La unidad es superior al conflicto, dice el papa Francisco

Para entablar un diálogo que supere los conflictos y conduzca a la unidad en democracia debe partirse de la premisa de la primacía de la voluntad del pueblo

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El Papa Francisco en aundiencia general, El Vaticano , 28 abril 2021
El Papa Francisco en aundiencia general, El Vaticano , 28 abril 2021

La democracia en nuestro país nació con la vigencia del voto universal del hombre y la incorporación de la clase media y los inmigrantes varones a la vida política argentina gracias al radicalismo. Se completó con la ola inclusiva de los trabajadores y la participación de la mujer que introdujo el peronismo. La gravedad de la crisis actual donde nos encontramos al borde de la disolución nos hace volver a recordar algunos principios enunciados por Bergoglio y llamar a la reflexión de la dirigencia política y de los ciudadanos.

El restablecimiento de la Argentina tiene un solo camino: el diálogo político. Sin embargo no es tan fácil aunque no sea difícil advertir que ese diálogo precisa de la afirmación de la identidad política, la supremacía de la voluntad popular y el fortalecimiento de la representación del pueblo.

Las dificultades con que choca el diálogo político

a.- El significado de las palabras y la identidad política

Es fácil imaginar en qué creía Alberdi, Mitre, Sarmiento, José M. Estrada, Perón o Alfonsín. Podríamos intentar un diálogo controversial entre ellos con provecho. Sabían quienes eran y a dónde se dirigían. Hoy no es fácil imaginar que piensan nuestros dirigentes y no es menos difícil saber que desean nuestros ciudadanos de ellos.

Es difícil entender cuando alguien dice “soy macrista” porque no se sabe si el macrismo es una ideología de los hacendados e industriales, un partido de los ricos, una expresión republicana de las dictaduras, un sistema autárquico de gobierno, un partido que representa los intereses de las grandes corporaciones internacionales, un pool de grandes negocios o todas esas cosas. Y lo mismo ocurre con quien dice “soy peronista” o soy “radical” de donde a la licuación le sucedió la polisemia –del latín polis y sema–, se define como la «pluralidad de significados de una expresión lingüística».

Claro que desde un nivel normativo o conceptual podríamos definir el radicalismo o el peronismo recurriendo a sus fundadores y filósofos; desde un nivel descriptivo habría que analizar la praxis, es decir lo que el peronismo o el radicalismo fueron en la acción en cada período de su historia y si se quiere se podría ver el término desde un nivel prescriptivo partiendo de su espíritu o sentido histórico. Pero es difícil saber que entienden por peronismo Pichetto o Kisillof, Espinoza o Alberto Fernández y Morales o Cobos por radicalismo.

b.- La licuación de los valores

Es frecuente oír que se autoproclaman “peronistas” y profesan un relativismo axiológico mayúsculo ignorando que el peronismo tiene como eje vertebral y fundamento ético religioso al catolicismo y -consultando las encuestas de opinión -incurren en graves inconsistencias cuando proclaman su defensa al aborto o cuando sostienen que la elección de género es un derecho humano. Otro tanto ocurre con los radicales si no es porque estos renegaron hace mucho más de la fidelidad a los principios que iluminaban la conciencia ética de Yrigoyen y de los padres fundadores de la Unión Cívica.

No se sabe a ciencia cierta hasta qué punto han “lavado” los valores que le dieron sentido histórico a sus movimientos y partidos, ni que piensan, ni a quién “representan” y eso es una dificultad para entablar un diálogo político sobre los males profundos de los argentinos que hace décadas no podemos superar.

Es muy difícil que un diputado macrista y un diputado peronista sentados a dialogar entiendan el significado que cada uno le asigna a sus palabras cuando se trata de un debate franco que no sea el del interés privado de cada uno o una mera controversia sofística. Está demás decir que los rigurosos diálogos de conceptualización son ajenos a los políticos de hoy.

c. La no elección popular de los representantes políticos

Los procedimientos de aceptación de los candidatos se parece más a la solicitud de ingreso a un Club o a una barra brava, que a hacer una carrera y proceso de selección política. Vidal por estos días confiesa por televisión que será candidata pero no sabe a qué y dice con orgullo “lo decidiré a conciencia”. ¿La votan los adherentes a la coalición del cambio, los afiliados del macrismo?, ¿en elecciones internas? o ¿la proclaman en asamblea? o simplemente tras ser aceptada por Larreta se sumará a la lista de éste y navegará legitimada por el dedo y elevada por el aparato? Difícil saberlo.

Antes los candidatos eran elegidos por los afiliados y a pesar de los vicios y manipulaciones existía, a lo menos, la sensación de ser parte de un organismo vivo. En los comités de la UCR o en las UB del PJ latía la palabra democracia. Después estos se transformaron como dijo un sindicalista con razón “en cáscaras vacías”.

Sin supremacía de la voluntad del pueblo no hay democracia

Para entablar un diálogo democrático que supere los conflictos -la política siempre es conflicto - y conduzca a la unidad en democracia debe partirse de la premisa de la primacía de la voluntad del pueblo. El todo es superior a las partes y a la suma de las partes (Bergoglio). Si negamos esta supremacía ingresamos a la disolución.

La legitimidad de los representantes

Para el diálogo político el reconocimiento de la autoridad por parte de los miembros del partido es una condición necesaria que lo constituye en representante sin la cual carece de legitimidad. A su vez para que haya representación tiene que haber “comunicación” entre el candidato y los miembros del partido. En esa situación pragmática intervienen varios factores que no podemos analizar aquí (:querer comunicar sus ideas y proyectos relacionados con el rumbo o sentido del partido; que lo comunique efectivamente, que el afiliado pueda captar ese discurso, comprender los signos y su contenido, entienda de quién proviene y reconozca que se le ha comunicado y no que tan sólo lo vea por televisión). La representación debe nacer y ser instrumentada a través de asambleas, reuniones y elecciones internas y no por el mudo dedo del caudillo o propietario del partido. Si esto no ocurre, no es posible captar la voluntad popular de los integrantes de ese partido y sin ella la representación carece de sustento y luego no se puede hablar de un diálogo político genuino sino de un diálogo entre quienes por distintos caminos lograron encaramarse en un aparato partidario.

El diálogo Kirchner, Macri, Negri y el disenso para el consenso

El diálogo no ha de encararse sobre el consenso de la suma de los propósitos o ideales de cada partido, mucho menos desde los intereses particulares de los representantes. Los intereses particulares de Macri, de Kirchner o de Negri de la naturaleza que sean deberían estar ajenos en el diálogo capaz de superar el conflicto político.

Lo político es lucha por la obtención del poder, debate desde la identidad de cada partido por el servicio del poder (proyecto, medidas de gobierno, destierro de los males, “poder es servicio” dice Francisco) y por eso mismo el diálogo político debe darse entre los dirigentes políticos y comenzar a partir de esa conflictividad. Un diálogo “agonal” como propone la posmarxista Chantal Mouffe sin demonizarse mutuamente lo que conduciría a la “evitación” o al “aniquilamiento” o en otros términos a la guerra o al terrorismo. De ahí que sea prioritario incorporar como marco del diálogo la noción de la “prevalencia” de la unidad sobre el conflicto, principio que como ya dijimos propone el Papa Francisco (EG Nro. 226).

El diálogo es capaz de lograr así el consenso comenzando por la vía del disenso de los adversarios y no por la vía del “pacto” o “arreglo”.

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