El nuevo rol de los radicales, con un ojo puesto en 2023

La UCR ha dado un paso asertivo para desencolumnarse de la lista del PRO, yendo a las PASO en los dos principales distritos del país con lista propias

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Facundo Manes y Martín Lousteau
Facundo Manes y Martín Lousteau

Hace tiempo que dejó de ser un secreto a voces, el profundo malestar que distintas fracciones del radicalismo expresaban por lo que entendían era un manifiesto destrato y desvalorización del aporte del centenario partido por parte del gobierno de Mauricio Macri. Era evidente que suturar esa herida sólo con promesas de cargos y lugares en las listas, no iba a ser nada sencillo.

Luego de semanas de intensas negociaciones, saltos de distritos y renunciamientos a candidaturas de forma prematura, se conoció que, al igual que en provincia de Buenos Aires, en la Ciudad, los radicales presentarían listas disidentes para competir en las PASO. Algo similar ocurriría en otras provincias electoralmente muy relevantes, como Santa Fe.

Dependiendo de cómo resulten los números, los seguidores de Alem, Yrigoyen y Alfonsín podrán revalorizar su protagonismo dentro de Juntos por el Cambio e incluso acelerar la aletargada y necesaria renovación interna en la búsqueda de nuevos liderazgos. A diferencia de lo que se podría pensar, pero en consonancia con las estrategias del resto de las fuerzas en disputa, el objetivo central de los radicales no está puesto en 2021 sino en la carrera presidencial de 2023.

Dos punta de lanza para revalorizar a la UCR y mirar al 2023 con optimismo

Para muchos resulta paradójico que el partido más longevo de la Argentina tuviera que recurrir a un outsider, a un neurólogo con amplio recorrido mediático para disputar una contienda electoral en el distrito más importante del país. Más allá de lo debatible que resulta cuan outsider puede resultar Facundo Manes, un radical ex profeso, lo cierto es que su poder de convocatoria y su voluntad política lo convirtieron en la punta de lanza no sólo de una lista legislativa, sino de una decisión política de “jugar fuerte”.

La decisión consistió, por un lado, en hacerle frente al PRO, uno de los tres socios dentro de Juntos por el Cambio y, en particular, tensionar con uno de sus dirigentes que más ansía ocupar la vacancia de liderazgo que -pese a sus resistencias- dejó Mauricio Macri: Horacio Rodríguez Larreta. Si bien se creía que el alcalde de la ciudad había logrado allanarle el camino a su candidato, Diego Santilli, pudiendo incluso bajar la candidatura del primo de Macri y actual intendente de Vicente López, Jorge Macri, lo cierto es que la figura de Manes limitó lo que hubiese sido un rotundo éxito político. El divulgador mediático sobre neurociencias fue un factor determinante para que los correligionarios asuman el desafío de pugnar por la revalorización de la UCR como aliado estratégico dentro de una coalición. En otras palabras, los radicales bonaerenses -con Manes a la cabeza- lograron materializar una disidencia hacia adentro de la coalición, ya no limitada al plano discursivo, sino materializada en los hechos y nada más ni nada menos que con una lista electoral propia.

Algo similar ocurrió esta semana en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en donde el oficialismo llevara tres listas a las PASO. El ex secretario de salud de Macri, Adolfo Rubinstein enfrentará, representando a un sector del radicalismo, a la candidata de Rodríguez Larreta (María Eugenia Vidal) y al candidato liberal Ricardo López Murphy. Es en este distrito donde la disidencia cobra aun mayor relevancia. No sólo porque es donde gobierna el -según distintos estudios de opinión pública- líder mas visible de la oposición al kirchnerismo, sino también porque a priori parecía haberse contenido a los radicales dentro de la lista que encabeza Vidal. Sin embargo, con la conformación de esta nueva lista, se rompe aquel supuesto y, de hecho, se pone en evidencia la falta de cohesión radical en torno al liderazgo de Martín Lousteau.

¿Qué significa ganar?

Como en toda contienda, un resultado alentador o directamente un triunfo a menudo resulta apremiante. Sin embargo, ganar no siempre es salir primeros. El radicalismo ha dado un paso asertivo en el desencolumnarse de la lista del PRO, yendo a las PASO en los dos principales distritos del país (Ciudad de Buenos Aires y Provincia de Buenos Aires) con lista propias. Esto, lejos de ser una crisis o un escenario perjudicial para Juntos para el Cambio, vuelve más atractiva la contienda, fuerza realineamientos y promociona nuevas figuras y, sobre todo, pone en cuestión los liderazgos.

Así las cosas, está más que claro que en este 2021, el desafío de los radicales no consiste necesariamente en imponerse en las generales, sino en obtener un buen resultado, o incluso ganar, en las PASO. Si los correligionarios logran revalorizarse como socios estratégicos dentro de Juntos por el Cambio podrán fortalecerse y tener mayor consideración en lo que será el pronto camino hacia las presidenciales de 2023. Por otro lado, y mirando las elecciones dentro de dos años, es sabido que los procesos electorales como los que se están planteando en este 2021 son la fragua que permite renovar liderazgos internos y estructuras anquilosadas.

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