexto tan atípico marcado por la incertidumbre.

Así las cosas, el tono que finalmente predominó mayoritariamente a lo largo de la campaña en todos los espacios fue la campaña negativa. Una estrategia que en lugar de centrarse en las virtudes y atributos positivos de un candidato, apunta a resaltar los defectos o las debilidades del adversario, poniendo el foco en lo negativo que representan, y en muchos casos, apelando al miedo y a las consecuencias catastróficas que supondría un triunfo del contendiente. Este tono predominó fundamentalmente en la oposición, pero también terminó alcanzando al propio oficialismo, que después de un inicio que pareció apelar a un mensaje propositivo, a superar la negatividad apelando a la salida a “la vida que queremos”, finalmente terminó colocando la polarización y el rechazo a la gestión anterior en el centro de la escena y del discurso. Una estrategia que, por cierto, pareció granjearle buenos resultados, en cuanto a que un gobierno que tuvo que hacer frente a una de las crisis más profundas que pueda enfrentar una gestión, todavía sigue estando de pie y dando batalla en la liza electoral.

Pero además de marcar la impronta de los mensajes hacia afuera, la comunicación negativa también tuvo protagonismo hacia el interior de los propios espacios que disputan los liderazgos y candidaturas mediante la competencia interna. Es por ello que una de las tareas centrales después de este domingo va a ser la de suturar las heridas internas, limar asperezas, consolidar acuerdos y procesos de unidad y, sobre todo, repensar los mensajes y las formas para interpelar a los ciudadanos.

Con todo esto y en medio de un clima enrarecido, son múltiples los interrogantes que persisten y se revelarán en pocas horas. Entre ellos, el nivel de participación ciudadana en general y de los distintos segmentos en particular, la definición de los candidatos ganadores y perdedores al interior de los espacios políticos, los resultados generales del oficialismo y la oposición, y también el espacio que finalmente ocupen las terceras fuerzas en los diversos distritos.

Pero finalmente, un interrogante que no será tan claro de responder es el impacto que tendrá esta campaña electoral negativa y decepcionante en una cultura política ya muy marcada por la apatía, el desencanto, la frustración, y el pesimismo en cuanto a las expectativas de futuro. Y también, si habrá un aprendizaje de los errores y una revisión estratégica de la comunicación de cara a las elecciones del 14 de noviembre, que alinee los mensajes con las expectativas ciudadanas, fortalezcan liderazgos y propongan proyectos creíbles y coherentes que recuperen el entusiasmo y la confianza en el futuro.

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