Encerrona presidencial

Una cosa es emitir un DNU y otra muy distinta es poder hacerlo cumplir. Sin mucho margen de acción, el poder presidencial será puesto a prueba en los próximos días

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Alberto Fernández
Alberto Fernández

Cerrar, restringir, controlar, limitar, coartar, apretar: son los únicos verbos que logra conjugar el Gobierno en orden a contener una dramática situación que se les fue de las manos y amenaza llevarse todo puesto.

Arrastrados por la desesperación, solo atinan a echar mano a las herramientas ya conocidas. No logrando administrar con eficiencia ninguna de las variables más sensibles del momento recurren a lo de siempre: el apriete y la confrontación.

Se busca un enemigo, se lo identifica, se lo señala y se le pretende transferir el costo de este alarmante estado de cosas. Han perdido el registro de lo escaldada que está la piel social. No hay margen para más reprimendas. Se necesitan soluciones, no explicaciones.

Siempre en tono de monserga, reapareció Kicillof. La cantinela del Gobernador ya aburre.

“No lo festejo porque va a pasar como en la ola anterior: como una mancha de aceite, el virus empieza en la Ciudad. No lo digo para chicanear, es la realidad… La pandemia empieza en la Ciudad y se va corriendo a la Provincia y va estallando”. O sea, el virus es de Larreta.

“Pensábamos que Larreta era diferente porque tenía responsabilidades de gestión, pero es igual a Bullrich y a Macri. Unos se hacen los blandos y otros los duros”. De paso, cañazo.

De las vacunas que no llegan, los testeos que no se hacen, los turnos de hisopado que se dilatan, no se habla.

Las medidas de restricción anunciadas en las últimas horas no parecen ser suficientes para paliar la gravísima situación que enfrenta el sistema sanitario. Es obvio que no alcanzan, pero lo más grave es que no hay voluntad de acatarlas ni fuerza capaz de hacerlas acatar. Una suerte de rebelión social está en ciernes.

Sobre el filo del fin de semana una de las más grandes empresas de medicina prepaga reportaba sólo en el AMBA 80 personas en guardia bajo observación a la espera de una cama.

En unos pocos días el sistema de salud privado pasó de estar “estresado” a la “saturación”. Esto significa que el 95% de las unidades de alta complejidad están ocupadas. Entre el 60 y el 70% de los internados transitan el COVID.

La situación amenaza complicarse en los próximos días, no solo por la espiralización de los casos sino por el aumento de los días de internación que en promedio demanda un enfermo que cursa la enfermedad, entre 4 y 6 semanas con respirador. La edad promedio de las personas que están siendo internadas por COVID bajó en 10 años.

Al menos el 20% de los que requieren asistencia han resultado infectados por alguna de las nuevas variantes que ya tienen circulación comunitaria y rangos de contagio muy superiores al COVID19.

Desde fines de marzo los grandes prestadores de salud de CABA han comenzado a tomar medidas propias de un tiempo de guerra.

Son varios los sanatorios que han contratado hoteles para “medicalizarlos”. Se trata de prepararlos como centros de internación alternativos para contener a los pacientes con baja sintomatología. Se los equipa con guardia médica para monitoreo, enfermería, kinesiología, oxígeno y dispositivos para la rápida evacuación y traslado a centros dotados de unidades de terapia intensiva en caso de complicaciones.

También, en el ámbito privado, se trabaja para dotar de complejidad a las camas comunes de los hospitales. Se suman monitores y respiradores en piso para ampliar la chance de atención de pacientes con cuadros severos.

Mientras se trabaja contrarreloj en la infraestructura, se advierte acerca de un recurso inelástico: el personal de salud.

Imposible improvisar profesionales calificados para enfrentar los complicados tratamientos que demanda el Sars-Cov2. La tarea de los intensivistas y enfermeros de las UTI demanda mucha capacitación y templanza.

Las dotaciones de los grandes centros están diezmadas. Un 25% de los planteles quedó fuera de juego. Algunos se enfermaron, otros tantos murieron y están obligados a guardarse para sobrevivir. Los que quedan sobrellevan la tarea al límite de sus fuerzas. Son héroes en el día a día.

Las declaraciones de Alberto Fernández denunciando un “relajamiento” del sistema de salud privado, sugiriendo que se distrajo esfuerzo en la atención de otras patologías, fueron ofensivas y degradantes. La respuesta no se hizo esperar. No solo porque agravió a quienes cotidianamente se exponen al virus en la primera línea sino porque hay quienes sospechan el comienzo de una avanzada kirchnerista sobre el sistema de salud privado. Es claro que se está jugando con fuego.

El Jefe de Estado consume a diario su remanente de respeto y confiabilidad.

El desgaste de su credibilidad se aceleró en estos días de manera exponencial. Siempre en línea con encontrar responsables y demonizarlos y, seguramente dispuesto a contentar la línea que le bajan desde el sector más duro de la coalición, no repara en autoinmolarse políticamente contradiciendo en cuestión de horas su propia línea de acción y arrojando al vacío a sus funcionarios más cercanos.

El Presidente se va quedando solo. La semana que termina fue absolutamente detersiva para dos de sus ministros.

En la mañana del miércoles, Carla Vizzotti ofreció una conferencia de prensa sin anuncios pero con una inquietante revelación, dejó en claro que no hay garantía de más vacunas a la vista.

Horas después, ya sobre la noche, Alberto Fernández, bajó las nuevas restricciones. La movida desnudó una realidad ya inocultable. Es obvio que el Ministerio de Salud no está precisamente en línea con el Ejecutivo y que la ministra es la última en enterarse.

El Ministro de Educación tuvo también su jueves negro. Nicolás Trotta quedó pedaleando en el aire tras los anuncios de AF de suspensión de las clases presenciales. Apenas horas antes Trotta había descartado que las medidas comenzarán por el cierre de las escuelas al encabezar el Consejo federal de Educación (CFE).

El Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, tuvo que salir a desmentir la renuncia de Trotta quien por ahora sigue en su puesto.

Es probable que tanto el Ministro de Educación como la Ministra de Salud se auto perciban “agobiados”. Absolutamente esmerilados siguen al frente de sus carteras, pero es obvio que las decisiones se toman en otra parte. Guste o no reconocerlo quedaron pintados. No son ni dejan de ser. A la hora de implementar medidas drásticas el Presidente no cuenta con ellos, es más, ni siquiera se toma el trabajo de avisarles para dónde va a tomar.

Otro Ministro que también parece estar lidiando con el implacable “doble comando” es Martín Guzmán. La que termina fue una de las semanas más complicadas de su gestión Con el índice de inflación de marzo en 4.8%, la más alta para un mes desde que asumió Fernández, la idea de llegar a la pauta inflacionaria anual del 29% prevista en el presupuesto no está siendo tomada en cuenta en ninguna previsión. Los analistas prevén una suma de no menos del 46% para este año.

Los métodos morenistas aplicados desde la Secretaría de Comercio consistentes en precios máximos, precios cuidados, enlistamientos, mayores controles a supermercados y pulseadas con los productores, además de contradecir todo lo que está dicho en el catecismo de Guzmán no estarían funcionando.

Hace apenas una semana el argumento que fundamentaba el resistido confinamiento era el de “ganar tiempo” para avanzar en la vacunación. Sin vacunas garantizadas a la vista se pide ahora bajar la circulación en orden a aplanar la curva de los contagios.

La sensación es que solo se trata de “hacer tiempo” para que el requerimiento a “cama caliente” que tiene en estado de máxima tensión al sistema sanitario no termine en colapso.

Los que analizan bajo parámetros estadísticos un eventual desborde aseguran que por cada cama que falte se mueren 3 personas. El dato estremece.

Según los especialistas la única manera de cortar la circulación viral se impone un cierre total y absoluto de al menos dos semanas. En las actuales circunstancias, algo imposible de hacer cumplir.

La palabra oficial está desgastada. Tanta marcha y contramarcha genera descreimiento y pérdida de confianza. El gobierno pidió tiempo para vacunar y a la semana no hay flujo alguno de vacunas garantizado. No ganó tiempo. Hizo tiempo y pretende seguir haciéndolo. Cuesta creer que en quince días puedan levantarse las restricciones.

Presentadas a las atropelladas y destruyendo todos los puentes de consenso las medidas están condenadas a no funcionar. Es el peor de los escenarios.

La rebelión larretista viene con historia. Tanto vapulear al “amigo Horacio” ahora el hombre toma distancia. El Jefe de Gobierno de la Ciudad presentó un amparo ante la Corte pidiendo que declare inconstitucional el Decreto de Necesidad y Urgencia.

El encuentro cumbre de este viernes entre Larreta y Fernández no aportó una salida.

Alberto Fernández calificó de “injusto e ingrato” al Jefe de Gobierno de las Ciudad y HRL le contestó en rueda de prensa.

“Yo repito lo que dije: hoy estamos viviendo esta situación porque el Gobierno nacional no cumplió con las vacunas que prometió. En la Ciudad ya mañana nos quedamos sin dosis para seguir vacunando a los grupos de riesgo”, dijo Larreta. También replicó los dichos de Axel Kicillof en el sentido de que son muchos los porteños son derivados al sistema público de la provincia para una atención de alta complejidad. “Un 30% de las camas de CABA están ocupadas por bonaerenses” aseguró.

El Jefe de Gobierno abrió un compás de espera para que el Presidente revea su medida de cerrar la presencialidad en las escuelas por 15 días.

Las horas que vienen no serán fáciles para Alberto Fernández.

En la Ciudad se anuncian protestas. Mucha gente resiste las medidas y no parece dispuesta a acatar. Es de esperar que se mantenga en su posición de cerrar en orden a los requerimientos del espacio político que domina la coalición oficialista y que en este momento se referencia en el gobernador Kicillof.

Alberto Fernández arrancó dando un margen de acción a gobernadores e intendentes para disponer cierres y aperturas y finalmente, seguramente presionado por las urgencias K, terminó cargando sobre su persona el costo total de las decisiones.

Ahora el Presidente se encuentra en una peligrosa encerrona. Una cosa es emitir un DNU y otra muy distinta es poder hacerlo cumplir. Con todo el costo político sobre su humanidad, sin mucho margen de acción, el poder presidencial será puesto a prueba en los próximos días. Resta saber qué queda hacia adelante sin las medidas no son acatadas por la mayoría.

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