Los temas esenciales que no están en la agenda de campaña

Es asombroso que nos ocupemos de debatir candidatos sabiendo que ninguno de ellos se preocupa por estudiar una propuesta de crecimiento e innovación

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Cristina Kirchner, Axel Kicillof y Martín Insaurralde
Cristina Kirchner, Axel Kicillof y Martín Insaurralde

Nuestra sociedad lleva cuarenta y cinco años de decadencia, pasamos de un cuatro por ciento de pobreza y seis mil millones de dólares de deuda a casi el cincuenta por ciento de pobreza y una deuda difícil de contabilizar.

Sin duda la corrupción ocupó un lugar importante, fue el camino elegido cuando se privatizó para poder expandir las intermediaciones y en consecuencia las tajadas de los intermediarios. Ideología que definía al Estado como mal administrador, el resultado fue destrucción y endeudamiento, miseria y decadencia.

Hay dos elementos centrales que definen esta nueva sociedad, la concentración de la economía en pocas manos y la extranjerización de la totalidad de los sectores. Podemos decir sin exagerar que elegimos el modelo “colonial” dejando de lado toda vocación de patriotismo. Esta decadencia es compartida tanto por el gobierno como por la oposición, ambos sirven en esencia para mantener y enriquecer a sus integrantes, a esa burocracia que discute solo la administración de la miseria sin intentar ninguno de ellos modificar o cuestionar el rumbo elegido.

Si tomamos como ejemplo el resto de las naciones del continente debemos ser sin duda la que mayor nivel de atraso y decadencia alcanzó, a partir de haber ocupado uno de los más importantes lugares en relación a su desarrollo. Desde la crisis de los 30 a finales de los 70 nuestra sociedad creció e integró a su población a partir de un modelo de sustitución de importaciones y de desarrollo industrial que le permitió un nivel de crecimiento que hoy solo podemos añorar sin siquiera tener capacidad de recordar.

La idea central de decadencia se inicia con el último golpe de Estado cuando se impone lo financiero a lo productivo y lo extranjero a lo nacional. En rigor se oculta y disfraza el proceso de fuga de capitales bajo el siniestro y patético título de “inversión extranjera”, donde huía el capital generado en nuestra sociedad para retornar como “inversión” desplegando un sistema que ni siquiera asume las limitaciones y las consecuencias de su accionar. Han desarrollado negocios que empobrecieron al mismo mercado que intentaban explotar.

El gobierno de Macri nunca terminó de explicar el sentido del endeudamiento que generó, la idea de que la deuda existía y que ellos solo la convirtieron en dólares muestra la perversión de su pensamiento y la pobre imagen que tienen de nuestra capacidad de comprensión. Los Kirchner llenaron cuadernos con sus negociados, los Macri fueron más elegantes y jugaron de “integrados” para que los organismos internacionales les financiaran la fuga. Pensar que una deuda es igual en pesos que en dólares es un delito en su ejecución y un desprecio a nuestra inteligencia.

El único debate vigente es quién fue más dañino, si los Kirchner o Macri, ambos saben que no existe forma para medir dicha enfermedad y la herida por ambos generada. Es difícil pensar que sólo podemos elegir entre dos versiones del fracaso, asombra que existan quienes todavía pueden creer en alguno de ambos modelos o que nos ocupemos de debatir candidatos sabiendo de sobra que ninguno de ellos se preocupa por estudiar una propuesta de crecimiento e innovación.

Importa reivindicar la política y enfrentar la nueva ocurrencia de Macri: juntar a todos para enfrentar al oficialismo, sin duda recuerda la trágica “puerta 12”, la fuga hacia una situación sin salida. Si es el Gobierno contra Macri terminaremos midiendo los odios.

Entre los cuadernos y la deuda externa no existe diferencia, algunos reivindican la vigencia de las instituciones, olvidan que la necesidad tiene cara de hereje y torna discutible aquello que otros imaginan esencial. Macri nos redujo a todos más de un veinte por ciento de nuestra capacidad de consumo además de aplicarnos la atroz deuda, si esos resultados son frutos de una concepción democrática o no, es un debate para ricos que viajan, para una minoría que está al margen de esas limitaciones.

Necesitamos que surjan nuevas agrupaciones políticas, que se reactive el debate de proyectos, limitado hoy por el Gobierno y por la oposición a la discusión de una mera administración de la decadencia. El Estado debe recuperar su prestigio y superar este invento de financiar supuestos administradores privados que solo sirven para alimentar y multiplicar la corrupción. También sería de su incumbencia revisar las leyes que rigen a los bancos privados, resulta triste y absurdo que el Gobierno se jacte de dar créditos cuando el sector privado hace tiempo que dejó de hacerlo. Sin sistema crediticio no existen las empresas pequeñas y medianas, sin proteger lo nacional no podemos limitar la salida de divisas, hay un nivel de dependencia extranjera que nos somete a las limitaciones de toda colonia.

Debatir la concentración económica y la dependencia extranjera son temas esenciales que hoy no están en las propuestas de ningún candidato o partido. Ayudemos a generar nuevos proyectos, procuremos que los empresarios productivos nacionales tomen conciencia de su lugar esencial a un capitalismo productivo y generador de riqueza y trabajo. Sólo desde una concepción capitalista integradora se puede recuperar un rumbo y una esperanza en un futuro digno de ser creado. Hoy solo existen dos hinchadas sin rumbo denunciando los errores del otro. Necesitamos nuevos postulantes que se caractericen por lo que proponen y no por lo que denuncian. La política es un arte capaz de recuperar la esperanza en un futuro digno, de generar riquezas y dar trabajo, esa misma esencia puede generar una clase dirigente renovada y también perdurable. Ellos serán el germen de lo nuevo o al menos exigirán enriquecer los debates y las coincidencias de antiguas burocracias aún vigentes. No es imposible y es imprescindible; esta elección debe contener ideas, candidatos siempre sobran.

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