Pesadillas y sueños en una Argentina que duele

No hay diálogo sobre lo que queremos ser. En consecuencia no hay en el camino rastros, huellas, pasos que señalen o que interroguen o que al menos vacilen, sobre el hacer

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 Estamos reducidos a ser espectadores de un conjunto de actores sin argumento. No hay obra en desarrollo. Entonces no puede haber representación
Estamos reducidos a ser espectadores de un conjunto de actores sin argumento. No hay obra en desarrollo. Entonces no puede haber representación

Nada ni nadie nos convoca al hacer y sin embargo, todos estamos frente a un desmoronamiento irrefutable. Desmoronamiento de la reflexión. Estamos reducidos a ser espectadores de un conjunto de actores sin argumento. No hay obra en desarrollo. Entonces no puede haber representación.

Solamente observamos a unos actores enfrentados, montados sobre un escenario en el que el grito, ya que no la palabra, es el único signo de llamado. No hay ni apelación, ni convocatoria, sólo gritos enfrentados.

No es extraño que en este marco todos los dirigentes, todos, tengan más rechazo que aceptación. Es lo que dicen las encuestas. El signo negativo del rechazo supera largamente al positivo de aceptación de todos y cada uno de los dirigentes de todos los ámbitos. Unos de un lado, otros del otro.

El signo negativo del rechazo supera largamente al positivo de aceptación de todos y cada uno de los dirigentes de todos los ámbitos. Unos de un lado, otros del otro (Franco Fafasuli)
El signo negativo del rechazo supera largamente al positivo de aceptación de todos y cada uno de los dirigentes de todos los ámbitos. Unos de un lado, otros del otro (Franco Fafasuli)

La amplificación, la reverberación, del grito sin argumento, de la ausencia del pensar en hacer, es la única propuesta ante las agobiantes desgracias sociales que son inconmensurables. No se habla de sueños porque estamos instalados en la pesadilla incongruente, patética de nuestros fracasos que generan la progresión de la decadencia.

No hay búsqueda generosa de las causas verdaderas, de los tratamientos posibles, sólo una luces poderosas que enfocan a los culpables elegidos y ese haz de luz poderoso, obscurece la verdad.

No es por ahí. Lo que necesitamos de los dirigentes es que, más allá de la búsqueda de las culpas, se jueguen a acordar un sueño colectivo.

De lo contrario vamos a la tragedia, agitada en estos días por el combate en la Justicia, las consecuencias de la pandemia y el peso de la grieta que nos aproxima al abismo. Sin proyecto colectivo la fábrica de pobres es imparable, la pesadilla de la fuga de cerebros y de capital son incontenibles.

Sin embargo ¿de qué hablamos? Los “medios” nos exhiben apariencias terribles de la cofradía de jueces que, como de los curas, uno espera una vida “ejemplar”.

La peste, la pobreza, el estancamiento, la inseguridad, la inflación son jinetes de un apocalipsis pendiente. Todos y cada uno de ellos necesita una acción, un programa

La peste, la pobreza, el estancamiento, la inseguridad, la inflación son jinetes de un apocalipsis pendiente. Todos y cada uno de ellos necesita una acción, un programa, una convocatoria.

Las formas importan

Las apariencias no definen y a veces engañan. Conversemos sobre esto que también es un jinete que tiene una marcha devastadora. Veamos. Al igual que la conducta privada de Mirabeau, que inspiró a José Ortega y Gasset para señalar la diferencia entre la “moral del grande hombre” y la “del hombre común”, deberíamos distinguir las conductas de los jueces y la moralidad de sus decisiones.

Deberíamos distinguir las conductas de los jueces y la moralidad de sus decisiones (Franco Fafasuli)
Deberíamos distinguir las conductas de los jueces y la moralidad de sus decisiones (Franco Fafasuli)

Por ejemplo, haber jurado por el Estatuto de la Dictadura Genocida no hace perversas, a priori, las sentencias del juez Raúl Zaffaroni. Aclaremos, “La culpa no es del chancho sino de aquél que le da de comer”. Los que eligen jueces son los senadores. Desde 1983 una contundente mayoría bajo el nombre “peronista”.

Decir peronista dice poco desde lo ideológico, cultural o político. Importa aclararlo para deslindar las razones de la elección. Con “Mi único heredero es el pueblo” Perón “desheredó” interpretando las causas testamentadas del Código Penal: injurias en los hechos, atentado contra la vida de las ideas, deformaciones criminales de su legado.

¿Independencia económica desde las relaciones carnales con los EEUU al acuerdo chino? ¿Justicia social gobernando el 68% del tiempo y pobreza de 42% de la población? ¿Soberanía política aceptando la acción directa de lobbies y sordera a las demandas populares?

¿Cómo entender que la misma bandera postule ora la guerrilla para llegar al socialismo, ora el capitalismo salvaje a la menemista? ¿O un poquito de socialdemocracia con el Frepaso y un mix de todo eso, con lenguaje autoritario y el culto a la personalidad, en el kirchnerismo? ¿O el plato fuerte de La Cámpora reivindicando, con la elección de su nombre, al traidor que le usurpó a Perón el mandato de las elecciones?

Por todas esas razones no nos va a ser fácil entender “qué mayoría de razones” fundamentaron la elección de los jueces. Pero sí será fácil entender que los jueces certifican su conducta con sus decisiones si es que las mismas son en base a pruebas y testimonios y conforme a la letra y al espíritu de la ley. Una conducta privada impoluta del juez no certifica la justicia de sus fallos. Y apariencias espantosas no certifican la injusticia de sus fallos.

No poder soñar es estar entregados al abismo en que terminan las peores pesadillas.

Hay una esperanza. Oscar Wilde nos dijo “Si alguien dice la verdad, es seguro que tarde o temprano será descubierto”.

Sin proyecto colectivo la fábrica de pobres es imparable, sin sueño colectivo la pesadilla de la fuga de cerebros y de capital es incontenible

Mientras esa esperanza no se concreta seguimos estancados económicamente, fabricando pobreza, generando que quienes pueden soñar sus proyectos individuales piensen en emigrar y los millones, a los que sólo puede rescatar un proyecto colectivo, sufran del “descarte”.

Si la política no se juega a acordar un sueño vamos a la tragedia agitada por el combate en la Justicia y el abismo de la grieta (Adrián Escandar)
Si la política no se juega a acordar un sueño vamos a la tragedia agitada por el combate en la Justicia y el abismo de la grieta (Adrián Escandar)

Puede haber muchas razones. Pero hay una que es evidente: sin proyecto colectivo la fábrica de pobres es imparable, sin sueño colectivo la pesadilla de la fuga de cerebros y de capital es incontenible. Si la política no se juega a acordar un sueño vamos a la tragedia agitada por el combate en la Justicia y el abismo de la grieta.

Necesitamos el sueño de los sensatos

Levantar el nivel del debate es hablar de lo que necesitamos hacer. Si logramos ese mínimo acuerdo, tal vez, podamos volver a soñar.

Soñar, por ejemplo, para eliminar la pobreza. Cuando el padre Pedro Opeka, en los años 60, se fue de la Argentina a trabajar en las misiones de la pobreza de África, nos recordó que en nuestra Patria los pobres eran el 3% o 4 % de la población. Hoy estamos por encima del 40%. Esa pobreza hoy está en la Argentina.

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