¿Estados Unidos mantiene el legado de Donald Trump?

Hasta el momento, no se observan grandes cambios en áreas como la política exterior y el proteccionismo económico. Las prioridades de Joe Biden y su principal desafío político

Compartir
Compartir articulo
Donald Trump y Joe Biden
Donald Trump y Joe Biden

Una de las tradiciones de la política estadounidense consiste en evaluar el desempeño de sus presidentes al cumplirse los primeros cien días de su mandato. Esta tradición la generó Franklin Roosevelt, quien durante este breve lapso logró pasar muchas de sus reformas. ¿Qué evaluación podemos hacer de los cien días de gobierno de Joe Biden? ¿Estados Unidos está experimentando un cambio profundo o mantiene, a grandes rasgos, el legado de Donald Trump?

El principal de los cambios quizás consista en incrementar el gasto público. En este sentido, la primera medida consistió en un paquete de estímulo fiscal que significó la transferencia de fondos del Estado hacia los ciudadanos por 1,9 billones de dólares. Sin embargo, esta política no marca una bisagra, ya que el año pasado Trump había logrado aprobar un programa muy similar.

Las propuestas verdaderamente ambiciosas de Biden consisten en dos programas que buscan mejorar la infraestructura del país (de 2,3 billones de dólares) y la educación y el cuidado que reciben los menores (1,8 billones). Entre otras inversiones, se propone modernizar el sistema de carreteras e instalar una red de estaciones de carga eléctrica para vehículos en todo el país. Con esta y otras medidas similares se busca combatir el cambio climático.

El plan sería financiado a través de una suba de los impuestos que pagan las empresas y los individuos con mayores recursos. En este sentido, una de las reformas más discutidas consiste en igualar la tasa que estos ciudadanos pagan por sus salarios (que luego de la reforma en algunos casos superaría el 50%) con los ingresos que reciben por la venta de activos que mantienen en su cartera por mucho tiempo, como pueden ser las acciones de empresas (tasa que actualmente ronda el 20%). ¿Qué efecto tendrá esto? Posiblemente aumentará el consumo actual, pero reducirá las inversiones privadas de largo plazo - que promueven el crecimiento futuro.

Las propuestas de Biden son populares. El índice de aprobación del nuevo presidente es de 57%, cifra que si bien es menor de la que tuvieron en el mismo momento de sus mandatos Barack Obama y George W. Bush supera ampliamente la de Trump. Pero a pesar de su popularidad, Biden enfrenta una serie de desafíos. Y el principal consiste en ganar las elecciones legislativas que tendrán lugar el año próximo.

En principio, estas elecciones deberían favorecer a los republicanos. En parte esto se explica por el antecedente histórico: a los partidos de oposición les suele ir muy bien en estas votaciones. Recordemos que, gracias a sus triunfos en 1994 y en el 2010, los republicanos pudieron frenar muchas de las reformas que impulsaron Bill Clinton y luego Obama impulsaron. Y a estos antecedentes debemos sumarle una serie de cambios demográficos que deberían favorecer a los republicanos.

La distribución de diputados que tendrá lugar como consecuencia del último censo les quitará legisladores a estados progresistas como California y Nueva York y se los dará a estados más conservadores como Florida y Texas. Asimismo, varios demócratas han anunciado que se retirarán del Congreso, generándole así una oportunidad a sus contrincantes. La ventaja de los republicanos es aún mayor en el Senado, ya que su partido tiende a ser más popular en los estados menos poblados. Y como cada estado posee dos senadores, independientemente del tamaño de su población, de poco les sirve a los demócratas el dominio que mantienen en estados como California.

Los republicanos tampoco están mostrando grandes divisiones. Si bien todavía no se sabe quién los liderará, la transformación del partido republicano en un partido conservador popular es clara. Si los demócratas denuncian a las elites por las desigualdades económicas que habrían producido, los republicanos se oponen a ellas por cuestiones valóricas. Según esta visión, la dirigencia -progresista y cosmopolita- ya no representaría los valores e intereses de la población. Y este es un mensaje que les ha dado resultado. La mayoría de los gobernadores es republicana, como también lo son la mitad de los senadores y existe una sólida mayoría conservadora en la Corte Suprema. Si a esto le sumamos que su derrota en la elección presidencial tuvo más que ver con la personalidad de Trump y la aparición del coronavirus que con su agenda, ¿por qué cambiar de estrategia?

Si bien el escenario más probable es que Biden logre aprobar la mayor parte de sus reformas, la principal batalla política tendrá lugar en las elecciones legislativas del 8 de noviembre del 2022. Ese día sabremos si los demócratas tendrán el capital político necesario para implementar cambios de largo aliento (que impliquen, por ejemplo, una mayor participación del Estado a través de la transferencia de inversiones del sector privado al público) o si, por el contrario, primará el estatus quo.

En donde no observaremos grandes cambios es en la política exterior de Estados Unidos, ya que existe un amplio consenso respecto a la necesidad de competir estratégicamente con China. Este parece haberse convertido en el nuevo elemento ordenador de su estrategia internacional y explica porqué los demócratas han decidido mantener las sanciones comerciales y tecnológicas que Trump le había impuesto a China. Tampoco hay señales de una vuelta a la era en que los demócratas promovían la firma de acuerdos de libre comercio. Es posible entonces que un mayor grado de proteccionismo sea otro de los legados de Trump.

SEGUIR LEYENDO: