Argentina 2021, chocando de nuevo con la misma soja mientras la inflación hace el ajuste

El kirchnerismo ya malgastó dos ciclos extraordinarios del precio de los commodities y, dado el programa electoral, vamos camino a una nueva experiencia similar

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Martín Guzmán, ministro de Economía
Martín Guzmán, ministro de Economía

El siglo XXI ha tenido, hasta aquí, tres ciclos positivos en el precio de los commodities en general, y de los agrícolas en particular.

Si bien todo es “multicausal” (como la inflación), podría decirse que el primer ciclo (2003-2007) fue “estructural”, por la irrupción de China en la economía global, que el segundo (2009-2011) fue claramente financiero, la liquidez global y la debilidad del dólar como remedio a la crisis del 2008, y que el tercero, el que estamos transitando, es el resultado de una mezcla entre la expansión monetaria de la FED y otros grandes Bancos Centrales, para compensar la crisis COVID, más la incipiente recuperación post COVID de China y otros países, más los efectos climáticos en la producción agrícola.

Desde una mirada global, los tres ciclos tienen en común algún grado de debilidad del dólar. Desde el punto de vista local, tienen en común el mal manejo de las “bonanzas” que ha realizado la Argentina.

En efecto, mientras otros países de la región frente a iguales condiciones favorables instrumentaron fondos anticíclicos (ahorro) y/o políticas macro conservadoras para compensar con ahorro público la expansión de la inversión privada, la Argentina, en cambio, durante los dos primeros ciclos ya transcurridos, tomó como “permanente” el transitorio boom de los precios, y respondió a dicha mejora, aumentando, en general, el gasto público corriente (empleo, salarios, moratorias jubilatorias, etc.), mientras desalentaba la inversión privada, “desacoplando” los precios locales. Luego, cuando los precios de los commodities cayeron, durante el segundo mandato de la actual Vicepresidenta, para evitar el impostergable ajuste del gasto a las nuevas condiciones externas, terminó liquidando reservas del Banco Central, descapitalizando a la economía privada y desinvirtiendo en la infraestructura pública.

Ahora, ante este tercer boom, otra vez, el mismo error. Mayor gasto corriente, y desaliento a la inversión privada “desacoplando” los precios locales, con el agravante que ahora no hay stocks para gastar, cuando, eventualmente, el ciclo se revierta. Es cierto que la pandemia ha generado un escenario inédito en materia de gasto compensatorio, pero no es menos cierto que al menos parte del premio extraordinario que “tranquilizó” el mercado de cambios, y está generando ingresos fiscales no previstos, bien podría haberse utilizado, con los incentivos adecuados, para expandir la inversión privada, en lugar de agrandar un gasto público, cuyo financiamiento, además de una presión tributaria récord, está consolidando un régimen de alta inflación difícil de frenar.

Al respecto, un par de reflexiones. Primero, la apropiación por parte del Estado de la “rentabilidad extraordinaria” de los productores locales de commodities, parte del concepto de que asignan mejor esos fondos los De Vido, los López, los Jaime, o los funcionarios públicos en general, que los productores rurales, los industriales, o los petroleros del sector privado. A juzgar por los resultados tanto absolutos como relativos, al comparar con la performance de crecimiento del resto de los países de la región que no desacoplaron los precios locales de los internacionales, sino que generaron, al menos parcialmente, incentivos para la expansión privada, ese concepto de superioridad del Estado sobre el sector privado, en materia de crecimiento, merece, aunque más no sea, un debate serio.

Segundo, aun aceptando que parte de las mayores ganancias sean canalizadas hacia el sector público, lo razonable hubiera sido destinar esos mayores recursos a reconstruir infraestructura de servicios, a mejoras y modernización de la educación, a capacitación y generación de empleo privado, en lugar de insistir con asistencialismo y mayor gasto corriente improductivo. Y también para empezar a trabajar en nuevas ventajas competitivas de largo plazo, dado que, entre los cambios ambientales, tecnológicos y de “gustos”, las próximas décadas serán de menos demanda de carnes animales (menos soja y menos maíz para generarlas). Pero eso no es tema para esta columna coyuntural.

En síntesis, hasta aquí, malgastamos dos ciclos extraordinarios del precio de los commodities y vamos camino a una experiencia similar en este ciclo, dado el programa electoral.

Termino entonces con la coyuntura de la semana, la tasa de inflación instalada en este escalón entre 3 y 4 por ciento mensual, más cerca del 4 que del 3.

Con la excusa del COVID y sus consecuencias, la Argentina generó un fenomenal descalabro macro, cuyas consecuencias se reflejaron más claramente, a medida que se fueron liberando actividades a partir del último trimestre del año pasado. Esto no implica que no hubiera que emitir pesos para ayudar a las empresas y trabajadores “confinados” durante el segundo trimestre del 2020. Pero como sostuve en su momento, junto a otros colegas, dado los graves efectos colaterales de esta política, había que ser muy cuidadoso y eficiente en la asignación de ese gasto para no abusar de la emisión. Eso no se hizo, y las consecuencias fueron la virtual desaparición de las reservas del Banco Central, pese al estiramiento de los pagos de deuda con el sector privado, y pese al supercepo. Y se creó un exceso de pesos que presionó primero la brecha y luego a los precios.

La supersoja y el supermaíz, están arreglando, en el corto plazo al menos, el problema de la falta de dólares, pero no solucionan, por el contrario, agravan, el problema del sobrante de pesos. El camino de ese sobrante es distinto al del año pasado, está yendo primero a los precios y luego irá a la brecha.

En otras palabras, los pesos que “sobran” en la economía, se “destruyen” con la tasa de inflación. Esta es la tasa de inflación que licúa el gasto público y aumenta nominalmente la recaudación impositiva. En otras palabras, el desequilibrio fiscal y monetario se ajusta con esta tasa de inflación.

Por supuesto que, transitoriamente, y en medio de un programa electoral, el gobierno podrá controlar precios, mientras el Banco Central, atrasa el valor del dólar y sigue colocando deuda (Leliqs) para absorber parte de esos pesos que sobran. Pero, al final del día, la eventual represión de inflación que se genere se “normalizará”, porque el control de precios de hoy es la inflación de mañana, y la deuda del Banco Central de hoy, es la devaluación de mañana, para arreglar su balance.

Conclusión, desaprovechamos otra vez la bonanza, mientras la inflación hace el ajuste por su cuenta.

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