Los chambones del ocaso

No hay Patria que pueda sobrevivir dentro del Jardín de las Boberías

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Hoy es 25 de Mayo y a más de 200 años de la Revolución de Mayo vengo a rendir tributo a ese puñado de hombres que arremetieron contra las autoridades, por entonces flojas de papeles, que mandaban desde el soberano Cabildo. Ese grupo no era más que una barra medianamente organizada de comerciantes, abogados, militares y, para de alguna manera santificar la gesta, no faltaron algunos sacerdotes. En el barrio, diríamos, un rejunte de muchachones entre los 30 a 50 años de edad, con Juan Larrea y Mariano Moreno como benjamines atropelladores (veintiocho y treinta y dos años respectivamente). La cuestión era que el Virreinato del Río de la Plata solo podía exportar a España, estando cerrado el comercio a otros países que comenzaban a demandar nuestros productos primarios. Por fuera de este monopolio, los borbones mandaban pocos buques para estos lares, ya que nuestras exportaciones eran de bajo valor agregado, había mucha piratería en los mares y, por ende, era mejor despachar navíos muy custodiados a zonas donde hubiera oro y plata (básicamente al Alto Perú). Ante tal maraña de restricciones, el contrabando y la corrupción de los virreyes era un festival. Nuestra tierra estaba cada vez más aislada y encima debía pagar impuestos a una Corona que ya estaba en decadencia. El romancero criollo podrá describir a la Revolución de Mayo como un clamor de multitudes que querían abrazar la libertad, las nuevas corrientes de pensamientos y seguir en línea con las independencias de otras regiones. La realidad era bien otra, se estaba necesitando un país más abierto, pagar menos impuestos y sobre todo dejar de rendir pleitesía a un tercero lejano y ausente que no cumplía ningún otro rol que el esquilme continuo. ¿Algún parecido con la actualidad?

Para llevar a cabo la insurrección no se necesitaron ni medios hegemónicos, ni elecciones “PASO”, ni jugar a las escondidas por ser candidato a algo, ni escuchar frases “yo estoy para colaborar no es momento de hablar de postulaciones”. A los tibios los vomita el diablo. El equipo de insurrectos, con mucho coraje y con no más de un puñado de ideas básicas, inmortalizó a la Jabonería de Vieytes (esquina de las actuales Venezuela y Tacuarí) como el santuario del alboroto. En esos frenéticos días se acordaron algunos puntos esenciales, pero que fueron lo suficientemente sólidos como para provocar la tremenda transgresión de mayo. Por las dudas y dejando abierta la puerta, no se declaró la Independencia, por la cual hubo que esperar seis años más. Rindo así homenaje y tributo a la Primera Junta, que en esos caseríos del San Telmo antiguo, se pelearon, se bramaron y se insultaron, pero de allí salieron fortalecidos y directo al subleve. No tenían que bajar líneas ni por C5N, ni por A24, ni por Canal 13 ni por la TVP. Para copar la parada en la Plaza del Cabildo no necesitaron ni de colectivos ni de choripanes ni de planes para el necesitado. El pueblo solo creyó y acompañó. ¿Dónde está hoy nuestra Jabonería del 2021? ¿Dónde está la argamasa de ciudadanos con nuevas miradas y dispuestos a dejar de ser mansedumbres tranquilas para correr detrás de los riesgos que conllevan las nuevas utopías? Alguna vez me he planteado si, al tener tantas ilusiones metidas en mi cabeza, no podría haberme muerto aplastado por las pesadas realidades. Sin embargo y por más que a algunos le cueste comprender, el motor de mi crecimiento personal vino por la rebelión y no por buscar posiciones cómodas y conservadoras. Salirse de la ruta e irse a la banquina a veces es bueno. Usted no es el único que está harto y quizás acuerde conmigo que las revoluciones de ideas jamás debieran estar confinadas solamente de lunes a viernes y en horario laboral. ¿Los que deambulan por el Jardín de las Boberías tienen la Patria en sus venas o por ellas corre sangre de horchata sazonadas con gotas de atroz malicia? Pobre tierra nuestra ya que todas las sombras, aun las de los filibusteros, caen sobre ella. Que el sol patrio aleje las penumbras de los baratos reos charlatanes, dando lugar a la luz del trabajador genuino y honrado.

Hoy no hay clases ni se trabaja. ¿Puede dedicarle cinco minutos a pensar quién es usted y por qué es libre? Mire, somos una mezcolanza salvaje de tanos, gallegos, judíos, turcos y algo, más bien poco, de sangre vernácula. Por más que quiera, no somos ni suizos ni noruegos. Tener un apellido patricio no es ir más que dos o tres generaciones atrás que la de mis abuelos inmigrantes del 1900. Y no se asuste al descubrir que seguramente sus actividades eran el tráfico ilegal de algo. No olvide que maldecir nuestra tierra es maldecirse a nosotros mismos y también es verdad que hay banderas y causas que bien pueden valer algunos muertos, ya que nunca nada se construyó sobre mantos de calma chicha. Pero por favor, no crea en que invocando falsos relatos se pueden cometer crímenes y tropelías de cualquier tipo. Nada más irrebatible al decir que la Patria se puede construir con engañifas. Hoy, nada más indudable, Patria sería embestir contra los que nos meten miedos o que solo buscan encerrarnos en el día a día, para que así no podamos construir futuro. No podemos escribir historia haciendo base en oprobios. Es una gran mentira prometer llegar a la paz y a la unión del pueblo, partiendo de venganzas y persecuciones desde la derecha o desde la izquierda. Jamás podremos generar progreso partiendo de injusticias y beneficiando al ladronzuelo. Es verdad que en la búsqueda de la libertad se atraviesan procesos dolorosos. Alguna ex diputada, desde su cómoda chacra de las afueras de Buenos Aires, con jubilaciones y custodias de privilegio, decía que “ver nacer una república era lo más parecido a un trabajo de parto”. Jamás su chacra llegará ni al talón de la vieja jabonería. Si a usted le dicen que para llegar a un objetivo de riqueza debe atravesar primero un sinnúmero de dolores y miserias, es que en realidad lo están condenando por décadas al sometimiento más denigrante.

¿Como pudimos en 1810 conjugar tantos apasionados matices con semejante diferencias de razas y culturas? ¿O es que acaso no teníamos esclavos? Sin embargo, en ese momento nadie habló de los unos o de los otros. Nadie vio allí una grieta, la cual hubiera generado de decadencias y retrocesos. Aún, los realistas más fanatizados, se llamaron a silencio y no dieron oposición. Frente a ellos, estallaba un nuevo pueblo unido. La Patria que nacía era una masa de desgracias, llantos, gritos, escarapelas y contradicciones. Pero dentro de la Patria los pueblos se unen en el comulgue del amor por la tierra. En 1810, se empezaba a encender la llama temprana de la Argentina. Espontánea y casi utópicamente nacía la decisión de la reconstrucción. Admiro a los pueblos que se movilizan y que no dejan espacio para los apáticos. Patria es el rellano, es el descanso y es la guarida donde nos regeneramos para las nuevas batallas. Si solo nos unen los odios a los otros, nunca tendremos espacio para la comprensión, la piedad y menos aún para la misericordia. Solo nos quedará el espanto. El maestro Marechal decía “La Patria es un dolor que no tuvo bautismo”. Si la Patria es ese cacho de extensa tierra que en forma difusa, intangible pero sostenida, llevamos dentro de nuestros corazones, en cualquier tiempo y lugar en el que estemos, quiero alertarle que entre chambones y gamberros se la están rapiñando.

Al no pensar colectivamente, nos volvemos abstractos y de esa manera estamos haciendo el caldo gordo a los señores falsamente elegantes, ricos en constante y sonante, de extrema pobreza intelectual, con sus manos cerradas y acalambradas por no haberlas tendido jamás. Patria es llenar plazas con pueblos y corazones. Patria es amar tu familia, tu raíz, tus compadres. Patria no es la financiera, ni la contratista, ni la regulatoria, ni siquiera el Instituto de tal nombre y falso honor. Patria es la gente. Es usted y soy yo. Por solo un momento piense que puede hacer por ella. Patria, 25 de Mayo, es de todos, no es uno de unos pocos.

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